domingo 13 de octubre de 2024
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Un libro no puede cambiar la historia

El 2017 fue un año malo para la industria editorial argentina. Salvo excepciones, alguno que otro éxito, las ventas se concentraron especialmente en las novelas policiales, en las de amor, en las de horóscopos, en las religiosas, en las de temas vinculados a distintos deportes y héroes de la pelota.

El bajón no tiene nada que ver con el de otros países, donde los mercados son más amplios, donde se promueven los productos por todos los medios posibles. Hay registros poco simpáticos en España, en Francia y hasta en los Estados Unidos. En este último caso las librerías cierran por la alta competencia de las compras por medios electrónicos. Pero, en general, la crisis se viene arrastrando desde hace un tiempo en forma paralela al encarecimiento de los libros, al hecho mismo de que se lee menos en papel y un poco más en Internet. Las encuestas señalan que el lector de antes ya no tiene tiempo pero ¿será así? ¿o porque está menos motivado?

Una consigna en la industria es que el libro no asuste con dimensiones grandes, que no impresione. Sin embargo, trabajos históricos sobre el siglo XX o novelas de autores conocidos, respetados, con lectores leales, tienen circulación y son bien aceptados por el público.

La pregunta se arrastra desde hace tiempo pero sigue teniendo valor : ¿Un libro puede cambiar la historia de un personaje, o de un episodio criminal, o de un juicio en los tribunales que tiene repercusión popular? ¿ Puede alentar un proceso político ? No hay respuestas terminantes, pero de algo sirven esas páginas. Algo ocurre y provoca. Un libro puede ser una bomba de tiempo o simplemente un juguete. A Gustave Flaubert lo llevaron a juicio por Madame Bovary, porque dañaba las “buenas costumbres” y ponía en cuestión la fidelidad matrimonial burguesa. Frente al tribunal, un juez con el rostro enrojecido por la ira preguntó al acusado : “¿Pero quién es Madame Bovary”. Calmo, Flaubert, conocido por su bonhomía contestó “soy yo”. Por supuesto: no mintió, había surgido en su imaginación, en su poder creativo. No pudieron condenarlo.

Muchos acusaron a Dostoievsky de “perdido”, un borracho marginal, un jugador enfermizo. Era todo eso pero sólo alguien que conozca en profundidad la naturaleza humana, como él pudo haber escrito Crimen y Castigo o Los hermanos Karamazov. Sin un increíble humanismo y una shockeante experiencia personal, Lev Tolstoi no pudo dejarnos La Guerra y la Paz. Fue Tolstoi el padre del pacifismo y logró hacer escuela aun sin conocer a sus discípulos a lo largo del siglo XX.

En los últimos días dos libros han dado que hablar. Uno fue Fuego y Furia, del periodista norteamericano Michael Wolff, quien aún carente de buen profesionalismo ha logrado poner desnudo al presidente Donald Trump frente a la sociedad estadounidense. Es un niño caprichoso, un egocentrista peligroso, en donde está vigente la propia salud mental del veleidoso habitante de la Casa Blanca. Para contestar, Trump destrozó los principios elementales de la comunicación pública. No negó nada, pero se exaltó a sí mismo por su “estabilidad mental” y por triunfar en los negocios. Todo un enredo cuando en los medios políticos se habla de un pronto impeachment de Trump por sus conexiones íntimas con los rusos. El libro ya agotó un tiraje (que en Estados Unidos son millonarios) y seguramente irá por renovadas ediciones.

Fuego y Furia vino a confirmar ante la opinión pública los detalles cotidianos de un Jefe de Estado que es un peligro, una bomba de tiempo en todos los sentidos imaginables. Racista, aislado del mundo y de sus máximos representantes, hombre reaccionario de conceptos antidiluvianos, con ganas de apretar los botones nucleares, cuando se le antoje.

En la Argentina sorprendió la aparición del libro Milagro, de la escritora argentina que vive en Francia Alicia Dujovne Ortiz, con prólogo exaltado de Adolfo Pérez Esquivel, que gira en tono laudatorio en torno de la figura muy polémica de la dirigente jujeña Milagro Sala. Alicia se alejó de Buenos Aires, en plena Dictadura, en 1978, como corresponsal de lo quedaba del diario La Opinión y con la ayuda económica personal del político y empresario Emilio Perina .

Alicia, consagrada a través de varios premios, es autora de bellos libros autobiográficos, vinculados a su familia, a las correrías de su padre (un dirigente comunista, luego desplazado, asesor de políticos bolivianos) a la prostitución en la Argentina,a determinada figura mística, a María Elena Walsh, a Maradona, a Eva Perón. Y a sus amores.Tiene un estilo cálido, directo, muy feminista por momentos. En todos hay bastante exaltación de su ideología de izquierdas, ahora volcada a admirar a una líder populista irrecuperable.

No es de extrañar que ya maduros ex-militantes de los partidos de izquierda hayan adherido a Néstor Kirchner porque “detrás de él estaba el fervor popular”. No les importa/ba la corrupción reinante, una conducción demagógica-mentirosa de las problemáticas sociales pero sin solucionar la pobreza (hoy, en la Argentina, los pobres suman 14 millones de personas, una tercera parte de la población) pese a conquistarlos con millonarios subsidios que afectaron todos los puntos de equilibrio de la economía.

Milagro (de Ediciones Marea) tiene su correlato en la edición en francés Letincelle dun peuple de Ediciones des Femmes, con fecha de salida en noviembre de 2017. Es decir : Dujovne Ortiz consiguió dos ediciones con un solo tiro. Más una salvedad: el libro en francés sirve como factor de propaganda en todos los ambientes intelectuales, frívolamente progresistas, que todavía quedan en el país galo y en Europa, los mismos que fogonean la victimización de la dirigente jujeña.

Para Dujovne Ortiz, Milagro Sala es la representante de un pueblo históricamente desplazado, víctima por ser “coya” ( en una provincia donde las clases altas y media no quieren a los “nativos” porque son malolientes, dice). Construyó viviendas a su antojo y según lista propia, con ayuda del kirchnerismo, más lugares de recreación . Y ahora se define como una perseguida política,maltratada por las carceleras y estigmatizada por el sistema. Milagro es para Dujovne Ortiz una heroína, una luchadora por los derechos de los desplazados. Todo aquel que la cuestione es un neo-liberal destructivo. Un macrista sin corazón.

Dujovne Ortiz ha escrito lamentablemente su libro con una parcialidad que asombra, sin indagar a fondo. Lo único que le importa son sus propias emociones o “vibraciones políticas”. Despotrica contra el gobernador Gerardo Morales como si fuera el victimario, desconociendo todo el proceso que ha llevado a Milagro al encarcelamiento o al encierro.

Sala fue dueña de un “gobierno paralelo” ( Los Villeros de la Tupac Amarú) que hacía y deshacía en Jujuy como se le antojaba. Toda una señora verdugo, injusta y veleidosa, jefa de un ejército uniformado y obediente, dispuesto a todo. Más allá de los sumarios judiciales. la Auditoría General de la Nación, que está detrás de sus actos desde 2012, la investigó por lavado de dinero, a partir de las dudas sobre el manejo de fondos destinados a la construcción de viviendas, al retiro de cheques oficiales para evitar la bancarización . Los delitos comunes y los fraudes de Milagro han sido mostrados públicamente. No es redimible.

Publicado en El Cronista el 10 de enero de 2018.

Link https://www.cronista.com/columnistas/Un-libro-no-puede-cambiar-la-historia-20180110-0022.html

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