Luciano Olivera es autor de Aspirinas y Caramelos, productor, guionista y director de televisión. Dirige “Zoomin contenidos”. Está iniciando la etapa de preproducción de una biopic sobre la vida de Raúl Alfonsín. Su mirada sobre los años setenta, reflejada en su libro, nos trasladó a una infancia lejana pero presente. Dialogamos con él en una charla amena en la que se reflejan los recuerdos de una generación.
Leyendo la nueva edición de Aspirinas y Caramelos, recordé un comentario que me hizo un editor cuando se empezaron a publicar ficciones sobre los años setenta de que faltaba todavía una visión amable de la época, sin hacer foco sobre la represión o en la resistencia. Y me encontré con que tu libro sin quererlo podría llegar a ocupar este espacio. No sé si fue tu intención o salió así, de ocupar el espacio vacante de una mirada diferente acerca de esos años.
Sí, un poco fue la intención. Tengo una visión que excede el libro, tiene que ver con una mirada más general. Creo que hay una creencia vinculada a que todos vivimos lo mismo, todo el tiempo, no importa la edad que hayamos tenido, ¿qué quiero decir? Los setenta tuvieron un color, y ese color o esa atmósfera por supuesto que estuvieron teñidos por la violencia política. Ahora, la verdad que no es lo mismo como vive cada uno ese mundo de violencia política, incluso de un modo relativamente cercano, porque yo lo tuve cerca, en el libro esta relatado. ¿Lo vive igual un grande, un adulto, un adulto mayor, un tipo que milita, uno que no, un nene? Yo era un nene, entonces mi mirada, mi visión como nene de esa época es una visión futbolera, desde abajo, desde la altura de un nene que por ahí escucha, que hay secuestros, o la masacre de Ezeiza, o que casi le cagan a balazos al “viejo” en la puerta de la casa, o la muerte de Perón. Aparece porque era la atmosfera de la época, pero no con enojo porque yo no sabía ni me importaba la política, tenía seis años, a esa edad uno no busca a los culpables de esas cosas, entonces, si querés, lo que hice fue no acelerar los tiempos de un modo ficcional. Yo me pude enterar de cosas más adelante, pero en ese momento no, entonces retrate un momento en el que se vivía duro, fuerte, sin duda, pero sin buscar culpables, sin señalar porque los nenes no señalamos esas cosas, en todo caso señalamos el auto que nos pisó la pelota cuando se nos fue a la calle, pero no al culpable de un crímen que no conocemos ni entendemos.
Te siglo desde “Cemento” (risas), desde cuando arrancás con el blog y el hecho de formar parte de una familia anónima, como muchos de los que nos iniciamos en la política en los ochenta, nos sentimos más identificados con esto que decís de no señalar culpables o comprender las cosas desde el lugar del niño que es muy diferente a otros niños que sí ya venían con una socialización o formación familiar que los llevaba a pensar de otra manera.
Lo de la familia anónima está bueno porque en definitiva cuando sos anónimos sos un tipo común, estás más sometido a las normalidades y no a los extremos de las cosas. Acá hay una pequeña trampa porque si bien en mi caso efectivamente prevengo de una familia anónima, mi viejo era periodista y eso le daba acceso a algunas informaciones y algunas cosas que yo escuchaba de chicos que no era tan del común de la gente. Yo escuchaba sobre intentos de golpe de Estado, en mi casa de eso se hablaba con información, mi viejo venía y había estado a la tarde no sé, con el Jefe de Estado Mayor Conjunto, por su trabajo de periodista, entonces recibía información que entraba, se procesaba, pero no era algo que a mí se me fuera impuesto. A eso voy, en eso si hay algo de lo anónimo, porque es verdad si vos formas parte de una familia militante creces más cerca de una idea. Yo crecí en la casa de un periodista, entonces escuchaba campanas de un lado y del otro todo el tiempo, y la verdad que mi viejo tenía una mirada recontra crítica de la Triple A, de Montoneros y de todos los que usaban la violencia. Ni que hablar de la violencia de Estado, de la represión. Si querés, crecí en una casa en este sentido, no sé si llamarlo equilibrado porque capaz es un poco exagerado, pero donde se escuchaban esas dos campanas: “Che que horror esto pero también que horror aquello otro”. A mis viejos les parecía mal que alguien le pusiera una bomba a un tipo y mucho peor aún que el Estado secuestrara gente. De eso sí se hababa, eso sí escuchaba y sí entendía. Y después me iba a jugar a la pelota.
Hay algo que me llama la atención repensando ahora el libro y es que si bien tomas muchos iconos culturales de la época, el fútbol, la vida en familia o el PRODE, no encuentro presencia del cine, siendo que hay tanques como La Guerra de las Galaxias o las mismas películas de Los Superagentes…
Es verdad, pero solo te podría decir que me parece que es una omisión, porque el cine era algo presente en mi vida, a mí me gustaba mucho, me llevaban y también salíamos de más chicos solos. Fui al estreno de La Guerra de la Galaxias solo, al cine de la calle San Juan, que ya no existe más. Recuerdo que se yo, llorar como un bebe cuando separan a Dumbo de la mamá. A mí me llevaban mucho y ahora los chicos ven los dibujos animados en los celulares, en las tabletas, pero nosotros veíamos esos dibujos en el cine: Los Aristogatos, 101 Dálmatas o La noche de las narices frías (la versión de nuestra época). Debe estar mencionado lateralmente, pero la verdad es una omisión porque me hubiese gustado el recuerdo. Si hay una tercera reedición le agregaría un capitulo.
Sirva de introducción para charlar sobre el rol de productor de cine. Te involucrás en algo nuevo, que trasciende tu trabajo de productor de televisión aunque ya habías filmado un corto, pero pasás a ligas mayores produciendo una biografía de Alfonsín, casi una continuación del libro, teniendo en cuenta que llega hasta inicios de los ochenta. Suelo dividir en tres etapas la vida de Alfonsín, la primera más parroquial, antes de ser el líder que fue, la segunda un presidente moderno, adelantado a su época y tal vez la última con un liderazgo más conservador, menos apegado al tiempo que le tocó vivir en la vuelta al llano ¿Qué Alfonsín imaginás para tu película?
No vamos a inventar un Alfonsín, vamos a tratar, espero que nos salga, de ser fieles a los idearios que mantuvo, que es verdad que cambiaron, y eso me parece un valor, porque la verdad que la gente que mantiene toda la vida una idea, si esa idea está equivocada… ¿Qué problemón, no? Alfonsín fue un tipo que entendió los cambios, con ideas y modos que demostraban que era permeables a los argumentos, y eso es una cosa interesante. Como vos también tengo momentos, no sé si exactamente los mismo, yo creo que hay una primera instancia de un Alfonsín que se asoma a la política sin saber muy bien exactamente para qué, pero que sí entiende que se va a meter en un mundo constantemente amenazado por la interrupción militar, entonces abraza rápidamente una intención republicana. Pero muy metido hacia dentro de la vida del partido radical bonaerense, es un tipo de comité claramente.
Algo muy difícil de entender hoy, donde los partidos son otros partidos o están desdibujados dentro de otras organizaciones.
Digamos que primero hay una construcción de un dirigente que empieza en un pago chico, con problemas chicos pero con un discurso que demuestra que estaba mirando más allá. Eso nos llamó mucho la atención en la investigación, que había una mirada de preocupación por casos más globales o generales, y una rápida toma de posición justamente con algo vinculado a lo que decíamos antes de los setenta. Se ocupaba personalmente de ir a buscar a militantes y convencerlos de que no abrazaran la lucha armada. Era un convencido de que esa no era la salida, en un momento donde el romanticismo llevó a muchos chicos a correr los riesgos que una lucha armada tenía, o a perder la vida. Ese me parece que es un primer Alfonsín que nosotros vamos a contar lo más fiel que podamos. Luego está el Alfonsín que llega a la presidencia, esos años son los más ricos y los más interesantes para correr el velo, para ver que había atrás de todo eso, porque hoy es más fácil enterarse de que piensa el Presidente a la mañana porque lo publica en su Instagram. En aquella época los velos del misterio eran mayores. En la película vamos a encontrar a un tipo de mucha acción. Alfonsín era un tipo de acción, un tipo con ideas pero apasionado por llevarlas a la práctica. Y por eso toma decisiones que comprometen seriamente el equilibrio que el mismo pretende sostener, el de la consolidación de la democracia. Cuando toma la decisión del Juicio a las Juntas, afecta profundamente el consenso de cierta pacificación entre comillas, como quería en aquel momento el círculo rojo de la época, que era amnistía y darle vuelta a la página, borrón y cuenta nueva. Y vemos a un tipo que ya a cargo, pone al país frente a una encrucijada muy fuerte, que es decir “acá no hay borrón y cuenta nueva, vamos a juzgar a los responsables por los crímenes de lesa humanidad” y ahí se reconfigura una situación que además es señera en toda Latinoamérica. Los militares, que creían que podía haber alguna posibilidad de que viniera fuese un tiempo de olvido, de repente se ven acusados y eso generó un malestar interno con el que convivió durante seis años de gobierno. Ahí está el tipo de acción que se compromete ante una causa, más allá de que luego vendrán el Punto Final y la Obediencia Debida, pero los principales responsables siempre van a quedar juzgados, detenidos, condenados. Luego serán amnistiados por Menem, indultados. Pero él nunca dio marcha atrás en ese punto. En la película van a ver una atmósfera de una lucha casi bélica, porque se enfrentaba a poderes que tenían fusiles y que se levantaban contra la democracia con tanques, helicópteros, aviones, barcos y odio.
Sí, en plena Capital Federal, en Luis María Campos y Fitz Roy, no en un regimiento olvidado en el sur, a cuarenta cuadras de la casa de gobierno…
Fueron años en los que vivimos en peligro, esperamos que la película retrate ese momento porque la verdad que fueron años muy peligrosos.
Recién señalaste algo acerca de su preocupación, de su mirada acerca del mundo antes de llagar al poder, y es que Alfonsín, a diferencia de otros dirigentes radicales, había viajado. Por ejemplo, Balbín sale por primera vez del país en 1979 casi al final de su vida, y Troccoli, que es su Ministro de Interior, sale por primera vez del país para firmar un convenio en Uruguay. Qué importante que es esa mirada internacional.
Muy importante, Alfonsin efectivamente había viajado, como bien decís, había conocido Europa, la Europa comunista, tenía un registro muy interesante. Alfonsín hablaba de una confrontación que para él no era este-oeste sino norte-sur. Veía el espacio de los poderosos ocupados por tensiones secundarias o armadas y que la verdadera tensión estaba entre ricos contra pobres. Una mirada muy humanista de la historia, o del presente, que luego consolidó como Presidente cuando viajo y observó mundos poderosos de diferentes ideologías, pero mundos poderosos que miraban hacia el sur como los lugares en donde poner más fichitas en un TEG. Eso lo expresó mucho antes de ser candidato, lo demostró con un gesto muy conocido que lo enaltece al negarse a viajar a Malvinas cuando fue el inicio de la guerra, cuando la Multipartidaria viajó a darle el apoyo a los militares. Lo expresó en la campaña, en el cierre en el Obelisco, cuando dice “hoy el Imperialismo acaba de apoyar sus garras sobre Granada”, porque el gobierno de Reagan la había invadido esa tarde. El tipo que tres días después iba a ser elegido presidente hablaba de imperialismo, garras, una retórica fuerte para acusar a una potencia mundial como opresora. Lo que hoy sería visto como antiguo, en aquel momento fue fuerte. Hay un cronista que trasmite para los Estados Unidos que dice unos días antes de la elección “se perfila como ganador un abogado de centro izquierda llamado Raúl Alfonsín, con un pasado marxista-leninista”. Puede sonar como una locura, pero así fue visto el arribo de Alfonsín y su gobierno por los Estados Unidos. Alfonsín tenía ese mundo en la cabeza, el mundo de la guerra fría, el mundo de las potencias peleándose por el poder, y tenía claro que en ese mundo el sur no jugaba, excepto como actor de reparto. Por eso el impulso al Mercosur y al Movimiento de No Alineados o el Grupo de los 6, que de hecho inaugura una realidad socio-política en Latinoamérica muy novedosa en esos años, la de desalinearse de los bloques grandes y empezar a jugar en un bloque propio. La construcción de este primer Mercosur es algo muy llamativo para la época, muy moderno e incluso ejemplo para las construcciones económicas de otros lugares más evolucionados del mundo.
Veo jóvenes que no lo conocieron pero que son alfonsinistas de la primera hora, y pensando en el libro y en la película, ¿cómo crees que le va a llegar a ese tipo de jóvenes estas historias?
Tengo la sensación de que es un muy lindo momento para esto en el mundo, no solo acá. Hay mucha gente que está tratando de entender lo que pasa, buscando reafirmar que hay un pensamiento democrático, progresista y si querés de centro izquierda posible y que tiene pasamientos populares importantes y no necesariamente populistas o surgidos de expresiones de outsiders, que puede venir desde dentro de la vida tradicional de los partidos políticos. Por caso, el fenómeno de Trump en los Estados Unidos puso en evidencia que no es lo mismo ser un republicano que un demócrata, uno es ingenuo cuando dice “después se ponen de acuerdo en los grandes temas”. No, no se ponen de acuerdo, hay cosas que son distintas. Por ejemplo la agenda verde o de ir hacia un mundo eléctrico, que impulsó Obama o el Obama Care que hoy son completamente demonizados por una agenda completamente distinta que es la de los hidrocarburos. Creo que hay muchos jóvenes que pueden ir a ver esta película y se van a encontrar con una reafirmación de lo que sospechan, que había otros caminos y que hay otros caminos, que no es todo blanco o negro o que los grises son todos unos estúpidos. La construcción de una salida integradora, de un movimiento de raigambre popular con un apoyo enorme de millones de personas, pero a la vez respetuoso de las instituciones, con valor por el debate, con una mirada pacifista no revanchista, pero con un profundo interés por la aplicación de justicia a los culpables. Me parece que en eso se puede decir: “ah mira, yo creía que esto podía ser y una vez existió, y no en un modelo ideal de país hace cinco mil años en algún lugar, sino hace treinta años acá en mi país”. A mí me parece muy instructivo para los jóvenes poder ir a ver esta película hoy, van a encontrar un modo de hacer las cosas que es muy inspirador y van a encontrar un líder de esos que uno puede alcanzar y además con unos cojones barbaros. Me parece que ahí, en los jóvenes, la historia de Alfonsín tiene mucho potencial. Que la película dialogue, que les demuestre que no son cosas viejas, que pasaron acá nomas y estamos a tiempo de recuperarlas.
Contaste en el libro los años setenta, en la película vas a contar los ochenta, ¿en que formato van a ser los noventa?
No me sale contar los noventa. Sí me sale, lo primero que te diría es que yo los contaría desde el amor, los noventas en mi vida significaron una mirada más individual, fueron años más para adentro, los de construir el espacio propio, de la familia. Con los setenta me pasó porque fue mi infancia. Con los ochenta a partir del proyecto de contar la vida de Alfonsín, se me impone como algo que ya es parte de la historia común. Pero los noventa siento que es una experiencia más personal, y si querés de un grupo del que formamos parte juntos y que alguna vez podría ser parte de alguna historia ¿por qué no? pero no se me ocurriría hoy como contarlo. Paso.
Te agradecemos mucho y nos vemos en el estreno de la película.
Si señores, están invitados.