Carina Solmirano es polítologa, especialista en seguridad internacional y Magister de la Universidad de Denver. Dialoga con Veinte Manzanas sobre el rol de las fuerzas de seguridad en nuestro país y en América Latina y los escenarios posibles y las herramientas necesarias para combatir el delito, el narcotráfico, la trata de personas y el cibercrimen.
En América Latina tenemos una gran herida de con el tema militar. Había una época en que ver un líder latinoamericano era ver un uniforme verde atrás. En los últimos tiempos, hay algo de eso nuevamente. ¿Se está dando un reposicionamiento político de las fuerzas armadas en la región?
No sé si es un reposicionamiento necesariamente pero sí mayor presencia pública en estos últimos años. Incluso en los últimos meses hemos visto esas fotos de políticos de la región con generales detrás. Me parece que los militares nunca terminaron de irse de la escena política. Lo que está ocurriendo ahora puntualmente en Sudamérica, en Centroamérica y en México se ve desde hace muchísimos años, ese uso político por parte de los gobiernos del factor militar a su beneficio. En la época de las transiciones hacia la democracia se habló del “regreso a las barracas” de los miltares. Pero regresaron sin funciones, principalmente porque -finalizada la Guerra Fría- cambiaron las hipótesis de conflictos. Muchos militares y ejércitos quedaron con un rol indfinido, y siempre ha habido políticos dispuestos a usar a las fuerzas armadas para sostenerse en el poder o realizar negocios.
¿Cuáles serían los ejemplos paradigmáticos?
Hay dos modelos, el mexicano, con el involucramiento de las fuerzas armadas mexicanas en la mal denoniminada “guerra contra las drogas”. Este es un ejemplo en el que los gobiernos, para sus políticas de seguridad, se apoyan en el elemento militar. Ocurre en México, crecientemente en Brasil con el involucramiento de los militares en todo lo que tiene que ver con la política en las favelas, y obviamente en Colombia que en realidad arrastra un conflicto armado desde hace medio siglo, con lo cual el factor militar siempre estado presente.
¿Entonces en México, Brasil y Colombia los gobiernos estarían utilizando las fuerzas armadas para seguridad interna?
Para tareas de seguridad, combate al narcotráfico, combate al crimen organizado, tareas que puntualmente uno podría definir como tareas de seguridad pública y no tanto como tareas de defensa. Son tareas que en Argentina las realizan la gendarmentía, la prefectura o la policía federal.
¿Cuál sería el otro modelo de uso de los militares a favor de los gobiernos?
Ahí hay un caso muy paradigmático, que es Venezuela. Lo que logra Chávez en 2002 es de alguna manera involucrar a las fuerzas armadas como parte de su proyecto político, y las fuerzas amadas hoy en Venezuela son parte del gobierno, hay generales que son ministros, por ejemplo. En el 2012, en el marco de una reunión del Consejo de Seguridad en el Consejo de Defensa Sudamericano de UNASUR, me encontré con un coronel venezolano y él muy orgulloso contaba cómo ellos realizaban tareas de educación, tareas en hospitales públicos y en muchos otros aspecto. Recalcaba que lo único que no hacían era bautizar. Eso te da una idea del involucramiento que tiene el militar como parte de un gobierno. Eso sería el caso Venezuela: los militares dentro de gobierno.
Ahora en Venezuela parecería que Maduro está apostando más a lo que serían las milicias o los grupos civiles armados que a los propios militares. ¿Cómo sigue esto?
Se está apoyando en tres elementos. Por un lado, obviamente, en las fuerzas armadas, que son parte del gobierno; pero también en estas milicias bolivarianas que fueron creadas por Chávez en el 2007 y que son una mezcla de militares retirados, ex policías y la población en general; y después tenés el tercer factor, que son los paramilitares -los colectivos- que son los más temerosos dentro del esquema venezolano porque están acusados de cometer abusos y violaciones de derechos humanos gravísimos. En cuanto a las milicias, que han estado tradicionalmente presentes como ejércitos del pueblo, se estima que en la Venezuela de hoy superan ampliamente a la cantidad de miembros de las fuerzas armadas: hay menos de 200 mil efectivos que forman parte de las fuerzas armadas y se sospecha -aunque no se ha podido verificar- que hay casi un millón de milicias bolivarianas. Eso es complicado. El factor que nuclea a todo esto es la defensa de Venezuela contra los intereses extranjeros que ha definido tradicionalmente como “el imperialismo yanki” y ahora en alguna medida mirando de cerca a Colombia. Entonces es un factor que preocupa a muchos, sobre todo porque es el pueblo contra el pueblo.
Con la polarización que reina en este momento -con elecciones que dividen a la población prácticamente por la mitad-, sumado a la protesta violenta y teniendo este antecendente de Venezuela suminstrando armas a parte de la población, ¿se maneja alguna hipótesis de guerras civiles en la región?
Hay situaciones de violencia generalizada que pueden escalar a mayor violencia, pero hablar de guerra civil me parece que todavía hoy puntualmente es muy pronto. Tal vez Nicaragua está en un contexto que preocupa porque hay una crisis política que ya viene de larga data, con Daniel Ortega. Algunos analistas hasta hace poco señalaban que Bolivia podía llegar a caer en una espiral de guerra civil, pero creo que es muy pronto todavía para saberlo porque inclusive con la medida que se tomó en Bolivia de permitir que los militares no fueran juzgados por determinados actos -un error político tremendo sobre el cual se dio marcha atrás- estamos ante la posibilidad de que esos conflictos se resuelvan por la vía pacífica.
Esto que señalás sobre lo que ocurrió en Bolivia es interesante porque son los propios militares los que no quieren intervenir en temas internos: están pidiendo a la política que les dé el respaldo. Pasa también en Chile.
En Ecuador también los militares salieron en plan de parar la protesta social y demás pero por eso creo que esto confirma que a los militares también los usan a conveniencia del poder político, como que les dicen “ahora salí a defendernos de la protesta, ahora volverte a tu cuartel”. Me parece que es un juego también en donde los políticos son los responsables. Los militares pueden tener mayor o menor grado de autonomía en muchos países pero en otros países también se apuesta a ese uso.
¿En Argentina cómo estamos?
Estamos bien comparándonos con el resto de América Latina. Tenemos manifestaciones todos los días en las calles pero estamos bastante permeabilizados respecto a las últimas protestas violentas que están ocurriendo en la región. Pese a esas grietas constantes que tenemos los argentinos en la que todo es blanco o negro en política, en cultura, en religión, tenemos que rescatar que aprendimos a vivir, a respetar y a querer la democracia. Pese a que económicamente estamos pasando por una crisis grave -ayer el informe de la UCA confirmó que el 40% de la Argentina es pobre- tenés factores que harían que en otro contexto este tipo de datos sean explosivos.
El nuevo ministro de Defensa a partir de la semana, Agustín Rossi, se ocupó de que en Diputados se le diera sanción a un proyecto para aumentar el presupuesto de Defensa. ¿Esto es importante?
Es importante paulatinamente aumentar el presupuesto militar porque Argentina es uno de los países con menor presupuesto en toda América Latina: 0.9% del producto bruto interno desde hace años. Eso es así parcialmente en respuesta a la transición que tuvimos en la cual fue necesario quitarle poder a los militares, pero hoy por hoy las fuerzas armadas están desarmadas. Me refiero a sus sistemas operativos, de armas. Casi el 80% del presupuesto del Ministerio de Defensa es para pagar salarios, pensiones y retiros, es decir, son gastos en personal. Menos del 4% es para inversiones. Se tiene a pensar “¿Pero para qué les vamos a dar más plata? ¿para que se armen?”, pero es que resulta necesario mantener lo que tenemos y de recuperar un poco la capacidad operativa de las fuerzas armadas. Se puede lograr a través de este fondo de defensa, que es el proyecto que envió Rossi al Congreso. Es importante remarcar que el proyecto tuvo amplia aceptació, no es que fue semi aprobado. Tuvo 188 votos en la Cámara de Diputado, entonces me parece que es un tema transversal a toda la política argentina que hoy necesitamos pensar paulatinamente cómo vamos recuperando esa capacidad.
¿Hay consenso entonces en la política de aumentar el presupuesto para armar a la fuerzas?
Tomémoslo con pinzas, es más bien recuperar determinadas capacidades operativas. La fuerza aérea casi no tiene poder para defender nuestro espacio aéreo, obviamente la armada también se está quedando muy atrás. Es un tema que va más allá del partido político, a mí me ha tocado participar de grupos de debate donde este tema puntualmente es un tema de consenso.
Hablemos ahora de fuerzas de seguridad. Terminando la gestión de Macri, ¿qué de todo lo hecho en seguridad crees que puede quedar como política de estado hacia el próximo gobierno y hacia adelante?
Han habido varios aciertos, uno de ellos tiene que ver con que recuperamos la capacidad estadística, sabemos lo que pasa en términos de seguridad y de inseguridad en Argentina. Se trabajó en mejorar el sistema de estadísticas criminales, se trabajó mucho con las provincias para lograr sistemas más estandarizados de medición del crimen. Creo que todo el despliegue que ha habido de fuerzas de seguridad apoyando en tareas de seguridad ciudadana es algo que va a continuar pero porque lo piden también las provincias. A veces se cuestiona que la gendarmería esté en tal provincia o en tal barrio bueno, y está también porque se pide políticamente porque gendarmería tiene prestigio de alguna manera frente a algunas fuerzas provinciales. Creo que va a continuar el despliegue de gendarmería y prefectura en tareas de seguridad ciudadana. En términos de la mejora de todo lo que tuvo que ver con la lucha contra el narcotráfico, la Argentina tiene un sistema hoy de tecnología inteligente en la frontera que se acaba de terminar de inaugurar con radares, con drones, con cámaras y sensores nocturnos. Es una inversión enorme que hizo el Estado argentino y que va a continuar. Se capacitó a muchísimas personas en gendarmería y en prefectura para apoyar la tarea de vigilancia de nuestros 7.000 km de fronteras. En narcotráfico se aumentó enormemente la cantidad de droga incautada.
¿Disminuyó el delito?
Sí, disminuyó. Argentina es el segundo país con menor tasa de homicidios en América Latina por cuarto año consecutivo y sería bueno que se pueda mantener. Hay que seguir trabajando para disminuir el delito cotidiano, los robos, con modelos de patrullamiento específico, con la incorporación de tecnología de cámaras, y después empezar a generar patrones de qué es lo que ocurre, por ejemplo, en qué ciudades se concentra el delito y en cuáles la tasa es menor al promedio. Esto permite que el político, el intendente, el gobernador o los ministros de seguridad tengan mejor información para saber dónde actuar y no actuar a oscuras.
¿Cuáles serían los grandes problemas de seguridad en los que habría que poner el foco en este momento y en esta época en América Latina?
El narcotráfico es uno de nuestros grandes problemas. En Argentina no tenemos la oleada de violencia que se ve en México y en el triángulo norte de Centroamérica, donde el narcotráfico causa estragos. En realidad, todo lo que tenga que ver con crimen organizado, sobre todo la trata de personas, el tráfico humano, no solo la trata de mujeres sino también la trata de niños y de trabajadores que ocurre mucho aquí en la región. Se habla poco de eso porque tenemos otras urgencias el pero tráfico de armas es un problema en América Latina. Debido a las guerras civiles que hubo en Centroamérica y en algunas partes de Sudamérica, quedaron millones de armas circulando y esas armas son muy fáciles de ocultar, son muy fáciles de desarmar y de volver a armar en otro país. Con fronteras porosas como las que tenemos es muy fácil ir y venir con armas, con sistemas enormes también de armas militares que no se compran en cualquier lugar, entonces creo que hay también hay un desafío de empezar a mirar un poco cómo se coopera, cómo se coordina entre las fuerzas de seguridad de la región para combatir el tráfico ilícito de armas. Finalmente, un último desafío del que se habla poco es el cibercrimen, una manera muy barata de causar daños enormes, ya sea a sistemas bancarios, a sistemas de seguros como potencialmente el uso malicioso de Internet para propósitos delictivos, como la pornografía, la ventas de seres humanos o la venta de órganos en la deep web. Está también la sospecha de que esos lugares pueden estar vinculados al terrorismo. Los países tienen que estar preparados y todavía me parece que no lo estamos mirando como un tema importante y deberíamos hacerlo. Hacia esa dirección se está marchando hoy en las agendas pero todavía estamos muy novatos en este tema.