sábado 21 de diciembre de 2024
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Ana María Rozzi de Bergel: “Las críticas a La lección de anatomía venían primero de las agrupaciones religiosas”

Se presenta una nueva puesta de La lección de Anatomía, la obra con más funciones en nuestro país. ¿Que significó en su primer estreno y que vigencia tiene en la actualidad?

En su primer estreno, la obra sacudió con vigor al público y fue un acontecimiento teatral impactante para los artistas del medio. Todos nos preguntábamos hasta qué punto esto no había sido originado por las condiciones sociales y políticas del momento del estreno, pero a través del tiempo, nos dimos cuenta de que las temáticas de la obra y la forma como están expuestas la despegaban de circunstancias históricas o regionales.

En la reposición este año, luego de haberse bajado de cartel en 2008, el interrogante era si mantendría su vigencia. La noche del estreno supimos que así era. Lo que más nos asombró fue el interés de los jóvenes por la obra y su emocionada reacción ante ella. Conozco la obra de memoria, pero esa noche me impactó como si la viera por primera vez. Pasé parte del tiempo mirando al público y era como estar en Theatron en 1973.

La obra se mantuvo en cartel incluso durante los más duros años de la dictadura. Como una historiadora del tema, ¿por qué cree que pudo evitar la censura de los años oscuros?

Sobre ese tema hay dos teorías. Se especula que tal vez La lección de anatomía ya era un fenómeno de tanto peso en 1976, que los dictadores no se animaron a prohibirla. Otra versión es que en 1972 un censor que veía el ascenso del peronismo decidió dejar que fueran los peronistas quienes decidieran, no para no comprometerse, sino para regalarles un problema.

Sin embargo, la obra sufrió algunos ataques menores. La policía irrumpía en las funciones para pedir documentos o les cruzaban patrulleros a la entrada de la galería donde estaba el teatro, para intimidar al público. Las actrices fueron obligadas a sacar libreta sanitaria como las “alternadoras”. Es curioso, pero las críticas más feroces y las intimidaciones más fuertes no vinieron de los dictadores, sino de agrupaciones religiosas y no por el desnudo, sino por la forma como la obra presenta la programación de los jóvenes por parte de los padres y las instituciones.

Se especula que tal vez La lección de anatomía ya era un fenómeno de tanto peso en 1976, que los dictadores no se animaron a prohibirla.

¿Cuáles son los motivos para que la misma se presentara con éxito tanto en teatros de nuestro país, como de Latinoamérica o de Europa?

En mi libro Desnudos, amados y censurados dedico varios capítulos a este interrogante, pero intentaré resumir aquí algunas respuestas: la obra presenta conflictos humanos descontextualizados, no tiene personajes fijos ni línea argumental rígida, transmite más con los ritmos y la expresión corporal que con el texto. Esto hace que se concentre más en la persona que en las condiciones sociales, políticas o históricas; la hace más universal y también permite que cada espectador vea una obra distinta, aquella que crea en su mente.

¿Que fue el TIM teatro y cuáles las líneas de continuidad de creación artística con La lección de anatomía?

El TIM Teatro fue un grupo contestatario e iconoclasta en su momento. Se opuso al naturalismo en su teoría de la actuación y rompió muchas convenciones de la puesta en escena; principalmente, las del basamento literario del teatro. En mi libro TIM Teatro, el audaz magisterio, explico las teorías y concreciones del grupo.

La lección de anatomía representa a la perfección las ideas del TIM, que eran las de su director, Carlos Mathus, y su equipo. Siempre he creído que la obra es un tratado de principios teatrales del TIM y Carlos decía que había puesto en escena solamente dos obras en su vida (en realidad fueron más de 50): “Las sillas”, de Eugene Ionesco, y “La lección de anatomía”. La puesta de Ionesco fue más bien una adaptación suya y en ella plasmó sus ideas de la “no-actuación”, el rol de la expresión corporal, el escenario despojado que se transforma en distintos espacios, la ropa neutra para que los intérpretes puedan liberar sus medios expresivos, la musicalidad y los ritmos como códigos de comunicación. En La lección de anatomía lo hizo de nuevo y esta vez, también como autor.

En algún breve momento, el TIM ancló en el Di Tella. ¿Puede considerarse que el TIM fue pionero en la vanguardia artística antes incluso que los Ditellianos?

No me animaría a trazar una línea de tiempo y decir quién fue primero. El hecho es que cuando llegamos al Di Tella ya se nos consideraba vanguardistas y por eso fuimos incluidos en la programación. Recibimos muy poca influencia de lo que estaba pasando en el teatro en ese momento, porque ya estábamos muy firmes en una línea de experimentación y búsqueda “de un lenguaje propio”, como habíamos dicho en los principios fundacionales del TIM.

Carlos Mathus y su grupo son rosarinos. ¿La instalación en Buenos Aires implicó riesgos o se dio de manera natural?

Todos tomamos riesgos. Dejamos atrás casa, familia, amigos, empleos. Como individuos, el riesgo era no poder sostenerse y tener que volver. Como grupo, el riesgo era desaparecer. En Rosario teníamos una sala, lugares de reunión, un público que nos seguía, maestros que se acercaban y nos daban clase gratis, hasta teníamos los bares El Cairo, Laurak y Villamil… Irnos fue un acto de gran audacia.

El TIM no tenía posición político-partidaria y no creía en el teatro que enviara mensajes sociales o políticos explícitos, o que tuviera una intención didáctica, pero esto es también, por supuesto, una posición política.

¿Cree que tanto el TIM, como su creador o la misma obra La Leccion… están lo suficientemente valorados por los historiadores y los críticos teatrales?

En parte, escribí sobre el TIM y La lección de anatomía porque creo que no se los valora lo suficiente y que en cierta medida el éxito de Lección se tragó toda su historia anterior. También tenemos que reconocer que ni Mathus ni sus equipos de trabajo se ocuparon de mantener un archivo de sus actividades y hacerlo conocer, ni de llegar a los medios para exponer sus logros. Pasé muchas horas revolviendo cajas con papeles, fotos y programas para reconstruir la crónica del TIM y estoy feliz de haberlo hecho, porque si hubo poca valoración de todo ese trabajo no podemos soslayar que una de las causas fue no ocuparse de difundirlo de manera adecuada.

En ocasión de la reposición de Lección en septiembre de 2017 se han publicado artículos sobre el evento que –ahora sí– contienen información sobre el TIM y la trayectoria de la obra, obviamente tomada de mis libros. Incluso, hay citas de reportajes a Mathus que esos periodistas no habrían podido tener si yo no me hubiera sumergido en las cajas con recortes de revistas y diarios. Algunos han mencionado el origen de esa información y otros no, pero mi satisfacción es saber que las largas tardes de recopilación de trozos de la historia del grupo y de la obra entregaron una crónica a las que muchos podrán recurrir para informar.

Sin tomar posición política como grupo, puede decirse que hacían un teatro político. ¿Coincide con esta afirmación?

Coincido y creo que lo nuestro era como decir: “Que Dios me perdone por ser ateo”. El TIM no tenía posición político-partidaria y no creía en el teatro que enviara mensajes sociales o políticos explícitos, o que tuviera una intención didáctica, pero esto es también, por supuesto, una posición política. Me gustaría poder decir que luego de toda una vida he cambiado de idea, pero sigo pensando igual, con una diferencia: a los dieciocho años nos creíamos dueños del único teatro válido, hoy sé que todas las formas de teatro son válidas y que es bienvenido lo que se crea en forma honesta y con profesionalismo. He ganado en amplitud y libertad de pensamiento, pero también es bueno, para llegar a eso en la edad madura, haber empezado como un adolescente con convicciones.

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