Brasil acaba de inaugurar la cuarta central hidroeléctrica más grande del mundo, Belo Monte, con una potencia de 11.000 megavatios que va a alcanzar para abastecer a más de 60 millones de personas.
La obra comenzó en el año 2011 y finalizó la semana pasada. Demandó más de 4500 millones de dólares, casi lo mismo que nos van a contar las centrales del río Santa Cruz, que tienen menos de la mitad de potencia.
Brasil desarrolló esta obra en el marco de un plan estratégico energético que va desde el 2007 al 2030, con revisiones cuatro años.
Sin duda, tener un plan energético es una buena práctica que debe ser imitada porque el sector energético es capital intensivo y necesita el largo plazo para amortizar sus inversiones y el costo de capital es un factor central. Del mismo modo tener un plan energético que sea una política de Estado a largo plazo reduce la incertidumbre y por ende el costo de financiamiento y orienta la inversión del capital privado.
Argentina, la semana pasada, presentó sus escenarios al 2030, un trabajo muy importante y pormenorizado, pero que muestra la visión de un gobierno que termina y está a medio camino de ser un plan energético. Ojalá que el próximo gobierno continúe el camino que comenzó esta administración y Argentina vuelva a tener un plan energético de largo plazo.