sábado 21 de diciembre de 2024
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Nisman: De preguntas y sus respuestas

Nuestros sabios enseñan en el Talmud que el mundo se sostiene sobre tres pilares: la verdad, la justicia y la paz. No hay justicia posible si antes no conocemos la verdad, y la paz solo vendrá si antes hubo justicia. ¿Cómo arribar, entonces, a la verdad? ¿Cómo emprender este camino hacia la paz? La ciencia, ese gran sabio de la modernidad, nos propone un cuarto pilar: la curiosidad.

La curiosidad es parte de la naturaleza del ser humano. La capacidad de preguntarse, de lograr la abstracción que implica la negación o el cuestionamiento de lo dado a partir de una pregunta es un componente fundamental de la humanidad. Es natural y propio de la especie el preguntar. E igualmente propio e instintivo es responder, a veces con fuertes exclamaciones, a veces por lo bajo, a veces con la voz y a veces con una mirada: las preguntas siempre demandan respuestas, aunque no siempre sea nuestro trabajo responderlas.

Si la curiosidad es innata al ser humano, la moral es social. La misma capacidad de abstracción que nos permite abrir interrogantes sobre la existencia, nos habilita a distinguir entre categorías como lo correcto y lo incorrecto, la verdad y la mentira, el bien y el mal. La moral es el valor supremo de las sociedades libres. Y en este marco, la justicia es un valor moral.

El 18 de enero del año 2015 Alberto Nisman, fiscal de la causa AMIA, apareció muerto en su departamento. A pocas horas del hecho, la primera pregunta ya flotaba en el aire: ¿Qué pasó? Naturalmente, preguntamos. Y también, naturalmente, respondimos: arriesgamos hipótesis, esbozamos teorías, siempre a sabiendas que la responsabilidad de encontrar esa respuesta no era nuestra, si no de la justicia.

A la muerte del fiscal le siguieron, entonces, las investigaciones pertinentes. Autopsias, peritajes en el lugar del hecho, entrevistas y recreaciones; estudios de balística, pericias psicológicas, videos e indagatorias. Una variedad de herramientas al servicio de la justicia con el único objetico de responder a la principal pregunta: el qué.

En agosto de 2017, la investigación de la fiscalía determinó finalmente que a Nisman lo mataron. El Juzgado a cargo de la causa ratificó en el expediente que se trató de un homicidio, acompañando los resultados de la investigación fiscal, que finalmente fue avalada también por la Cámara Criminal y Correccional Federal. La resolución al respecto daba por cerrada la pregunta original, e invitaba a avanzar con otros interrogantes en la búsqueda de la verdad. Cinco años después aún no avanzamos hacia la siguiente pregunta.

La verdad es la base de la justicia, decían nuestros sabios. Y en la República, son los fallos de la justicia los encargados de llegar a la verdad. Desconocer esta relación necesaria es socavar los valores fundamentales de nuestra República.

Es cierto, la naturaleza humana es hacer preguntas. De niños nos ensañamos con el ¿por qué?, y cuestionamos sin cesar las respuestas de nuestros mayores. Como adultos, aprendemos a repreguntar. La Cámara Federal reafirmó la investigación del juez de instrucción y determinó que el 18 de julio del 2015 el fiscal fue asesinado en su departamento. Ya nos respondieron el qué. Tal vez sea momento de que pasemos a la siguiente pregunta: ¿quién mató a Alberto Nisman?

 

Claudio Epelman es Director Ejecutivo del Congreso Judío Latinoamericano

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