viernes 19 de abril de 2024
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Tipos de cambio múltiples y ajuste fiscal

El equipo económico debutó con un paquetazo legislativo que se aprobó en tiempo record y que por un lado perfeccionó un sistema de tipos de cambios múltiples y por el otro garantizó un ajuste que según Elypsis, por ejemplo, estaría entre 1 y 1,9 puntos del PBI.

En un artículo publicado el año pasado, junto con José Antonio Ocampo y Joseph Stiglitz, el flamante ministro de economía defendía la conveniencia de una devaluación combinada con impuestos a los sectores que no tenían capacidad de ganar productividad, ni de crear empleo de manera significativa, si resultaban protegidos. El argumento es que el tipo de cambio real alto es equivalente a una política de subsidios para los sectores transables (que exportan o compiten con las importaciones) y que eso es deseable, siempre que se trate de actividades que pueden aprovechar esos anabólicos para expandirse. Pensemos que, del otro lado del mostrador, una devaluación implica salarios reales mas bajos para los trabajadores, de modo que no tiene sentido promoverla desde el estado bajo consideraciones de bienestar, si los sectores beneficiados no demuestras que la protección les sirva para aprender, mejorar su productividad y expandir la actividad económica (y los salarios) en el largo plazo.

Si esa devaluación se combina con impuestos a sectores que no tengan esa capacidad, entonces, al menos en el pizarrón, se reduce la distorsión generada por el subsidio (la devaluación), logrando un menor impacto negativo en el salario real. Si la mitad de los bienes de la economía se venden a un dólar de $40 y la otra mitad a un dólar de $80, entonces, en promedio, los precios de la economía están puestos a un dólar de $60. Devaluamos, sin devaluar los salarios reales.

En la práctica, sin embargo, las cosas siempre se complican, en primer lugar, porque la economía no es un modelo que se comporta como pretende el que diseña las ecuaciones del paper, y en segundo lugar, porque esto es Argentina.

Me explico; no hay ninguna garantía que los sectores beneficiados con un dólar mas alto efectivamente generen derrames hacia el resto de la sociedad, ni por efecto empleo ni por que tengan capacidad de mejorar su competitividad aprendiendo mientras se los protege, en una suerte de “learning by being nourished”. De hecho, si el objetivo es mejorar el mercado de trabajo, la industria mostró una bajísima elasticidad del empleo ante cambios en el tipo de cambio real, durante los últimos 18 meses y uno sospecha que son los servicios los que tienen mas capacidad de absorber mano de obra. Si lo que se busca en cambio es aumentar la productividad de la economía, acaba de bajársele el tipo de cambio efectivo al sector mas dinámico de los últimos 30 años.

Pero, además, esto es Argentina y buena parte de la economía utiliza el precio del dólar como referencia en el proceso de fijación de precios, incluso cuando no se trate de un sector transable. La practica hunde sus raíces en una historia de altísima inflación crónica en la que no resultaba rentable esperar a que apareciera la publicación del dato de inflación del INDEC, a mes vencido y con 15 días de rezago, por lo que los actores comenzaron a utilizar el dólar como proxi del IPC, fenómeno que se profundizó con las manipulaciones del INDEC. En este contexto, ¿Qué dólar piensan ustedes que va a utilizar el público en general para formar sus expectativas, el que recibe el campo, que oscila entre los $40 de la soja y los $57 del queso, o el que enfrentan los turistas y ahorristas, que cuesta $82?

Por último, la única chance de éxito de un sistema de tipos de cambio múltiples es que no existan mecanismos de arbitraje, que permitan filtrar los dólares de un mercado al otro. Mi ejemplo favorito de mercados segmentados es el de la cancha de futbol, donde hay un precio de la popular, otro de la platea y uno aún mas caro del palco vip, con descuentos para jubilados y chicos y discapacitados. Pero para sostener esa discriminación es necesario poner rejas, alambrados, paredones y mucha policía. Me preocupa que cuando empiecen esas operaciones de arbitraje (porque no hay ninguna duda que las habrá), escalen los controles y la represión.

Hacia el equilibrio fiscal

Escribí hace unos días que me parecía interesante la idea de un impuesto al dólar financiero, porque operaba en la practica como un mecanismo estabilizador, dado que, en una crisis de confianza, que normalmente se produce por la inconsistencia de las cuentas publicas, aumenta la recaudación fiscal, mejorando los indicadores de sustentabilidad de la deuda. Para que esto funcione es preciso que el acceso a los dólares sea libre, sin cepo, y que la única barrera que desaliente la compra sea la cuña que establece el impuesto entre el precio pagado ($82) y el percibido cuando se vende ($60). Creo que vamos camino a esto en el mediano plazo.

Por supuesto, esta no puede ser la única herramienta fiscal y acá es donde creo que el paquete finalmente pega, porque más allá de la retórica solidaria, son más los impuestos que suben (retenciones, turismo, atesoramiento, bienes personales), que lo que se reparte (tarjeta alimentaria, descuento del IVA a canasta básica para pobres, bono AUH, bono jubilados) y todo parece indicar que arriba de todo eso, habrá un fenomenal ajuste a las jubilaciones de los “ricos”, que como todo el mundo sabe, en Argentina es cualquier laburante que después de aportar 30 años, cobra una jubilación de $20.000, sin tocar por supuesto las de los verdaderos privilegiados que tienen pensiones de $200.000 para arriba.

Publicado el 23 de diciembre de Clase Media, el newsletter de Martín Tetaz

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