Y pasaron las PASO dejando pendiente, por ahora, la discusión de las argumentaciones acerca de su supuesta utilidad y efectos sobre los partidos políticos y el sistema de partidos.
La coalición Cambiemos soportó bastante bien la primera prueba electoral: sigue siendo una coalición ganadora sin grandes estridencias pero con algunos avances que pueden llegar a ser significativos si se mantienen en el tiempo (La Pampa, San Luis, Córdoba por ejemplo). En lo queda de su “mandato” deberá no dejar dudas acerca de si además es una coalición con capacidad de gobierno, mostrando mayor eficacia decisional en el diseño, aplicación y sostenimiento de políticas públicas transformadoras.
Al momento de redactar estas notas, el resultado final de la provincia de Buenos Aires sigue siendo una incógnita pero no demasiado sustantiva. Quien termine sacando más votos –dados los resultados provisorios– ganará por una diferencia poco significativa. Esto deja a este espacio político complejo, poli-clasista, con una estructura social en la que se pueden observar claramente las enormes desigualdades sociales existentes y el cuasi “congelamiento” de los mecanismos de movilidad social ascendente, como lugar privilegiado de la verdadera confrontación por venir.
Los peronismos –nunca antes mejor utilizado el plural– mostraron como era de esperarse un cierto grado de confusión y hasta de desorganización (lo que es muy significativo para los estudiosos de este movimiento cuyo líder advirtió, allá lejos y hace mucho, que sólo la organización vencería al tiempo). Pero esto no les impidió mantener, en buena medida, su conexión con los sectores afines del electorado. El tema aquí es que en un contexto bastante equilibrado en términos de gobierno-oposición pequeñas pérdidas se convierten en significativas.
La ex Presidenta Cristina Fernández centró sus esfuerzos –para parecer renovada– en la provincia de Buenos Aires descuidando el resto de las jurisdicciones, en particular su “lugar en el mundo”. A nivel nacional, no le fue de lo mejor (su acuerdo con los Rodríguez Saa por ejemplo fue un fracaso evidente) pero logró cierto éxito en que la discusión posterior se concentrara en los resultados de la Provincia de Buenos Aires como si esto fuese lo único importante.
Las novedades del PJ, Sergio Massa y Florencio Randazzo sufrieron bastante la tendencia del sistema de partidos argentino hacia algún tipo de bipartidismo. Habrá que esperar a que decidan su estrategia a futuro: si insisten en medirse esperando un mejor resultado o si se deciden por acordar con alguna de las fuerzas mayores.
La izquierda (¡ay la izquierda argentina democrática!) –tan necesaria como ausente en estos tiempos–, sigue sin dar señales de recomposición: la ya histórica tendencia a la fragmentación se concreta cada una de las veces en que sería posible avanzar en un programa mínimo y común con los resultados que están a la vista.
De aquí hasta que llegue el momento cercano y crucial en el que los votos se conviertan en bancas deberíamos ser espectadores (y algunos actores) del diseño, aplicación y desarrollo de estrategias sociopolíticas destinadas a llegar a un lugar-incógnita fundamental: aquel en los que los ciudadanos –equilibrando valores, racionalidades, intereses y afectos– deciden su voto.
Es de esperar que varios candidatos muestren cierta capacidad de aprendizaje y dejen de opinar cualquier cosa sobre cualquier tema. Declaraciones fuera de lugar en las que se confundieron intereses y posiciones personales (aborto, enseñanza religiosa en las escuelas, edad de imputabilidad, etcétera) con intereses colectivos afectaron negativamente, sin duda, la relación de ciertos grupos de votantes con respecto al programa ofrecido por las distintas fuerzas políticas. Y en épocas donde los votos no le sobran a nadie estas “pequeñas” pérdidas pueden llegar a ser definitorias.
En definitiva y como decía mi tío Valengo, chacarero de los pagos de Gobernador Ugarte en la provincia de Buenos Aires, en la cancha se verán los pingos.