La ciudad del mundo nuevo
duerme su sueño de paz,
ve la vida en un video
y se le va la vida, creo.
Riff, “Pantalla del mundo nuevo”
De golpe, de entrada, Agustina Bazterrica impone un clima frustrante y asfixiante en “Cadáver exquisito”, su segunda novela. Avanza con una utilización ordenada y agobiante de palabras burocráticas y procedimientos rutinarios propios del mundo de los frigoríficos y la hacienda. Avanza con un ecosistema de reglas y sobre entendidos macabros, en un mundo distópico en el que casi no quedan animales y los humanos se alimentan, en su mayoría, de humanos.
La asfixia la sienten el lector y la siente Marcos Trejo, el protagonista. Abatido por la declinación, hasta lo intolerable, de la humanidad, la cultura y todos los que lo conocen, capaces de construir una sociedad, unas rutinas y una estructura legal asesina y caníbal. Abatido por la estupidez y la hipocresía de aquellos con quienes se relaciona. Abatido también por su soledad, su falta de amor, su seres queridos muertos o a punto de morir.
Ese marco de personas comiendo personas, de frigoríficos que faenan humanos, de curtiembres que cuidan de las mejores pieles, de cadenas de valor y hábitos de consumo de nuestra carne es el mundo que a la vez padece y contribuye a sostener Trejo con higiénico profesionalismo. Su devenir sentimental, aunque le duela, no deja de ser subsidiario de esa realidad, donde a pesar de su soliloquio al menos obtiene su ventaja y su tajada. Al final todo resulta tolerable.
Pero esto no resulta indigerible. Lo que resulta inaceptable a nosotros, a los lectores, es que lo horroroso y lo verosímil se sostiene en gran parte con lo que ya hizo la humanidad: gulags, campos de concentración, holocausto, pogromos, mercancías de curtiembre de piel humana. Todos hechos llevado adelante por seres humanos con procedimientos, rutinas, sentido de la eficiencia y distribución del trabajo. Por leyes que los amparaban y personas que lo toleraron y lo tolerarían, que contribuyeron a sus respectivos espíritus de época, que sostuvieron y alimentaron su sentido común. Horrores que se hicieron, sostuvieron, regularon con una estructura de palabras para decir y también para omitir, para disimular. Para ayudar al horror a volverse soportable. Cada horror tuvo un relato en su imposición, su defensa y su consentimiento.
Los personajes de la novela son ricos porque acomodan sus rasgos no a una nueva realidad sino a una nueva normalización, y cada uno tiene sus gustos y preferencias, y sus obsesiones, con el nuevo mercado alimentario y sus derivados. No es como la canción “Mundo nuevo” de Riff, acá nadie se sorprende y nadie deja de reír por culpa del horror.
La novela es, también, muy argentina, lo que la vuelve más macabra. Identificamos una geografía muy pampeana, con las llanuras que antes estaban llenas de vacas, por donde ahora pasan los camiones de ganado humano transitando las rutas y esquivando y siendo esquivados por otros autos, o con la cuadrículas de calles y de plazas. El funcionamiento mecánico y semi consciente de levantarse y poner la pava para tomarse un mate. Son argentinos también, en el trazo grueso y el uso estereotipo más simplificado, los costados más trágicos de la novela. Con la sociedad rural. Sus hacendados de doble apellido, cazadores pulcros, voraces y de gustos refinados. El impacto del comercio con China y la India, los mercados grandes y los mercados chicos. El juego de roles y los impulsos propias de una sociedad conservadora y patriarcal. Los Carroñeros.
En este mundo nuevo no hay, no se deja ver, ningún híbrido. Todo tiene un control extremo. Los personajes están muy bien definidos y cada uno tiene su dicción, de palabras o, en el caso de la hacienda sin cuerdas vocales, con su cuerpo y su mirada. El de “Cadáver exquisito” es un mundo de tajos: en las pieles, en la carne, en la división entre comedores y comidos, entre quienes participan en la economía del alimento (porque la faenan o porque la compran) y los que carroñan. Entre domadores y salvajes. Esa división también se da en los géneros, cada varón y cada mujer están puestos para un destino bastante definido.
A lo largo de la historia hay, finalmente, dos fuentes de luz. Los perros recién nacidos y Jazmín. La humano-“carne especial” Jazmín, como si fuera poco, porta sobre su cuerpo la trama de la novela, su crudeza, su ilusión y su descanso. Todos los caminos conducen a ella, y todo el tiempo deseamos su presencia, es un imán. También para Trejo.
Marcos Trejo siente que su vida y todo lo que lo rodea es un desierto. Siente el calor, la incomodidad de las ropas, los kilómetros en auto, el sol, la sed, la necesidad de agua. El peso de las palabras que resuenan en sordina y lo rodean, lo encierran, configuran su laberinto. Pero él también, tan pulcro, tan higiénico, tan considerado y tan arrepentido -tan humano- en un mundo de salvajes funciona como salvaje.
Cadáver exquisito es la segunda novela de Agustina Bazterrica (Buenos Aires, 1974). Ganó el premio Clarín Novela 2017. Sello: Clarín-Alfaguara.