Facundo Cruz es Licenciado en Gobierno y Relaciones Internacionales (UADE), Magíster en Análisis, Derecho y Gestión Electoral (UNSAM) y Docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). Co-Director del Grupo de Investigación “Coaliciones Políticas en América Latina” (Facultad de Ciencias Sociales, UBA) y Co-Director del Observatorio de Redes. Se especializa en estudiar el fenómeno de las coaliciones de gobierno, los partidos políticos, las reglas electorales, las instituciones de gobierno y los mecanismos de financiamiento partidario.
Para comprender mejor la competencia en estas elecciones que se desarrollaron el último domingo, ¿a qué se denomina Coaliciones?
Una coalición es un acuerdo entre dos o más partidos políticos, que tiene objetivos compartidos, tienen recursos políticos que ponen a disposición de esos acuerdos, persiguen metas acordadas y posteriormente se reparten los beneficios de lo logrado. Esta es la definición tradicional acuñada por el politólogo Kaare Strom para el estudio de los sistemas parlamentarios, y que los primeros politólogos que trabajaron el fenómeno en los presidencialismos latinoamericanos difundieron por estos lares. De esta definición se desprenden tres elementos clave. En primer lugar, se puede aplicar a distintos ámbitos, niveles, esferas o arenas de análisis. Es una definición amplia que sirve para estudiar elecciones (coaliciones electorales), la dinámica gubernamental (coaliciones de gobierno o coaliciones legislativas) e incluso varios niveles de un sistema político (coaliciones nacionales, provinciales o municipales). En segundo lugar, como hemos debatido en el Grupo de Investigación sorbe Coaliciones Políticas radicado en la UBA, implica cierta noción de co-responsabilidad. Esto es, que dado que los partidos acuerdan puntos en común, son todos responsables por los resultados alcanzados. No uno solo, no el Presidente, ni el partido mayoritario: todos sus integrantes. Eso hace a la convivencia de una coalición. Permite, además, que cada actor mantenga su autonomía interna (elección de autoridades, normas de funcionamiento, selección de candidatos propios para elecciones, etc.). En tercer lugar, todo acuerdo funciona en base a reglas. Esas reglas son la base de la convivencia. Respetarlas contribuye a que perdure. Romperlas, implica que puede resquebrajarse. Como un matrimonio.
¿Qué diferencia puede haber entre una coalición electoral y una de gobierno?
Bueno, en parte adelanté la respuesta anterior. Una coalición electoral es aquella que cumple la definición mencionada, pero tiene como único objetivo ganar elecciones o, al menos, sacar la mayor cantidad de votos posibles. Las coaliciones de gobierno, en cambio, son aquellas que ganan una determinada elección y forman gobierno. Esta conversión de coalición electoral en una de gobierno es, tal vez, el proceso más complejo de todo acuerdo multipartidario. Implica pasar de un conjunto de reglas electorales acordadas a nuevas reglas de gobierno. El tema más espinoso es lo cotidiano en política: los cargos. ¿Cuánto para quién? Pero sobre todo, ¿por qué para ese y no para el otro? Acá la clave radica en que las reglas del acuerdo de gobierno sean, al menos, debatidas y pre-acordadas antes de ganar el gobierno. Si se hace todo sobre la marcha y si, encima, la asunción de gobierno se hace dos semanas luego de ganar, entonces los chispazos pueden ser inmediatos. Esta última limitación, sin embargo, es estructural: no se puede cambiar la fecha de asunción y de celebración de elecciones salvo por vía de una reforma política con amplio consenso.
Esas reglas son la base de la convivencia. Respetarlas contribuye a que perdure. Romperlas, implica que puede resquebrajarse. Como un matrimonio.
Hay casos exitosos en este proceso de conversión: Frente Amplio en Uruguay, Concertación en Chile. Incluso Cambiemos en Argentina. También las coaliciones con apoyo parlamentario que se formaron en Bolivia en los noventa, combinando gobiernos del MNR y ADN, y con apoyos del MIR a cada uno de ellos. Si bien no hay buenos recuerdos de ese período en nuestro vecino, fueron experiencias que supieron convivir y terminar sus mandatos. Al menos hasta comienzos del 2000.
Dado que los primeros resultados muestran una gran elección de la Coalición Cambiemos, y que durante este año y medio se produjeron algunas críticas internas a la falta de coordinación de las políticas de Macri, ¿podemos decir que puede haber una coalición exitosa en términos electorales y no necesariamente o que pueda prescindir de la misma a la hora de gestionar?
Yo creo que los problemas de gestión pasan más por la experiencia de gobierno conjunto que por el hecho de ser un gobierno de coalición. Si es cierto que hay mayores dificultades para tomar decisiones cuando lo hacen más de dos partidos que, adicionalmente, no han tenido experiencias anteriores nacionales o provinciales de gobierno conjunto. No olvidemos que Cambiemos gana luego de doce años ininterrumpidos de gobierno del Frente para la Victoria. Cada recambio trae sus coletazos los primeros meses. Sino, recordemos la Alianza. O mismo el gobierno de Alfonsín y de Menem. ¿Cuánto tardó el primero en avanzar con el plan de gobierno? ¿Cuánto tardó el segundo en contener la inflación?
O mismo el gobierno de Alfonsín y de Menem. ¿Cuánto tardó el primero en avanzar con el plan de gobierno? ¿Cuánto tardó el segundo en contener la inflación?
Cambiemos tiene una novedad y creo que es lo interesante del caso. Con Lara Goyburu escribimos hace un tempo sobre una nueva forma de estudiar las coaliciones, que se deriva de la definición antes dicha. Estos acuerdos entre partidos pueden tener una dinámica de división de tareas por funciones. Si pensamos que las acciones de gobierno tienen una etapa de debate, otra de toma de decisiones, otra de implementación y otra de control de lo logrado, entonces en cada una de ellas hay interacción entre actores o bien reparto de funciones. Podemos pensar que el proceso de debate y toma de decisión se circunscribe a los principales referentes del PRO con consultas a algunos dirigentes radicales. Acá hay una fuerte impronta “macrista”, por decirlo de alguna manera. La puesta en marcha, en cambio, tiene una importante participación “radical”, dado que tres de los cinco gobernadores son radicales y, del 30% de intendentes que tiene Cambiemos en todo el país, más del 80% pertenecen a la UCR. El control, posteriormente, se hace en conjunto.
Este paso de toma de decisiones a implementación fue lo que más complicaciones generó. Pero es un aprendizaje. El Estado argentino tiene un tamaño considerable, el desembarco se hizo en dos semanas, las áreas y las estructuras burocráticas tardaron en adaptarse a una lógica de gobierno completamente distinta a la de los últimos años. Costó. Pero se perciben mejoras. Al menos en el proceso de gobierno. En los resultados, bueno, eso depende mucho del contexto económico, tanto del macro como del bolsillo en la vida cotidiana. Como todo gobierno, hay decisiones que generan debate, a veces ríspido y bien sustentado. Una cosa no exime la otra.
¿Podemos hablar de más de una coalición competitiva en nuestro país a raíz de los resultados de las últimas dos o tres elecciones?
Si vemos resultados electorales solo por ganar, te diría que Cambiemos y el Frente para la Victoria son los principales ejemplos en las últimas décadas. Los únicos, en realidad.
Ahora, si vemos qué coalición cumplió sus propios objetivos y perduró en esas elecciones, entonces se suma un tercer ejemplo: el FIT. Si bien los resultados electorales nunca son aplastantes, han ido creciendo en legisladores nacionales y, sobre todo, provinciales. Son tercera fuerza en algunos distritos (Salta, Chaco, Jujuy, Mendoza, Neuquén, Córdoba por momentos). Y han mantenido las reglas que fundaron el acuerdo desde el 2011 en adelante. Más aún: en estas PASO se presentaron en 22 distritos y superaron el 1,5% de los votos necesarios en 21. Eso también es éxito electoral. Sino, uno solo se conforma con ganar la Copa del Mundo.
Algunos colegas no comparten necesariamente que sean Coaliciones sino más bien la recreación del tradicional bipartidismo con otra “fachada”. Se entiende que no es tu mirada. ¿Esto quiere decir que se deja atrás el tradicional clivaje peronismo-antiperonismo?
A esos colegas yo les digo “hagamos un seminario y debatamos”. Estamos justo en un momento en donde estamos viendo crecer un actor sui generis que nos tomó a muchos por sorpresa. ¿Qué mejor que estudiarlo mientras crece y se expande?
Creo que las dos cosas son distintas. Una es el tipo de actor que es Cambiemos. Para mi es una coalición electoral que se convirtió en coalición de gobierno con las características antes marcadas. Además, porque cada actor mantiene su autonomía y procesos propios. No veo a la UCR fusionándose con el PRO en un partido como hicieron Recrear con Compromiso para el Cambio en agosto del 2009. Cada uno tiene sus órganos, su funcionamiento partidario, sus autoridades, sus propias estrategias, sus ideas, incluso. La Coalición Cívica – ARI no escapa a esta lógica. Tampoco el Partido FE ni los partidos provinciales que se han sumado a Cambiemos en este tiempo. Encuentran puntos en común, si. Pero no reniegan ni descreen de sus particularidades.
Por ahí tenemos una imagen errada de lo que son o fueron los partidos políticos argentinos. Tendemos a ver los partidos latinoamericanos con el prisma de los partidos europeos, y eso es un error. Son actores distintos. En Argentina siempre pensamos en los dos partidos mayoritarios como partidos nacionales. Pero PJ y UCR en su interior tienen dinámicas de funcionamiento coalicionales. No es lo mismo el PJ bonaerense que el salteño, el santacruceño o el mendocino, ni la UCR de la Ciudad de Buenos Aires con la de Santa Fe, Jujuy, Neuquén, Río Negro o Tucumán. Ahí coincido con Marcelo Escolar: la ilusión de la nacionalización de los partidos que llegó con la victoria de Raúl Alfonsín tapó lo que los partidos argentinos siempre fueron: actores construidos desde anclajes provinciales o territoriales muy diferentes entre sí pero coordinados a nivel nacional. Bueno, las coaliciones son eso.
Hay cierto sentimiento “cambiemita” como lo llama Julio Burdman, pero eso no niega que sea una coalición armada por partidos políticos con nombre propio. Un modelo del cual aprender puede ser el Frente Amplio o la Concertación: ambos avanzaron hacia cierta forma de institucionalización o consolidación del acuerdo y duraron décadas. Hoy tenemos algunos indicios de eso en Cambiemos: puede verse en las instancias de diálogo y coordinación internas que se han construido en este primer año y medio de gobierno. Tanto para tomar decisiones como para competir en elecciones. Bueno, es un proceso. Y todo proceso tiene etapas. Si Cambiemos se armó por etapas, también puede consolidarse por etapas.
Ahora, lo segundo para mencionar es que si Cambiemos se consolida como coalición, no necesariamente rompa la división peronismo-antiperonismo existente. Al contrario: puede reforzarla. Se vieron en las elecciones pasadas. El que no se identificó como peronista o antiperonista/”cambiemita”, se lo llevó puesto el colectivo en la avenida del medio. Lousteau y Massa son ejemplos. Pero también las derrotas del MPN en Neuquén o la caída de Frente Progresista en Santa Fe al tercer lugar.
Yo, igual, veo que Cambiemos es ambivalente en esta construcción discursiva “antiperonista”. Adentro conviven actores como la Coalición Cívica – ARI y la UCR con el Partido FE (de clara impronta peronista) y varios sectores internos del PRO, que vienen del peronismo. Asique sería cuidadoso con una definición tan tajante. Para afirmar eso, tendríamos que preguntar cuántos votantes peronistas (ya sea por tradición, mandato o identificación ideológica) votan candidatos de Cambiemos. Más de una sorpresa puede haber. De hecho, en el 2015 muchos candidatos a gobernador (Gerardo Morales, entre ellos) compitieron contra candidatos peronistas incluyendo peronistas en sus coaliciones provinciales.
Volviendo al punto anterior, ¿por qué no sería una recreación del viejo bipartidismo la recreación de la competencia por coaliciones?
Es que en realidad si lo sería. Pasaríamos de una lógica bipartidista a una lógica bipolar. La primera se da por dos partidos. La segunda se produce cuando hay más de dos partidos o actores en cada polo. Sería bipolar coalicional, por llamarla de alguna manera. Las PASO 2017 mostraron un avance de esta dinámica, rompiendo la competencia a tres bandas característica de todo el 2015. Pero como a seguro se lo llevaron preso, mejor esperar a ver cómo evoluciona la competencia. Y sus actores.
Pasaríamos de una lógica bipartidista a una lógica bipolar. La primera se da por dos partidos. La segunda se produce cuando hay más de dos partidos o actores en cada polo.
En el escenario local, las primeras coaliciones que se presentaron en el país fueron de izquierda o centroizquierda. ¿Por qué crees que no tuvieron casi protagonismo en esta elección?
Creo que por lo que mencioné antes. La lógica bipolar se llevó puesto a los que se quedaron esperando en la avenida del medio. En estas elecciones, hubo una intención de parte de Cambiemos de nacionalizar la elección. “Estas con nosotros o con el pasado”. De parte del peronismo, de provincializarla. Cada gobernador peronista intentó revalidar su posición interna de poder para dirimir liderazgo nacional a futuro. En esta tensión entre los dos principales actores, se deglutieron a los demás. Pero eso no significa que hayan desaparecido. En la Ciudad de Buenos Aires pasaron el filtro del 1,5% dos actores de izquierda: FIT y el siempre querido por los porteños, Luis Zamora con Autodeterminación y libertad. También se verá la presencia del FIT en 21 distritos en octubre.
Otra vez, nos tomaron por sorpresa las elecciones. Uno esperaría que en una legislativa de mitad de mandato el ciudadano vote según sus preferencias y no tanto por quién tiene más capacidad o imagen para gobernar. En estas elecciones desdobladas de mitad de mandato, el voto suele fragmentarse y no concentrarse tanto. Bueno, pasó al revés. La concentración fue la norma, y en los dos actores principales. Como que vamos a contramano.
Para terminar ¿qué escenario ves de cara a la elección de octubre?
Veo dos elementos principales. Primero, que las preferencias electorales no cambiarán tanto. Puede haber algunos distritos donde los votos de los partidos que no superaron el filtro se redirijan hacia los restantes, pero en porciones marginales. Las provincias donde puede haber migración de votos son las más mediatizados, como Ciudad de Buenos Aires o Provincia de Buenos Aires. Pero, de vuelta, no en porciones grandes. Porque siendo una elección legislativa de mitad de mandato los incentivos son menores para que haya transferencias entre candidatos o listas que, por ejemplo, en una primera vuelta presidencial después de una PASO, o en un ballotage.
Segundo, las provincias que ponen en juego pocas bancas por tener magnitudes chicas no tendrán muchas novedades. O Cambiemos o el peronismo local saldrán primero o segundo, sin muchas alteraciones respecto de los resultados de las PASO. Eso llevará a que el aumento o pérdida de bancas de cada uno en el Congreso no sea grande. Cambiemos puede llegar a superar los 100 diputados propios y ampliar su cantidad de Senadores, llegando tal vez a los 24 senadores y romper la mayoría calificada del peronismo. Pero seguirá siendo un gobierno de coalición minoritario. Corre con una ventaja única: un peronismo dividido por el liderazgo nacional y también por sus liderazgos provinciales.