Publicado en El Día el 13 de noviembre de 2016
El periodista Hernán Goñi tituló esta semana que “El teorema de Baglini ahora será puesto a prueba en la Casa Blanca”. Para los que nunca oyeron hablar del asunto, no se trata de una pieza de algebra ni de una sofisticada demostración matemática; lo que había dicho el ex Senador radical Raúl Baglini es que por lo general las declaraciones de los candidatos eran mucho más extremistas, cuanto más alejados estaban del poder y que en la medida que aumentaban sus chances de llegar al gobierno, los políticos sistemáticamente moderaban sus posiciones.
Lo cierto es que desde el shock del martes pasado están todos tratando de anticipar si eso es lo que hará Trump. Los analistas piensan que bajará los impuestos y aumentará fuertemente el gasto público en los Estados Unidos; una combinación que solo cierra absorbiendo dólares del exterior, lo que ineluctablemente implicará menos capitales para el resto del mundo. Al mismo tiempo, si el magnate cumple sus promesas de campaña es muy probable que aumente el proteccionismo y los Estados Unidos se cierren, basando su economía menos en el comercio y más en el empujón de un ambicioso programa de obras públicas, que conociendo la personalidad de Trump, será faraónico.
Las consecuencias de largo plazo
De lo que se habla menos es de las implicancias en materia de desarrollo si es que, para honrar a sus votantes, el empresario tuerce el rumbo de la historia hacia atrás.
Pensemos que mientras que Hillary Clinton ganó en los distritos que producen y exportan software, innovaciones tecnológicas, inteligencia artificial, industrias culturales, turismo internacional, educación, servicios financieros y legales, Donald se impuso en el golpeado cinturón industrial de la vieja economía que se ha mostrado incapaz de adaptarse a las nuevas formas de creación de valor.
Esta diferencia es importante porque lo novedoso de las tecnologías de la información y de la producción de espectáculos, es que se trata de actividades que no tienen costo marginal. Traducid o al castellano; si Estados Unidos recibe una orden de 5.000 tractores nuevos para la India, por ejemplo, pues debe dedicar recursos a fabricarlos, pero si acceden a un mercado de 10.000.000 de personas que quieren bajar la última versión del Microsoft Windows, no precisan hacer el mínimo esfuerzo de producción adicional, sino que les basta con extender la licencia y darles un password.
Bajo este nuevo paradigma económico, la potencia productiva del país más importante del mundo se multiplica con cada mercado al que accede, por lo que un giro hacia el proteccionismo debilita las posibilidades de crecimiento de largo plazo de los norteamericanos y los expone a perder el liderazgo en materia de innovación y desarrollo tecnológico, única fuente de desarrollo posible para un país que ya rebalsa de capital.
La vieja economía pasó factura
En cualquier caso, lo cierto es que a los demócratas les tocó pagar la factura de una transición entre la vieja y la nueva economía, que dejó muchos heridos en sectores que se contrajeron y que no pudieron reconvertirse justamente porque las reglas de creación de valor son completamente distintas bajo el nuevo modelo. Para tener una idea de la espectacular transformación estructural que sufrió la primera economía del planeta, tengamos en cuenta que en los últimos veinte años se crearon en Estados Unidos 22 millones de puestos de trabajo en el sector privado no agrícola, lo que supuso un crecimiento del 22% en la cantidad de empleos, pero sin embargo en la industria se perdieron cinco millones de posiciones en ese mismo lapso. Así, las manufacturas que representaban el 17% del empleo en 1996, se achicaron hasta dar cuenta en la actualidad de solo el 10% de los laburantes. En términos proporcionales, la contracción del sector fue del 42%. No es entonces casual que Trump haya conseguido más votos justamente en esas regiones donde la industria manufacturera se derrumbó, porque además los nuevos empleos se generaron en otras locaciones bien distantes, de modo que la caída de la vieja economía se llevó puestos además a pueblos enteros, que el martes hicieron oír su voz
En este contexto, el mayor proteccionismo norteamericano perjudicará también a los chinos, frenando su ya resentido crecimiento, porque el 20% de las exportaciones del gigante asiático entran justamente a las tierras del tío Sam.
El impacto mundial recesivo en materia comercial solo se podría contrarrestar si el resto del planeta fuera a contramano de Trump y profundizara la integración dinamizando los intercambios de bienes y servicios.
Oportunidades
Se abre en este escenario una oportunidad espectacular para Argentina porque, aunque nos podría llevar cientos de años fabricar autos, computadoras, o cohetes, con la productividad de los “americanos”, nada obsta que un coterráneo pueda inventar aplicaciones que dominen y dibujen los trazos de la uberizazción que se avecina, cuando el modelo de negocios que hoy está revolucionando al transporte de pasajeros trascienda a otros ámbitos como el de las finanzas, las inmobiliarias, o los mercados de trabajo. Ni que hablar del boom de los diseñadores cuando las impresoras 3D sean tan baratas como las que tenemos en casa para imprimir en hojas A4, porque entonces ni siquiera va a ser necesario ir al shopping para conseguir un jean, un accesorio del hogar o un juguete para los chicos.
La lección para todos es que los estados deben arbitrar los medios para que la transición a la nueva economía, de la que solo hemos visto la punta del iceberg, sea menos disruptiva en términos sociales, atemperando las asimetrías regionales que pueden poner en jaque al sistema.
Link http://www.eldia.com/opinion/las-consecuencias-economicas-de-trump-179908