jueves 9 de mayo de 2024
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El amague de Macri: si la tribuna protesta, cambiar de cancha

Parecía una sesión de la Cámara de los Lores. Nadie protestó, ni insultó, ni siquiera levantó la voz. La Asamblea legislativa escuchó al presidente de la Nación como en misa. No era lo esperado. Durante los días anteriores, Mauricio Macri había practicado su discurso inaugural del Congreso 2018 previendo interrupciones constantes. El media coaching indispensable para sobreponerse a gritos, quejas, diatribas para sacarlo de las casillas. Nada de eso ocurrió. La oposición estuvo silenciosa, prudente, educadísima.

Un clima lejano a las tribunas futboleras –y algún recital– donde los hinchas rugían el ya célebre “MMLPQTP”. ¿Espontáneo? Al comienzo, sin duda. Los arbitrajes grotescos benefician a Boca y Macri fue su presidente. La conclusión será equivocada, pero resulta inevitable.

Los cánticos de la hinchada, como las marchas, las huelgas o las puebladas suelen albergar un mix de espontaneidad y manipulación. Sólo lo ignoran los que no patean las calles de los barrios ni las tribunas populares. Muchos de esas aves exóticas son propagandistas del PRO.  Pero el presidente –afortunadamente para él y para su gestión– no pertenece a esa tribu despistada.

Cuando los memes atronaron, cuando las redes explotaron con MMLPQTP, la franja alcahueta de la opinión –todo gobierno la tiene, pero la actual sólo es superada en genuflexión por la obsecuencia al kirchnerismo– comenzó a poner el grito en el cielo. El efecto, previsible, fue un redoblar de canciones, sonatas, pianolas, coros y la canzonetta con la ya clásica tonada.

En ese momento, el ala populachera –que también vive en todo gobierno, hasta en el actual– cambió la estrategia y comenzó a viralizar, ella misma, cuanta versión tuvo a mano de MMLPQTP. La habilísima jugada desalentó a los más ocurrentes. La auto-burla desarma el clima criticón. Los destituyentes, aislados, quedaron en soledad y mordieron su decadencia.

Segunda lección: los quejosos siempre están en acción. De hecho, desde diciembre de 2015 hay grupos que desean, incitan y tratan de dar por terminada la gestión Macri. Están lejísimo de lograrlo, por el sencillo motivo que los ciudadanos, en su inmensa mayoría, no quieren eso.

Es algo que las dictaduras militares jamás comprendieron: siempre hubo militantes –al comienzo de cada dictadura eran muy pocos– que buscaban voltearlos. Pero las grandes movilizaciones y puebladas sólo llegaron cuando las gentes quisieron lo mismo que los activistas. La sordina se convierte en clamor cuando las banderas juntan multitudes. Se objetará que las masas sin conducción se disolverían. Eso ocurre en el laboratorio. En la vida real –especialmente en la América Latina del realismo mágico a la que nos hemos incorporado–, siempre habrá grupos contestatarios, quejas, ruido.

Un discurso vecinal

Los anuncios presidenciales fueron de gran modestia. Se podrá caminar por los eucaliptos de Campo de Mayo, entre otras simpáticas medidas de bajo costo.

Dentro del PRO defienden el vuelo bajo. El presidente –pontifican– debe compartir las expectativas de sus gobernados. Pequeños temas, cuestiones nimias en lugar de la Gran Historia. Que ya demasiado relato hemos sufrido en doce años…

Una parte del argumento es aceptable: la dirigencia no puede disociarse en exceso de su pueblo. Pero, como es dirigencia, se supone que debe mostrar un camino, un objetivo, un punto hacia la Argentina que se quiere construir.

Para gambetear la sostenida meseta de popularidad –que sigue perdiendo adhesiones, a un ritmo pequeño pero constante–, lanzó un tema de enorme peso social: la despenalización del aborto. Un debate indispensable desde hace demasiado tiempo.

Curiosísimo: el presidente, la vice, el jefe de gabinete, coincidieron en su oposición al aborto. Primera vez en la historia que un gobierno promueve una ley en la que votaría en contra. En fin, cosas del marketing. O, como diría mi tía, La necesidad tiene cara de hereje. Frase bastante precisa, parece, en el marco actual.

Igual no alcanza. Hace falta sostener valores que marquen un rumbo. O marcar un rumbo basado en valores.

En la cartelera de cines acaso el gobierno pueda bucear una respuesta.

Los dos Occidentes

Dado que el gobierno reitera con más entusiasmo que conocimientos su inserción definitiva en Occidente, hay dos películas que exhiben algunos de los diversos Occidentes.

Las Horas más oscuras muestran el ascenso de Winston Churchill como primer ministro británico, y su inquebrantable decisión de enfrentar a Adolfo Hitler. Churchill y Hitler personifican dos proyectos salidos del nudo de Occidente de los dos países europeos de mayor desarrollo económico e industrial. Muestra, también, como la idea correcta –enfrentar a Hitler– llegó a estar en minoría dentro de la élite británica. Y que Churchill impone la resistencia a Hitler contra su clase social y contra su partido.

Otra oposición, más moderna, se palpa en The Post. Las tensiones entre el Occidente abierto y libre –representado por la prensa a través del Washington Post y The New York Times y el sector liberal de los tribunales– contra las mentiras sostenidas por el gobierno más poderoso de la tierra, el Pentágono y un sector de la judicatura. El recuerdo al fallo que declara que los tribunales y la prensa están para defender al pueblo norteamericano, y no para cubrir a los gobernantes.

Al final, siempre hay dos Occidentes. En Europa o en los Estados Unidos.

Cuando se acaben los conejos y las estratagemas, las habilidades comunicacionales y los media coaching exitosos, habrá una opción final, ¿qué Occidente elegirá la Argentina?

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