Hugo Moyano, el gremialista argentino más omnipotente de las últimas décadas, quien prometió una protesta grave contra el gobierno durante febrero acaba de pasar el límite de la prudencia política . Declaró, casi en el mismo tono que el ex juez Eugenio Raúl Zaffaroni: “Al Gobierno les queda poco tiempo, están fracasando y no tienen respuesta”.
Moyano no oculta desesperación: investigado en sus actividades privadas y en sus manejos monetarios bastante oscuros está repitiendo los mismos conceptos en los que se solazan los kirchneristas que desearían que el Gobierno se deshilache mágicamente ya mismo.
No es azarosa la presencia de gremialistas de la corriente kirchnerista que ahora endiosan y permiten que Moyano no quede solo. Pero un gobierno no se derrumba porque un caudillo como el líder camionero quiera o un grupo minoritario del peronismo lo desee.
Detrás del gobierno actual hay instituciones democráticas, está el Parlamento, decenas de organizaciones, una alianza política importante y un respaldo popular que hoy ha bajado desde alturas envidiables tras dos años de gobierno al 40% de la población. Han incidido en la caída aumentos importantes y drásticos en los servicios y una pérdida de fe en torno a algunos funcionarios. Y fatiga en ciertos discursos. Moyano como Zaffaroni son golpistas.
Además Moyano ha debido meter su filoso orgullo saber que dispone de un arma peligrosa como es parar la actividad económica dando órdenes a su gremio en el bolsillo. Porque gran parte del gremialismo no lo apoya. Y eso amenaza la estabilidad elemental de la CGT. Los sindicatos que empujan el diálogo con el Gobierno y tienen puentes de negociación huyen de toda posibilidad de protesta.
Héctor Daer, líder de Sanidad, quien formaba parte del triunvirato que representaba a la central gremial afirmó, sin vueltas : “No vamos a poner a la CGT al servicio de ningún gremio ni dirigente”. A Daer se suman los gordos acuerdistas, la Uocra y otros de peso gravitantes. Más claro imposible. La soledad del impetuoso no es recomendable.
El paro de Moyano está ganando muchas páginas de los diarios y comentarios frecuentes. Es una verdad irrefutable que su liderazgo sea vapuleado por la opinión pública que tiene una pésima imagen del gremialismo en general. Que no es de ahora sino que se viene arrastrando históricamente. A quienes identifican como dueños de inmensas fortunas para nada claras. Las últimas redadas e investigaciones han determinado en tan solo contados casos que los gremialistas participantes de la ilegalidad eran adictos al apriete, al comportamiento mafioso, a la prebenda inexorable o directamente a los carteles de la droga. Guardaban millones en sus casas, se paseaban en autos de lujo, compraban mansiones.
¿Por qué el gremialismo, en general, esta ligado a la ilegalidad y a la desconfianza social? Eso no ocurrió en el nacimiento de este tipo de organizaciones donde jugaron un papel clave los socialistas alemanes que vinieron con la inmigración, los italianos y españoles anarquistas (tuvieron su centro en la FORA, Federación Obrera Regional Argentina) y los comunistas que hicieron pié en el gremio de los trabajadores de los frigoríficos. Fueron tiempos de pureza en los pensamientos de la redención en las luchas obreras, con y sin desbordes. Todo aquel mundo se fue diluyendo en la década del treinta, con la crisis mundial y nacional (que si bien fue corta fue muy profunda) y , tras la revolución nacionalista de 1943 la aparición de Juan Domingo Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Con la Presidencia de Perón los gremios tomaron vuelo y participación, decisivo en su gobierno corporativista. Tras el golpe que derrumbó el período peronista vino la resistencia donde los obreros tuvieron gran presencia y luego se consolidaron gremios de gran poder. Lorenzo Miguel, en metalúrgicos, los asesinados Augusto Timoteo Vandor y José Alonso (Textiles). Vandor le disputó las primacía al mismo Perón, Vandor se puso traje y corbata en la asunción del gobierno militar de Juan Carlos Onganía, y José Alonso mantenía amplio diálogo con los empresarios.
Fue Lorenzo Miguel quien volteó en una gigantesca manifestación al ministro de Economía Celestino Rodrigo (el Rodrigazo) y a la mano derecha de Isabel Perón y organizador y conductor de las Tres A de José López Rega. Entonces, en tiempos en que Lorenzo Miguel manejaba un gremio de 600.000 afiliados (hoy apenas llegan a 50/60 mil) el gremialismo fue el eje del poder que mantuvieron por varias décadas más.
A varios gobiernos democráticos les hicieron la vida imposible. Pero con las crisis económica perdieron poder y megalomanía. Algunos utilizaron los fondos de los gremios para enriquecerse. Hubo, hay, dirigentes dueños expertos en el cuidado de caballos de carrera, patrones de estancias, autores de dispendiosas decisiones.
Más allá de las amenazas de Moyano y su compañía populista, Macri enfrenta un próximo semestre bastante complejo. Su primer paso fue reducir el tamaño del Estado. En diciembre de 2016 había autorizado que ese Estado se duplicara en tamaño, en medio de una organización superflua y proclamar con ello un ahorro de $ 1500 millones. Elogiosa medida pero de escasa repercusión frente al tumor creciente del déficit fiscal y la deuda externa.
En gran parte, con la racionalización dejó en la calle a gran cantidad de militantes del PRO, que se habían sumado al Estado sólo por su adhesión política. A ello Macri sumó la decisión de congelar salarios y el cese de la presencia de los familiares de ministros con cargos jerárquicos, un nepotismo que no se diferenciaba de otros gobiernos que el PRO criticó oportunamente.
Al Presidente le falta superar otras dificultades internas y externas a su mundo político. En Cambiemos hay mar de fondo con varias disposiciones ya tomadas. El caso Triaca ha tenido a varios dirigentes a muy mal traer. El regreso de Lilita Carrió al ruedo tras sus vacaciones augura enfrentamientos por cuestiones pendientes. Y el balance de las giras mundiales del responsable de la Casa Rosada no aportan todos los resultados que se buscan.
El presidente está desencantado. El esfuerzo de seducción y el traslado ganando largas distancias es grande para lo nulo que se consigue. Las inversiones no llegan en tanto se agudiza el déficit de la balanza comercial. ¿Qué están esperando los empresarios?. Pero no sólo los del extranjero sino los locales. De los involucrados en tramoyas con el gobierno de Cristina Fernández, especialmente los dedicados a la obra pública, no se habla, ni se los investiga y la Justicia no ha abierto la boca acerca de sus actividades.
Se habla de una mejora en los datos de la industria local pero ello no ha generado más puestos de trabajo. Si hubo recuperación en algunas áreas ha sido en el empleo público, especialmente en las provincias, en el personal doméstico ( más blanqueado que antes) y entre los monotributistas.
Como si fuera poco llegan expertos del exterior y dan sermones. Un caso fue el conocido Jeffrey Sachs que siempre estuvo ligado a anteriores equipos económicos, economista de Harvard, quien espetó: “A Macri le recomiendo visión de largo plazo y consenso social para avanzar”.
Publicado en El Cronista el 6 de febrero de 2018.
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