La plata no alcanza. Y eso que no es tanta. Apenas un inmueble en locación en el barrio de Congreso. El pago del alquiler se retrasa, el ABL complica, los gastos no se cubren. Un aporte de quinientos pesos es requerido a militantes que sobreviven en el Estado. Algunos cursos –como Políticas Públicas en Derechos Humanos– sugieren un Bono Contribución de doscientos pesos. El Instituto Patria no se salva de las estrecheces financieras de quienes pierden el poder.
El Instituto prometía más. Cristina Fernández está viniendo poco. Oscar Parrilli tampoco aparece demasiado. A Teresa Parodi sí se la ve seguido. El Cuervo Larroque y otros camporistas tratan de insuflar acción, movimiento, mística. Nada sobra.
Instituto Patria, Pensamiento, acción y trabajo para la inclusión latinoamericana. Como siempre, a medida que una corriente se va alejando del Estado, los títulos son más rotundos, casi un programa. Las palabras se multiplican. “Construcción y Organización de Propuestas para la inclusión y desarrollo social para un país federal, participativo y con justicia social”, fue la rimbombante propuesta del miércoles 26 de abril, con el propósito de castigar al oficialismo: “Primer año de Cambiemos. Hacia la exclusión y fragmentación social”.
Un día antes, en la misma sede de Rodríguez Peña 80, Eugenio Zaffaroni, Eduardo Jozami, Pablo Llonto y Patricio Brodsky presentaron Genocidio, un crimen moderno, escrito por Brodsky. Las fotos exhiben una veintena de asistentes aunque no se distingue a una de las expositoras anunciadas: Estela de Carloto.
Muchas palabras, poca gente y menos dinero.
No es que le falten seguidores. CFK conserva la adhesión de un quinto o un cuarto del total de votos del país. Mucho más difícil es saber cuánta dirigencia la está acompañando. En rigor, depende la zona.
Triste, solitario (¿y final?) en Santa Cruz
El kirchnerismo fundacional agoniza en Santa Cruz, donde el Estado está dejando de prestar servicios esenciales (como dar clases o pagar salarios) y parece condenado a perder una gobernación que el radicalismo no alcanza desde su victoria de 1963.
El peronismo ganó todas las elecciones a gobernador desde 1973, pero sólo Arturo Puricelli, Néstor Kirchner y Sergio Peralta pudieron completar mandato. Fueron echados o renunciantes todos los demás: Jorge Cepernic, Ricardo Del Val, José Granero, Sergio Acevedo y Carlos Sancho. Las gentes, en algún momento, se hacen las preguntas que, acaso, debieran haber imaginado antes. Pero todo llega.
Oscar Parrilli responsabilizó a Mauricio Macri, a través de su jefe de Gabinete Marcos Peña y su ministro del Interior Rogelio Frigerio por la situación financiera en la que está Santa Cruz. Entrevistado en la radio AM 750 Parrilli afirmó: “Lo primero que tiene que hacer Macri, para demostrar que es cierta su solidaridad, es enviarle los fondos a la provincia para que pague los sueldos”.
Curiosamente, el ex gobernador (y ex kirchnerista) Sergio Peralta contó que durante su gestión –hasta diciembre de 2015– él recibía, antes de la plata, un veedor del ministerio de Economía. El enviado de Kiciloff –dijo Peralta– husmeaba los libros de la provincia. Jamás mandaba los fondos con la solidaridad que Parrilli reclama a Macri. En sus palabras “cuando yo le pedía dinero a la ex presidente para que ayude a Santa Cruz, venía Emanuel Álvarez Agis, que era viceministro de Axel Kicilof, y me revisaba todas las cuentas. Recién después nos decían cuánta plata podían enviarnos” (La Nación, abril 29).
Como el peronismo es multiforme, mientras Peralta critica, Rodríguez Saá se acerca. El 20 de abril Alberto Rodriguez Saá sorprende, en una conferencia conjunta con Parrilli en Patria. “Tenemos que hacer un programa político de todos, porque la calle está hablando, nos está contando cosas. La calle nos dice que quiere luchar contra la desocupación, que no le gusta que cierren las fábricas, que quiere paritarias nacionales, aumentos de salarios por encima del nivel de pobreza, que no cierren las PYMES, que las importaciones si se hacen se hagan con prudencia y que no signifique que una industria prefiera cerrar. En ese programa quiero pedir que esté algo especial que nos conmueve a todos: Argentina sin presos políticos, libertad a Milagro Sala. Necesitamos un peronismo unido, y la unidad debe ser programática, con un programa que es fácil tenerlo porque lo está dictando la calle”.
Sin embargo, en el PJ del interior el kirchnerismo parece haber entrado en el pasado, más allá de la melancolía de ciertos líderes norteños, como el chaqueño Jorge Capitanich o el perpetuo gobernador formoseño Gildo Insfrán, quien va por su ¡sexto mandato consecutivo!
Una ficha al conurbano
Donde el cristinismo recobra protagonismo es en el espacio clave: la provincia de Buenos Aires. Mientras el resto del PJ no atina a definir una estrategia, CFK sabe lo que quiere: conservar la mayor parte de lo que expresó el Frente para la Victoria entre 2005 y 2015. Entre el despiste del resto y las estrecheces de la población, los desatinos cristinistas no terminan de condenarla. Ha logrado evitar –al menos posponer– la sensación que es mancha venenosa.
Como ha marcado esta columna, el resto del peronismo vacila entre dejar a Cristina en el pasado (como desea) o compartir su fuerte caudal en el conurbano. Hasta hoy –la dinámica de lo impensado no se da sólo en el fútbol– los intentos de dejar al cristinismo fuera de las listas van menguando, ante las malas noticias que atragantan a mucha dirigencia. Buena parte de los peronistas de a pie prefieren a Cristina. Dejarla afuera abre la caja de Pandora: una lista K que vaya por afuera y supere al PJ.
La fantasía es que CFK esté pero no esté, disimular algunos de sus acólitos en listas todo terreno y dejar atrás la etapa 2003-2015. La actividad del ex ministro Florencio Randazzo promueve la desconfianza del kirchnerismo y miradas de reojo desde el resto del peronismo, que lo imagina funcional al gobierno nacional.
Otra opción sería alejar a CFK y aliarse con Sergio Massa y el Frente Renovador. Para eso tendrían que reconocer su liderazgo, a lo que todavía no están dispuestos. Nada más verticalista que el peronismo con jefe. Nada más anárquico que un verticalismo vacante.
¿Contra quién disputará Cambiemos la próxima elección? ¿Contra los renovadores de Massa? ¿Los muchachos de Randazzo? ¿El peronismo histórico de los gobernadores y Pichetto? ¿O todavía se mantiene la polarización con CFK? Es sorprendente, pero aún no se sabe. El peronismo tradicional y Cristina quieren la separación de bienes pero no hay acuerdo de cuánto le toca a cada uno. Y Cristina puede salvar las papas –porque evitaría la dispersión– pero también clausura la renovación. Sin renovación, el futuro sólo promete agujeros negros.
Política y canuto
Para la política hace falta plata. Aunque algunos soñadores insistan en negarlo, las campañas electorales del último medio siglo en el mundo (y en la Argentina) lo demuestran.
La relación entre política y dinero suele ser opaca. Las campañas son más caras de lo que los partidos pueden pagar. Sobre todo en las sociedades hispanoamericanas, acostumbradas a ver que los funcionarios civiles, militares y religiosos cobraban de la mano del Estado y no de los aportes de los vecinos o feligreses, como en las colonias inglesas del Norte de América. No hay tradición de sostener con el peculio propio ni a religiosos ni a partidos ni a candidatos. Los empresarios que aportan, salvo excepciones microscópicas, no lo hacen por convicción sino para hacer buenos negocios con el futuro mandamás.
Para la política, el canuto se auto-justifica. No sólo las encuestas, la publicidad, las solicitadas, las boletas, los micros. También la comida para los fiscales, los aportes para simpatizantes que necesitan plata para cambiar el lavarropas o comprar remedios al nene. O pagar las empanadas después de las reuniones. Y la comida a los seguidores –el que manda tiene obligaciones, como la de pagar las cuentas de todos–.
Lamentablemente, muchos dineros enunciados de uso político se privatizan. El nuevo patrimonialismo mezcla aportes blancos, fondos negros, gastos de campaña, ayuda a los militantes… y cuentas personales.
Curioso final sin plata para el kirchnerismo. Un modelo de acumulación que comenzó aprovechando la circular 1050 del Banco Central durante el videlismo para juntar fondos “porque sin plata no se hace política”, termina con las alforjas vacías. ¿Cómo puede ser?
Se ha venido desarrollando en la Argentina la idea de sostener un canuto. Pero el canuto se privatiza y, como dirían los economistas, se gasta el cash-flow, el flujo de caja. El canuto permanece intocado.
Lo que se guardó, guardado queda. Lo que se gasta es lo que entra nuevo. Si no entra, no se gasta. Le pasó al menemismo en la campaña de 2003. Ahora a los K. Estas historias merecen más detalle. Y sin canuto, es otro precio.