Santiago Leiras, especialista en temas latinoamericanos, es politólogo y docente en distintas universidades del país. Como Profesor Titular de una materia “Líderes y liderazgos en América Latina”, en la UBA, está vinculado a los temas sobre liderazgos presidenciales. En esta ocasión, responde sobre la particular coyuntura política en Venezuela y Brasil, y como esta afecta no solo en nuestro país, sino también en el resto de la región.
Dadas las últimas noticias que llegan de Brasil, cuáles son los escenarios posibles para una salida institucional.
Podemos ver varias salidas. Una puede ser la propia continuidad de Michel Temer, la que se torna muy dificultosa, la otra es poner en marcha el esquema sucesorio empezando por el presidente de la Cámara de Senadores y luego de Diputados, como ambos están con situaciones complejas desde el punto de vista judicial una tercera alternativa es, siguiendo el orden de sucesión, que el presidente de la Suprema Corte asuma la función teniendo que administrar el período que llega hasta la realización de las elecciones generales en Octubre del año próximo; estamos hablando de los diecisiete meses de gestión restantes.
Recuerdo el antecedente de Bolivia tras la renuncia del presidente Carlos Mesa en 2005, quien ocupaba la primera magistratura en reemplazo de Gonzalo Sánchez de Losada, aunque se trató de un tramo más corto hasta los comicios presidenciales y la asunción de Evo Morales.
La otra posibilidad es llevar a cabo elecciones anticipadas, aunque debería mediar un proceso de reforma que la habilitara, sería una salida “parlamentaria”, o algún acuerdo político ad hoc entre las principales fuerzas políticas; en un contexto de alza de la candidatura de Lula Da Silva parece difícil pensar que la coalición pro impeachment decida pegarse voluntariamente un tiro en el pie y servirle en bandeja esta posibilidad.
Lula se encuentra entre la Gloria y Devoto diríamos en términos muy argentinos
Como señalas, de producirse un adelantamiento electoral, Lula lleva ventajas en las encuestas por ser el único candidato posicionado hasta el momento, pero a la vez tiene fuertes denuncias en su contra, como las que se conocieron en esta semana, y está a punto de ser juzgado. De llegar nuevamente a la presidencia, ¿cuál sería su legitimidad? Enmarcado en ese escenario probable, ¿vamos a un nuevo impeachment?
Lula se encuentra entre la Gloria y Devoto diríamos en términos muy argentinos. De llegar nuevamente a la presidencia habría que ver las condiciones de su acceso, esto es su mayor o menor legitimidad de origen, las bases de apoyo que tenga disponible, la continuidad o no de la crisis económica, su situación judicial y, sobre todo, en que medida esta se transforma (o los medios logran hacerlo) en un escándalo político. Todos esos factores podrían definir la posibilidad de un nuevo impeachment.
Lula sabe por experiencia propia que un presidente con alta imagen positiva difícilmente sea objeto de un juicio político. Recuerdo el Mensalao, durante el cual se llega en el proceso acusatorio hasta sus entonces hombres de máxima confianza, José Dirceu y Antonio Palocci, aunque sin señalarlo directamente a él, si bien lo roza.
Es cierto que en 2005 tenía mucho peso la memoria del traumático proceso llevado a cabo contra Fernando Collor de Mello hacía poco más de diez años, para ser más exactos en 1992; incluso en aquel entonces el propio Collor de Mello, habiendo sido “víctima del PT y su entusiasta impulso del impeachment contra su figura”, desaconsejaba la puesta en marcha del proceso de juicio político, como aquel que lo había tenido como protagonista y víctima.
Revisando las consecuencias del operativo mani pulite merecer ser destacado que ese proceso terminó con la república instaurada en 1946,
¿Hay posibilidades para un resurgimiento de Marina Silva? ¿Podría beneficiarse justamente por ser una outsider de la clase política?
Este escenario de “moralización” de la vida política brasileña, como si se tratara de la versión local del mani pulite italiano, abre la puerta para la emergencia de candidaturas como la de Marina Silva, outsider aunque no tanto. Revisando las consecuencias del operativo mani pulite merecer ser destacado que ese proceso terminó con la república instaurada en 1946, con la clase política cartelizada que la gobernaba más no con la situación de corrupción estructural; el resultado fue el surgimiento de una figura como la de Silvio Berlusconi, empresario de sólidas relaciones con el cartel político que gobernaba Italia en aquellos años, y que por un lapso de dos décadas se convirtió en el eje principal de la política italiana. En clave winogradiana, Billetera mató Di Pietro [risas].
Teniendo en cuenta las consecuencias del mani pulite, me imagino una versión brasileña de Don Silvio que emerja en este contexto de crisis económica, moral y de legitimidad del régimen y de la clase política brasileña y, por qué no, en un escenario de competencia con Marina Silva.
¿El círculo rojo brasileño la aceptaría o apoyaría en un escenario de una potencial vuelta de Lula al poder?
Lula Da Silva ha tenido diferentes versiones de sí mismo a lo largo de su prolongada carrera política; el dirigente sindical combativo de la Central Única de Trabajadores-CUT, el líder de un partido de izquierda catch all aunque no siendo el alguien vinculado ideológicamente a la izquierda, el candidato de la concordia -me acordaba del “Lulinha paz y amor” de la campaña del 2002-, el “ajustador” de su primera presidencia y el desarrollista de la segunda gestión, solo para destacar algunas versiones de un hombre con gran capacidad de reinvención política.
En consecuencia, entiendo que el apoyo del “círculo rojo brasileño” estará en función de la versión 2018 que el candidato/ex presidente adopte en un escenario de potencial vuelta al poder.
Estamos en presencia, y conviene no olvidar este antecedente, de un dirigente sindical que nunca dejó de serlo a lo largo de esta carrera que lo llevó a la presidencia de Brasil.
¿Se beneficia Nicolás Maduro que uno de los países que más presionan por una salida en Venezuela se vea nuevamente involucrado en una crisis institucional?
Le quita un factor de presión sin duda, en un contexto externo en el cual han fracasado todos los intentos de mediación internacional en la instrumentación de un diálogo político; desde las gestiones de José Luis Zapatero, Leonel Fernández y Ernesto Samper, este último desde la Secretaría General de UNASUR, hasta la del Vaticano han sido, en forma deliberada o no, instrumento de Nicolás Maduro para ganar tiempo y comprar márgenes de gobernabilidad.
De todas maneras, hoy por hoy tiene más peso como variable el control o ausencia de control de la Fuerza Armada Bolivariana como soporte del régimen, la cual en la superficie por lo menos aparece como un actor que responde en forma monolítica al mando remoto del Ministro de Defensa Vladimir Padrino.
Todas las medidas que ha adoptado el gobierno de Nicolás Maduro han ido en una línea de endurecimiento y radicalización del régimen político.
En este sentido, ¿modifica algo el que Maduro haya decretado un virtual Estado de Sitio?
Todas las medidas que ha adoptado el gobierno de Nicolás Maduro, incluida la que mencionás en la pregunta, han ido en una línea de endurecimiento y radicalización del régimen político.
Si bien este proceso de radicalización ya había empezado a tener expresión con Hugo Chávez en vida, a partir de su muerte en 2013 se tornó más profundo aún el endurecimiento del régimen “chavista”.
¿Cómo tuvo lugar este proceso? Una elección controversial en 2013, manifestaciones que culminaron con decenas de muertos en 2014, el fracaso de las diferentes versiones del diálogo político al que hiciera referencia recién, el desconocimiento de la legitimidad del triunfo electoral de la oposición para la asamblea legislativa en diciembre de 2015, el jaqueo del funcionamiento de la misma a través de las diferentes agencias del Estado bajo control del oficialismo -la mayor parte de ellas por cierto- y, en clave de historia mucho más reciente, el intento de intervención del Poder Judicial en la Asamblea Legislativa, la convocatoria a una Asamblea Constituyente con un cronograma electoral sin visos de ser cumplimentado, y la ampliación hace tres días, prórroga más bien, del estado de emergencia que otorga amplios márgenes de discrecionalidad política al ejecutivo venezolano.
En este panorama, tres parecen ser los escenarios: reiniciar el diálogo político -poco probable-, guerra civil -no descartable debido a la presencia de gran cantidad de armas en manos de civiles y militares de toda condición y pelaje- o una suerte de revolución dentro de la revolución como producto de un golpe interno militar o cívico-militar.
¿Es posible, como sucedió en su momento con Chávez, que sectores internos militares inicien una virtual rebeldía contra el poder político de los herederos chavistas?
No parece una alternativa a descartar, en la pregunta anterior te hacía referencia a la posibilidad de un escenario de revolución dentro de la revolución; esta alternativa supone algún intento de sublevación de militares en actividad de media y baja graduación -con algún grado de llegada a segmentos de alto rango- que tienen directa vinculación con la tarea de represión de las marchas y movilizaciones de la sociedad civil; es válido preguntarse, como de hecho lo hacés, hasta cuándo estarán esos sectores dispuestos a inmolarse disparando contra una población con la que comparten muchas de las carencias que afectan a diferentes sectores de la sociedad venezolana.
Sectores en disponibilidad para la movilización, como decía el recordado Gino Germani, existen; el asunto aquí es si está disponible el líder o grupos de líderes -un Hugo Chávez no chavista en este caso- para llevar a cabo esta salida.
Argentina está a punto de asumir pro-tempore la presidencia de la UNASUR, ¿qué rol le cabe al Presidente Macri ante estos nuevos síntomas de inestabilidad en la región? ¿Se involucrará desde ese lugar? O dejará, como hasta ahora, que sea la Canciller quien se ocupe de estas cuestiones, sobre todo en Venezuela, y observará esperando a lo que derive en Brasil?
Al asumir la presidencia pro-tempore de UNASUR, es de esperar que la Argentina, tenga un rol más activo ante desafíos que puedan afectar la estabilidad regional, omo el de la crisis venezolana, el ensimismamiento de Brasil producto de su crisis institucional que amenaza con tornarse crónica, representa un incentivo para adoptar un papel más proactivo en la región.
De todas maneras, esto requiere como condición un tandem Macri-Malcorra más aceitado a la hora de la puesta en marcha de las estrategias de política regional; en esta problemática, como en otras de la agenda pública, ni izquierda ni derecha sino todo lo contrario: la ausencia de definiciones claras y de mayor contundencia hacen que el dúo suene bastante desafinado por momentos, producto de una versión “Ni gradualismo, ni ortodoxia, sino todo lo contrario” de la política exterior en relación a la subregión.