Publicado en El Día el 6 de agosto de 2017
En 1992, en plena campaña por la presidencia de los Estados Unidos, James Carville, el Duran Barba del entonces gobernador de Arkansas, Bill Clinton, puso de moda una frase que desde ese momento aparece una y otra vez, siempre que el contexto electoral lo amerita; “Es la economía, estúpido”.
Los científicos políticos Cesar Zucco y Diana Campello, de la Universidad de Princeton han demostrado que un índice de buenos tiempos económicos, que básicamente pondera el nivel de las tasas de interés y los precios de los principales commodities, es suficiente para explicar buena parte de los resultados electorales de 18 países de América Latina en los últimos 30 años, al punto tal que cuando el viento de la economía internacional sopla a favor, el candidato oficialista tiene hasta un 51% más de chances de ganar una elección.
En Argentina la relación no es lineal. Por ejemplo, Menem ganó la elección de 1995 en medio del efecto Tequila y perdió las de 1997, cuando la economía ya había recuperado el crecimiento.
Es acertado recordar que el oficialismo fue derrotado en medio de la crisis internacional de 2009 y que Cristina consiguió el famoso 54% cuando la economía había retomado la senda de las tasas chinas en 2011, pero también es verdad que en 2015 la economía se había recuperado de la devaluación de 2014 y aun así no le alcanzó al orden establecido para parar el cambio.
Las expectativas pesan más
El impacto del factor económico es innegable, sin embargo, todavía más relevante resulta la percepción de la gente sobre la situación de la economía. De algún modo, en las urnas, la sensación térmica de la calle le gana al número duro.
Quiero ser claro en este punto. No estoy diciendo que la realidad no sea importante para las políticas públicas o para la propia economía, sino que más bien lo que estoy planteando es que a la hora de tomar una decisión tanto en el rol de consumidor como en el de ciudadano, las personas primero se forman representaciones mentales de los costos y beneficios de cada acción. En la realidad nadie anda con un Excel en la mano, cargando los datos de PBI, IPC del INDEC, o cantidad de robos denunciados en el último mes, antes de tomar una decisión de compra de un producto o elección de un candidato.
Lo que hace en cambio la gente es considerar su percepción del nivel de actividad, de la inflación y del nivel de inseguridad.
De poco sirven los datos de crecimiento si la gente no los siente, o el frenazo estadístico en los precios si la suba del dólar está asociada en el imaginario social a un festival de remarcaciones.
Ojo; lamentablemente, cuando se habla de percepciones mucha gente recuerda la necedad de Aníbal Fernández ignorando el problema real de la inseguridad y atribuyéndoselo a una mera sensación. Pero lo cierto es que si queremos explicar los comportamientos sociales estos están necesariamente mediados por la percepción de los sujetos que actúan en ella.
Percepciones
A propósito de percepciones, la gente de la Universidad Di Tella releva todos los meses la confianza de los consumidores en una encuesta de 1200 casos representativa de todo el país y el análisis estadístico de esos datos muestra que explican el 66% de los cambios en la imagen del presidente, desde Duhalde hasta Macri.
Para ponerlo en otros términos, podríamos decir que la percepción sobre el estado de la economía es dos terceras partes de la elección y que queda otro tercio que depende de factores políticos, que incluyen la ideología, los candidatos, las campañas, etcétera.
Cuando se cotejan esos mismos números con los resultados electorales, la relación es un poco más débil, porque la traducción de imagen a voto no es estricta, sino que aparece mediada por otros factores. No obstante, la ecuación de regresión lineal, usando como insumo el último dato de confianza de los consumidores a nivel país, arroja una estimación de 34,4% de los votos para el oficialismo en la elección del domingo próximo.
Pero el otro aspecto interesante de este indicador de “sensación térmica” de la economía es que la percepción de la gente que vive en el interior es mucho mejor que la de los que habitan el gran buenos aires, algo que por otro lado es esperable en tanto y en cuanto el conjunto de políticas del nuevo gobierno han favorecido más a las regiones productivas del interior, al tiempo que los aumentos de tarifas y la destrucción del empleo industrial han calado más hondo en el Gran Buenos Aires.
Usando en la fórmula de estimación de votos los datos de confianza de consumidores del interior, Cambiemos podría sacar 37,6% pero caería al 32,2% si pronosticamos a partir de los niveles más bajos de confianza que se registran en el Gran Buenos Aires.
Por supuesto; nadie está diciendo que ese vaya a ser el número de las próximas PASO, porque como hemos mencionado, hay factores políticos que también pesan, pero esos parámetros pueden ser tomados como referencia del nivel de votos al que puede aspirar el oficialismo como consecuencia de la situación económica. Cada punto por encima será un triunfo del ala política del Gobierno, mientras que si el resultado final está por debajo los estrategas de campaña tendrán que dar alguna explicación adicional.
Link http://www.eldia.com/nota/2017-8-6-2-59-38-economia-electoral-el-pais