El 9 de julio de 1816 en la casona de Tucumán no es ni epílogo, ni comienzo, sino consecuencia y determinación de aquella auténtica Revolución acaecida en Buenos Aires el 25 de Mayo de 1810. Los valores y principios del Dr. Mariano Moreno deambulaban por el salón del Congreso, que a pesar de su dudosa muerte en altamar en 1811, estaba latente en alguno de los congresistas en aquellas jornadas fundantes en la gloriosa provincia del Tucumán, donde luego de un profundo debate se escuchó la voz potente del Presidente de la asamblea Don Narciso Laprida: “nos los representantes de las Provincias Unidas de Sudamérica, reunidos en Congreso General, invocando al Eterno que preside el universo, en el nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al cielo, a las Naciones y hombres todos del globo la justicia, que regala nuestros votos, declaramos solemnemente a la faz de la tierra que es voluntad unánime e indudable de estas provincias romper lo violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una Nación libre e independiente del Rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”…
Unos días luego, fue agregado a la ilustre declaración: “y de toda otra dominación extranjera”
Como diría ochenta años después el Dr. Joaquín V. González, fundador de la Universidad de La Plata: “es justo, decir que el congreso de Tucumán ha sido la asamblea mas nacional y más representativa que haya existido en nuestra historia”-
Para llegar a tan trascendente resolución debemos evocar el regreso del Teniente Coronel Don José de San Martin a su tierra natal en 1812 con el objetivo manifiesto de luchar por la libertad del Continente. Constituyó un factor clave a la augusta hora de las grandes decisiones. Así mismo, su amigo el Dr. Manuel Belgrano quien hubo tenido que bregar con misiones extremadanamente difíciles y al cual le debemos la creación de la Bandera Patria, en las Barrancas del Rosario, el epopéyico éxodo jujeño y las Batallas de Tucumán y Salta. Otro eslabón importante que antecede al Congreso independentista es la llamada Asamblea del año XIII que fuera convocada por el segundo triunvirato, para declarar la Independencia y sancionar una constitución, que si bien no pudo cumplir con esos objetivos, pudo desarrollar una tarea legislativa de clarísima orientación libertaria como fue la eliminación de toda referencia al Rey cautivo Fernando VII en los documentos oficiales, se estableció el himno del país, se acuñó moneda propia, se incorporó oficialmente el escudo nacional, se suprimieron los títulos de nobleza, se abolió definitivamente el tribunal de la inquisición, se prohibieron las torturas judiciales y se estableció la libertad de vientres, para las esclavas.
Pero hacia 1815 la realidad europea había tenido un cambio profundo por la derrota de Napoleón Bonaparte, resurgiendo las monarquías absolutas que se unieron entre sí para reinstaurar el anacrónico pero fortalecido régimen y combatir el pensamiento liberal, laicista y republicano, consolidando las monarquías anteriores a la irrupción Napoleónica.
El pacto del 26 de setiembre de 1815 firmado en París tras la Batalla de Waterloo, constituyó un poderoso aliado de Fernando VII y su voluntad claramente orientada a sofocar los movimientos independentistas de Hispanoamérica preparando una enorme flota con 20.000 soldados para terminar con los levantamientos desde México al Río de la Plata. Al momento de decidir el voto por la Independencia en Tucumán, todas las ex colonias habían sido recuperadas por la Corona española, con una sola excepción: Buenos Aires en el Estuario del Plata.
En ese marco de la situación política de Europa e Hispanoamérica es cuando los diputados representantes de las provincias firmaron el acta de la independencia un día como hoy hace 209 años; por la importancia, trascendencia y valentía de aquel selecto grupo de patriotas, a los cuales les debemos un homenaje fraterno y sincero, los mencionaremos en el presente. Francisco Narciso Laprida de San Juan, Mariano Boedo de Salta, Antonio Sanz de Bueno aires, José Darragueyra de Buenos Aires, Fray Cayetano José Rodríguez de Buenos Aires, Pedro Medrano de Buenos Aires, Manuel Antonio Acevedo de Catamarca, José Ignacio Gorriti de Salta, José Andrés Pacheco de Melo de chichas, Teodoro Sánchez de Bustamante de la ciudad de Jujuy, Eduardo Pérez Bulnes de Córdoba, Tomas Godoy Cruz de Mendoza, Pedro Miguel Aráoz de la ciudad de Tucumán, Esteban Agustín Gascón de Buenos Aires, Pedro Francisco Uriarte de Santiago del Estero, Pedro León Galeo de Santiago del Estero, Pedro Ignacio Rivera de Mizque, Mariano Sánchez de Loria de Charcas, José Severo Malabia de Charcas, Pedro Ignacio de Castro Barros de La Rioja, Jerónimo Salguero de Cabrera de Córdoba, José Colombre de Catamarca, José Ignacio Thames de Tucumán, Fray Justo Santa María de Oro de San Juan, Agustín Maza de Mendoza, Tomás Manuel de Anchorena de Buenos Aires, José Mariano Serraño de Charcas, Juan José Paso de Buenos Aires.
El juramento, voto y decisión de estos hombres íntegros y valientes nos han dejado un legado de libertad en circunstancias aciagas, poniendo en juego sus propias vidas y bienes.
Simultáneamente desde Cuyo el Gral. José de San Martin estaba organizando un ejército disciplinado dispuesto a lanzarse a la más grande epopeya militar de América cruzar la majestuosa Cordillera de Los Andes para dar batalla a las fuerzas realistas. La voz de Laprida leyendo el acta de la Independencia retumbó en el alma del Gran Capitán, como debe retumbar hoy 9 de Julio en todos los argentinos. Tal vez en estos momentos millones de niños en sus respectivas escuelas estén dibujando la fachada de “la casa histórica de Tucumán” de Doña Francisca Bazán de Baigorria, quien cediera
gratuitamente su vivienda para que se reunieran los diputados de las provincias a sesionar.
En esos dibujos maravillosos, donde no faltan los colores celeste y blanco, ni los faroles que irradian los tonos amarillos de la luz de la libertad, nuestros niños están absorbiendo un sentido patriótico de pertenencia ante todos estos sentimientos genuinos de argentinidad, debemos sentirnos interpelados para deponer actitudes y buscar los caminos comunes que nos conduzcan hacia un país fraterno, próspero, justo y libre.