Hace solo un año y medio el radicalismo vivió en Galeguaychú su convención más trascendental desde el regreso de la democracia. Aunque poco tiempo ha pasado de aquella noche, podemos dimensionar lo que implicó para los radicales y para el país; allí empezó a edificarse el espacio político que terminó con el populismo autoritario en Argentina.
El proceso de Gualeguaychú empujó al radicalismo bonaerense al cambio que, más por inercia que por voluntad propia, fue parte de su propia hazaña: el triunfo que después de 28 años cesó en la gobernación de la Provincia a un partido hegemónico que había generado bajo su gobierno un desarrollo alarmante de las mafias y el narcotráfico, un crecimiento lacerante de la pobreza y un deterioro social y económico vergonzoso en la principal provincia del país.
Ayer, sin tanto ruido y en un acto de madurez y sensibilidad política, el radicalismo bonaerense construyó su propio Gualeguaychú.
Los tres espacios internos que integramos el partido, acordamos una nueva conducción provincial y establecimos con contundencia nuestra pertenencia a Cambiemos desde la propia identidad radical.
Hace dos meses, el radicalismo bonaerense se encaminaba a un proceso interno ilógico, descolgado de la realidad política de la provincia de Buenos Aires. Nos aprestábamos a enfrentar los desafíos de gobernar en coalición y protagonizar el momento la transformación bonaerense sin darnos el cambio interno que necesitábamos como fuerza política.
Esa situación motivó que un grupo de dirigentes, unidos por una coincidencia generacional, pero sobre todo, por una visión modernizadora de la política, nos involucrásemos para protagonizar la vida interna del radicalismo.
Dos meses después, nuestro espacio innovador forma parte activa del partido y logramos el objetivo principal: desatar al radicalismo de las nostalgias que inmovilizan y comprometerlo con los desafíos que presenta la política del siglo XXI.
El radicalismo ayer ganó, salimos del debate eterno e inconducente centrado en diferencias menores, y construimos juntos una expresión que une a todos los que quieren un partido protagonista, un partido de gobierno, un partido a la altura de la historia.
En pocos meses dimos vuelta el pronóstico: el radicalismo bonaerense que parecía no tener oportunidad para el cambio interno, hoy no deja margen para que todo siga igual. Hemos conseguido nuestro primer objetivo: poner al radicalismo a debatir el siglo XXI.
La provincia de Buenos Aires necesita que el de Cambiemos sea un gobierno verdaderamente transformador, allí reside gran parte de las esperanzas de cambio que recorren todo el país. Y Cambiemos precisa, para ello, un radicalismo fuerte, unido y moderno.
Tal vez no esté en la tapa de los grandes diarios de hoy, pero la noticia de ayer es desde el punto de vista político, trascendental para Cambiemos y el país. El partido que aporta historia y desarrollo territorial al acuerdo de gobierno, decidió redoblar la apuesta de compromiso con Cambiemos, con la Provincia y con Argentina.