El diario El País de España puso sobre el tapete un tema conocido por algunos historiadores pero no investigado suficientemente: el genocidio de los gitanos en manos de los nazis en la Segunda Guerra Mundial.
Como se sabe, los gitanos o romaníes, como se los conoce en algunos países de Europa, fueron enviados a los campos de concentración y masacrados. Igual que los judíos, los homosexuales, grupos polacos, soldados rusos prisioneros y testigos de Jehová, una rama de la religión que se niega a verter sangre ajena y por lo cual se oponen a todo conflicto bélico. No querían ser soldados y, en tanto, para Berlín eran antipatriotas.
El asunto ganó espacio en el periódico español por la exposición de pintura retrospectiva de Ceija Stojka (1933-2013) en el museo Reina Sofía, en Madrid. Al periodista que hizo la crónica le sorprendió un detalle siempre reiterado en esas obras: cómo asoma en la parte inferior de cada cuadro, a modo de firma, una ramita de árbol y a su lado su nombre y apellido.
Siendo niña, Ceija, por gitana, fue enviada junto con su madre y hermana primero al campo de Auschwitz y después a otros centros de trabajo o exterminio entre 1943 y 1945. Le tatuaron un número en el brazo (Z6399). Ella logró sobrevivir, en medio del hambre generalizado masticando hojas de plantas. “La savia recorre las escenas de felicidad y hecatombe en sus pinturas y dibujos a tinta”, escribe el periodista.
Después del final de la guerra, la artista borró todo signo que la caracterizaran de esa comunidad, se tiñó el pelo de rubio para parecerse a las germanas y se dedicó a la venta de alfombras. Ocurrió lo mismo con miles de ex reclusos de los campos de concentración. El objetivo era extirpar todo recuerdo traumático.
En 1997, el presidente de Alemania Federal Roman Herzog afirmó: “El genocidio de los romaníes fue llevado a cabo con la misma motivación de manía racial, la misma premeditación y el mismo deseo de exterminio sistemático y absoluto que el que orientó el genocidio de los judíos. Familias completas, desde los más pequeños hasta los muy ancianos, fueron asesinadas sistemáticamente dentro de la esfera de influencia de los nacionalsocialistas”.
Para algunos alemanes de edad, los romaníes no fueron perseguidos por motivos raciales sino por sus antecedentes criminales y antisociales. En 1971, la Convención de Bonn usó el mismo argumento para no pagarles indemnizaciones.
Las razones del antigitanismo son complejas. En principio, aquellos que primero que llegaron a Europa Central lo hicieron al mismo tiempo que la conquista turco-otomana del imperio romano-bizantino, por lo que fueron percibidos como una amenaza. Sin embargo, nunca reclamaron un territorio geográfico ni tuvieron una economía propia, ni ejército, ni gobierno.
No obstante, cuando los nazis llegaron al poder en 1933, la leyes alemanas contra esta cultura ya estaban vigentes desde hacía mucho tiempo. Se los acusaba, por ejemplo, de ser espías de potencias extranjeras. A veces había “cacerías” en las que las víctimas eran atrapadas y asesinadas. En el siglo XIX varios especialistas europeos escribieron acerca de los romaníes y los judíos como “seres inferiores” y se refirieron a ellos como “el excremento de la humanidad”.
En la década del veinte, en Alemania, la opresión se intensificó pese a las leyes de la República de Weimar que decían que todos los ciudadanos eran iguales ante la ley. Ese mismo año, sin embargo, se les vedó el ingreso a parques y baños públicos y hasta se escucharon propuestas para que los gitanos desempleados por la crisis económica fueran enviados a campos de trabajo ” por razones de seguridad pública”.
Desde 1927 todos, incluso los niños, debían llevar tarjetas de identificación con una impresión de sus huellas digitales y fotografías. En septiembre de 1935 quedaron involucrados en las restricciones de las leyes raciales de Núremberg. En 1937 ya eran considerados ciudadanos de segunda clase, privándolos de derechos civiles.
El 16 de diciembre de 1941, Heinrich Himmler, el jefe de las SS germanas, emitió la orden de capturarlos y enviarlos a campos de concentración o de muerte. Himmler escribió: “Deben ser tratados como hereditariamente enfermos” para poder eliminarlos sin vacilaciones. En el Tribunal de Núremberg, que juzgó a la jerarquía nazi que permanecía con vida, afirmó que éstos sufrieron al igual que los judíos.
La cifra final de víctimas romaníes es desconocida, pero el historiador norteamericano Sybil Milton estimó el número de pérdidas gitanas desde fines de la década del treinta hasta 1945 entre medio millón y un millón y medio de personas.
Publicado en El Auditor el 27 de noviembre de 2019.
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