Hace una semana publicamos la traducción del artículo en el que el presidente Barak Obama delineaba lo que estaba en juego en la elección y qué camino debería andar su sucesor. Hoy, el magnate Donald Trump, representante del descontento de las clases medias norteamericanas ha resultado electo presidente.
Ha dicho un descorazonado Paul Krugman, “Pensamos que nuestros conciudadanos no votarían por un candidato tan evidentemente poco calificado para el máximo cargo, con un temperamento tan demente, tan escalofriante como absurdo. Pensamos que la nación, si bien lejos de haber trascendido los prejuicios raciales y la misoginia, se había vuelto mucho más abierta y tolerante con el paso del tiempo. Pensamos que la gran mayoría de los estadounidenses valoraba las normas democráticas y el Estado de derecho. Resulta que estábamos equivocados”.
Pero su triunfo no sólo escuece a los norteamericanos, como aquel fantasma que recorre Europa del Manifiesto Comunista, la victoria de Trump estremece también a sus pueblos. Las instituciones y los gobiernos de la Unión Europea creen hoy estar frente a un punto de inflexión tan importante como la implosión de la Unión Soviética y el hito de la caída del muro de Berlín.
El presidente francés François Hollande aunó el protocolo con su verdadero sentir cuando dijo, “felicito al nuevo presidente de Estados Unidos porque es lo habitual, pero no puedo ocultar nuestra incertidumbre”.
Algo similar hizo Martin Schulz el presidente del Parlamento Europeo, tras decir de Trump a las cámaras que “sus valores son contrarios a los nuestros”, para luego enmendarse en su comunicado oficial, asegurando que “la UE está lista para cooperar con el nuevo presidente”. Hace dos meses había dicho en una entrevista al semanario alemán Der Spiegel que “Trump es un problema para el mundo entero”.
El canciller alemán Frank-Walter Steinmeier había dicho hace semanas que Trump es “un predicador del odio”.
Más aplomada pero filosa, la canciller de Alemania Angela Merkel sostuvo que “Alemania y Estados Unidos están vinculados por valores, como la democracia, la libertad, el respeto del Derecho, la dignidad de las personas, independientemente del color de su piel, su religión, su sexo, su orientación sexual o sus convicciones políticas”. Sobre la base de esos valores, propone una “cooperación estrecha al futuro presidente de Estados Unidos, Donald Trump”, a quien felicitó por su resultado electoral.
Una semana atrás, el presidente federal alemán, Joachim Gauck declaró para la revista Der Spiegel: “No estamos en grado de decir qué puede esperarse de Donald Trump como presidente, y eso constituye un problema para mí, como para muchas personas tanto en Estados Unidos como aquí. Me siento inquieto cuando miro a lo que pasa en Washington”.
La Primer Ministro británica Theresa May felicitó a Trump y, al igual que Merkell dijo: “Gran Bretaña y los EE.UU. tienen una especial y duradera relación basada en valores de libertad, democracia y empresa. Nos mantendremos como socios fuertes en comercio, seguridad y defensa”.
Por su parte, la ultraderecha europea aplaudió. Marine Le Pen, candidata a presidente por el Frente Nacional celebró en twitter, “Felicitaciones al nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y al pueblo americano, libre”. El británico Nigel Farage descerrajó por la misma red social: “El 2016 pasará a la historia como el año de las dos revoluciones. El Brexit fue grande, pero parece que esto va a ser aún más grande”.
El holandés Geert Wilders, líder del Partido de la Libertad, promotor del Nexit, asesor de Trump y tan xenófobo y racista como él –y al tope de los sondeos de las elecciones de marzo próximo– exclamó, “Felicidades Donald Trump. Tu victoria es histórica y para todos nosotros”.
Los acuerdos de comercio, de cambio climático y de seguridad entre la UE y los EE.UU. tambalean con la llegada a la Casa Blanca de un líder tan desconcertante como antisistémico.
Su similar de Rusia Vladimir Putin ofrece al mundo la aterradora visión de dos zares repartiéndose Medio Oriente y otras zonas de influencia, luego de haber exterminado al ISIS.
Jan Techau, analista y director de la American Academy de Berlín dijo que “la seguridad europea está ahora en riesgo” y que esperaba “un terremoto en la OTAN”.
El secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg dijo que el “liderazgo de Estados Unidos es más necesario que nunca”. Stoltenberg recordó a Trump que la OTAN es “un compromiso solemne de defender al otro”. Europa ya adelantó tras el Brexit que se le abría la oportunidad de mejorar la cooperación en materia de Defensa.
La victoria de Trump podría hacer que esa oportunidad se convierta en necesidad. La ministra de Defensa alemana Ursula Ven Der Leyen dijo que había sentido “un tremendo shock”. La importancia del papel estadounidense en la OTAN es obvia, pero se puede explicar con números: casi el 75% del gasto militar de la Alianza Atlántica viene de Washington.
En línea con los que aplauden a Trump está el gobierno de Israel. El primer ministro Benjamin Netanyahu felicitó a Trump a través de un comunicado oficial: “El presidente electo Trump es un verdadero amigo del Estado de Israel y deseo trabajar con él para avanzar la seguridad, la estabilidad y la paz en nuestra región”.
En contraste con la alegría de las declaraciones israelíes, los palestinos se lamentan porque durante su campaña hizo promesas dirigidas a satisfacer a la derecha israelí. Entre ellas está la construcción de nuevos asentamientos israelíes en los territorios ocupados y que su primera visita oficial la realizaría a Israel.
Puertas adentro
Toda la estructura institucional norteamericana será puesta a prueba, en tanto es la que tendrá la responsabilidad de frenar los probables exabruptos del flamante presidente. Con mayoría republicana en ambas cámaras, Trump tiene empero, un Partido Republicano profundamente dividido desde la aparición de su candidatura. La campaña que lo depositó en la cima del poder tuvo un sesgo más parecido al populismo nacionalista europeo que al conservadurismo republicano estadounidense, eso alejó hasta a la familia Bush.
Es la unidad monolítica de los demócratas y parte de los bloques republicanos la que deberá contrarrestar medidas represivas a los grupos minoritarios a los que estigmatizó durante toda la campaña.
Es probableque su gabinete sea un rompecabezas del mundo privado, con pocos políticos de carrera, esos a los que atacó durante su campaña por no haber dado las soluciones que él sí va a dar. Todo indica que cuenta para problemas del siglo XXI con recetas del siglo XIX. Otros aseguran que estamos a las puertas de una Edad Media.