viernes 26 de julio de 2024
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Las lecciones que ignoró Cristina y debe aprender Macri

No hay peor fracaso que ser sucedido por el enemigo que uno eligió. Al levantarlo como adversario modélico, uno le supuso incapacidad para vencer. A la amargura de la derrota se agrega la rabia por el pésimo cálculo.

El kirchnerismo decidió dinamitar a todos sus rivales. Se dedicó a “robar” legisladores nacionales y provinciales, intendentes y gobernadores, concejales y punteros de barrio.  Empezó con el saqueo a los justicialistas que lo habían ungido, luego devastó a los radicales, arrancó pedazos de los socialismos, se metió en las internas de los partidos locales de tono conservador. Hasta se dio el gusto de birlarle diputados nacionales y la única gobernadora que habían sido electos de la mano de Elisa Carrió. Violentar la voluntad popular para gobernar veinte años.

Sólo un partido se salvó del carancheo: el PRO, elegido por Néstor y Cristina como el rival ideal. La hipótesis K –convertida en apotegma– aseguraba la imposibilidad de triunfo de ningún partido nacido del centro-derecha, limitado a la Capital y conducido por el hijo de un millonario enriquecido con el Estado.

En pocas semanas, la Argentina votará. Cambiemos ganará y muchos se apurarán a aplaudir el comienzo de una nueva era, conducida por el PRO y el hijo del millonario que no podía ganar.

Antes de imaginar victorias que se disuelvan, es bueno recordar qué les pasó a los K.

Homenaje a Mora y Araujo       

Hay autores que venden mucho e influyen poco. También pensadores penetrantes a los que pocos leen. Al tiempo, se descubre que han percibido las corrientes profundas antes que aquellos autores de ocasión. Esos precursores muestran tanto lo pasado como lo por venir.

A esa estirpe pertenece el ensayo de Manolo Mora La Argentina bipolar. Los vaivenes de la opinión pública (1983-2011) que editó Sudamericana. Una mirada a lo largo de más de un cuarto de siglo. No es la larga duración, pero tampoco el análisis fugaz y apresurado.

El estupendo trabajo de Manuel Mora y Araujo fue escrito en 2011, justo antes del mayor éxito del kirchnerismo, el 54 por ciento para la reelección de Cristina. Mora anunciaba la victoria de Cristina y, simultáneamente, presagiaba el final del modelo K.

¿Cómo era posible? ¿Arrasador triunfo y derrota? Difícil comprender en el escenario argentino, ávido de resultadismo y siempre listo para acudir en ayuda del vencedor.

Los triunfos –en la Argentina en particular– son parciales, momentáneos. Con excepción de Yrigoyen y Perón, capaces de ganar todos los comicios. Pero los fundadores del radicalismo y el peronismo viven un Olimpo exclusivo. Ni los golpes militares ni sus errores ni los periodistas ni los contreras tuvieron éxito en desalojarlos del espíritu popular.

Los restantes liderazgos fueron mortales. Tuvieron su etapa de espera, crecimiento, desarrollo, victoria y decadencia. 

La Grieta social

¿Sólo opiniones? Para nada. Manolo da los números

El notable trabajo divide en tercios a la sociedad argentina. Para Mora, “hay un tercio de la población de buenos o muy buenos ingresos que aspira a un país altamente integrado al mundo, hay otro tercio, la típica clase media argentina, que gana poco y le teme al mundo, y hay un tercio del país sumergido en la pobreza que vive al margen del mundo”.

Tremendo. Sobre todo porque en los años ochenta, escuché a Manolo marcar que los tres sectores eran de muy distinta espesura. Quince por ciento de clase alta y media alta, los sectores acomodados. Otro quince por ciento de pobres. En el medio, el setenta por ciento. La Argentina, resumía Manolo. Allí cohabitaban los empleados estatales, los bancarios, los metalúrgicos, los docentes. Esa morfología fue dinamitada por Menem, la pobreza funcional devino estructural, el trabajo se evaporó y los sectores empobrecidos se convirtieron en excluidos. La verdadera Grieta.

Manolo sabe de lo que habla. Fue una de las jóvenes promesas de la intelectualidad del Partido Comunista Argentino. Aprendió las entrañas del marxismo antes de sumergirse en las profundidades de las teorías de la comunicación social y la formación de la opinión pública.

¿Por qué no podía seguir el kirchnerismo?

Mora y Araujo concentra el fenómeno K en “dos principales términos que interactúan: la situación de la economía y el estilo de ejercicio del poder. Este último factor jugó a favor de Kirchner cuando tuvo que construir poder desde la debilidad inicial; después pasó a jugarle en contra”.

El fracaso estratégico K fue detectado por Manolo. Básicamente, porque “su proyecto de poder está concebido en términos demasiado inflexibles para las realidades de una sociedad bastante compleja. La intolerancia y el rechazo al pluralismo eran innecesarios para los propósitos y para la lógica de las políticas públicas. La pérdida de encanto del proyecto kirchnerista se debió a esos aspectos innecesarios, no a la declinación de la economía”.

En esencia, Kirchner llegó al poder con una coalición, decidió abandonar –cuando no castigar y perseguir– a sus socios iniciales, derrotó primero y vació de poder interno a Duhalde y se lanzó a la formación de una nueva coalición: la transversalidad.

Pero luego la propia transversalidad se agotó. Como marca Manolo “la transversalidad sobraba y el Partido Justicialista, inicialmente menospreciado, se tornaba imprescindible. Kirchner se volcó de inmediato a la tarea de reconstruir un partido y alcanzar su jefatura formal”.

Cristina está atravesando hoy lo que Manuel Mora y Araujo percibió en aquel Néstor. La insuficiencia de su coalición (Manolo escribió estas percepciones hace seis años. Dentro de seis, si es reelecto, Mauricio estará por terminar su mandato. ¿Se animará alguien a escribir hoy sobre los desafíos de los próximos seis años?).      

Chanteajeó hasta lo indecible a los gobernadores radicales, los obligó a optar entre traicionar a su partido o condenar a sus comprovincianos. Le fue bien, en términos de poder. Devastó lo que quedaba del dañado sistema político, debilitó a las oposiciones. La Argentina retrocedió. Igual no le alcanzó. Y al final del camino, su poder se diluyó.

Sigue Manolo: “No funcionó, en primer lugar, porque Kirchner no estaba preparado para gobernar con coaliciones; no estaba predispuesto a compartir el poder, a consensuar decisiones, a someterse a acuerdos programáticos y ni siquiera a líneas políticas prefijadas. Su noción del poder era que o se busca ejercerlo absolutamente o sencillamente no se lo tiene. De hecho, casi todos los aliados transversales se alejaron. A los grupos de izquierda los fue alineando con medidas desprovistas de consistencia ideológica. Finalmente, sólo permanecieron leales muchos sindicatos, algunas organizaciones de piqueteros y los intelectuales como los que suscriben Carta Abierta. A los radicales K los alienó, ante todo, por no ofrecerles compartir el gobierno, que es lo esperable en toda coalición política; y en segundo lugar desatando el conflicto con el sector agropecuario, donde el radicalismo ha encontrado siempre una base social y electoral”.

En otras palabras, “la transversalidad exigía actuar bajo los criterios de la lógica de las coaliciones y, en consecuencia, llevaba a una necesidad de compartir decisiones; en definitiva, compartir el poder”.

¡Gracias, Manolo! Es evidente que Néstor y Cristina no se interesaron por estos textos de Manolo. ¿Los habrá leído Mauricio? Ojalá…

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