Ya está, la elección parlamentaria en la que el platinado Primer ministro británico Boris Johnson llevó a los conservadores al control del Parlamento define la salida del Reino Unido de la Unión Europea. La dura derrota de los laboristas conducidos por Jeremy Corbyn han despejado todas las posibilidades de vuelta atrás. Para el émulo de Trump significa que: “Nuestro país se ha embarcado ahora en una maravillosa aventura, vamos a recuperar nuestro ímpetu y la confianza en nosotros mismos”.
Esa maravillosa aventura parece querer recuperar el esplendor de la Corona en el siglo XIX, organizando su comercio y sus redes de influencia en el Commonwealth y otros aliados. El Commonwealth, una treintena de cuyos miembros son países pequeños con menos de 1,5 millones de habitantes, es hoy un mercado menor, disperso y fragmentado que, además, carece de la integración económica del mercado único al que renuncia el Reino Unido con el Brexit. Esa comunidad recibe hoy menos del 10% de las exportaciones británicas, frente al 50 por ciento que van a la UE. El Reino Unido exporta más a Polonia que a cualquier miembro de ese viejo Club, del que solo cuatro de sus países miembro reciben más de un 1% de las exportaciones británicas.
Durante el referéndum del Brexit, de 2015, el entonces vocero de los euroescépticos, Boris Johnson, llegó a decir que Reino Unido había “traicionado” al Commonwealth al unirse al proyecto europeo en 1973.
Por otro lado, habría que sopesar la opinión de la mayoría de los países del Commonwealth que es contraria al Brexit, pues tener a Reino Unido en la mesa europea les resultaba útil para hacer oír sus intereses. Como advirtió la economista Geethanjali Nataraj en el rotativo indio The Financial Express, “el Brexit perjudicará el acceso de los grandes países del Commonwealth al mercado único europeo a través de Londres y podría desincentivar las inversiones indias en el Reino Unido.
Por estas costas, para algunos podría generar la tentación de una reedición del Pacto Roca-Runciman para nuestros productos primarios, aquellos de los que el Reino Unido se surte hoy en la UE, dado que esos proveedores probablemente queden aislados detrás de una muralla de aranceles, si la salida es sin acuerdo y si hay acuerdo habrá que ver cuál será la situación final.
Para esto último –el tan meneado acuerdo-, Londres y Bruselas iniciarán las negociaciones a marcha forzada. Los 27 Estados de la UE deben estar de acuerdo, lo que significa que las conversaciones formales para producir un acuerdo hacia finales de junio, podrían comenzar en marzo. En ese punto el Reino Unido deberá decidir si extender o no el período de transición (en uno o dos años). Si no se llega a un acuerdo comercial para fines de junio, el Reino Unido enfrenta la posibilidad de irse sin él, a fines de diciembre de 2020.
Si se llega a un acuerdo, también debe ser ratificado antes de entrar en vigencia y ese es un proceso que podría llevar varios meses. Lo ideal sería que el Reino Unido mantuviera los estándares de la UE, pero podría no ser así. Esto, unido a la influencia de Trump para reforzar la relación entre su país y el Reino Unido podría dejar a la UE en una situación delicada; y abierta la puerta para la entrada de nuevos jugadores, como la Argentina, cuyo comercio exterior con el Reino Unido representa el 1% del total.
Países como España y Francia ya están calculando las pérdidas que sufrirán sus exportaciones primarias con el retorno de los aranceles y el peligro de que la Rubia Albión se lance a la búsqueda de proveedores sustitutos. Una recesión en ese país castigaría las plazas turísticas de España e Italia, haciendo padecer a esa industria.
Según el economista Julio J. Nogués, el Brexit significará para el Reino Unido una disminución de las importaciones provenientes de la UE en unos 15.000 millones de dólares, mientras que, por las mismas razones, las exportaciones del RU hacia ese destino disminuirían en unos 5.400 millones de la misma moneda.
¿El Mercosur está “aceitado” para aprovechar esta oportunidad? No parece. Esto implicaría un desafío, tanto de coordinación de políticas y demostración de unidad y fortaleza del bloque, como un esfuerzo productivo equivalente a duplicar las actuales exportaciones agro industriales al RU. Lo primero está en duda. Jair Bolsonaro ha dado muestras de privilegiar el comercio binacional, pasando por encima de los intereses y reglas del Mercosur. Y Brasil es el socio principal de ese bloque. Por lo que se abre la posibilidad de los acuerdos bilaterales con todos los socios, acuerdos que, a la larga minarán el espíritu y el verdadero objetivo del Mercosur.
Por donde se lo mire, el Brexit sigue siendo uno de los errores políticos e históricos más grandes de la modernidad, un importante retroceso en la construcción de una sociedad mejor. El tiempo dará su veredicto final.