viernes 29 de marzo de 2024
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Carina Solmirano: “El crecimiento chino es clave para entender como EE.UU. se comportará en el futuro”

Carina Solmirano es Licenciada en Ciencia Política (UBA) y Magister en Seguridad Internacional de la Universidad de Denver en EE.UU. Especialista en Defensa y Seguridad con una trayectoria internacional de más de quince años.

Recientemente renunció el tercer Asesor de Seguridad Nacional del presidente Trump. Es el tercero desde que comenzó el mandato del republicano. En este caso, sus posiciones rígidas no se adaptaron a una nueva visión del mundo y a los cambios (o volantazos) que suele hacer el empresario devenido en político. ¿Hay realmente una nueva visión del mundo por parte de los Estados Unidos?

Diría que desde la llegada a la presidencia de los EE.UU., la visión de Trump respecto al rol de Estados Unidos en el mundo se ha parecido más al aislacionismo norteamericano de  principios del siglo XX, con su gran lema electoral de “hacer EE.UU. grande nuevamente.” Algunos expertos caracterizan a este período como un neo-aislacionismo, otros hablan de un repliegue de EE.UU., pero en definitiva lo que se viene observando es una política exterior que desconfía del multilateralismo y de los organismos internacionales y que al mismo tiempo es menos intervencionista –a nivel militar- que en décadas pasadas. Pero también me parece que, en consonancia con su gestión doméstica, su política exterior ha tenido momentos erráticos y la gran rotación de funcionarios en puestos claves para la política exterior y la seguridad nacional del país son un ejemplo claro.

Aún así, si creo que el presidente Trump no quiere otra guerra más y John Bolton, conocido por sus ideas sobre cambios de régimen y ataques preventivos,  comenzó a endurecer su discurso respecto a Corea del Norte, Venezuela o Irán y el posible uso militar para resolver los problemas de EE.UU. con estos países. Pensá que EE.UU. ya se retiró de Siria y está en conversaciones con el régimen Talibán para llegar a un acuerdo que ponga fin a la guerra en Afganistán y que permita a los soldados norteamericanos volver a su país después de 18 años de estar en una guerra en la que ya han muerto más de 2.000 soldados norteamericanos y más de 30.000 civiles afganos. Hace un par de años atrás, hicimos un cálculo en SIPRI de los costos de la guerra en Afganistán y en el período 2008-2012, EE.UU. había gastado 410 mil millones de dólares (y esta es una cifra super conservadora). Las intervenciones militares son caras, no sólo a nivel económico sino también a nivel humano. Las intervenciones militares, si salen mal, no permiten que los presidentes sean reelectos y Trump buscará la reelección el año próximo. De allí la reticencia de aceptar estas posturas más belicosas que planteaba John Bolton.

¿Hay un repliegue de los Estados Unidos?

Que EE.UU. se repliegue militarmente de algunos lugares del mundo no significa que su rol hegemónico disminuya. Todo lo contrario. EE.UU. está pendiente del papel de China y Rusia en este nuevo escenario internacional. China es hoy la principal competencia estratégica para EE.UU. y así quedó plasmado en la Estrategia de Defensa Nacional de 2018, donde EE.UU. llama a China un “estado predador.” Por eso no sorprende que, en este contexto geopolítico, EE.UU haya destinado casi 700 mil millones de dólares a su presupuesto en Defensa en 2018, mayormente para hacer frente a los nuevos programas de adquisición y modernización de su sistema de armas. El crecimiento chino, tanto económico como militar, es entonces clave para entender como EE.UU. se comportará en el futuro. Y también hay que tener en cuenta el papel agresivo que Rusia viene teniendo desde la anexión de Crimea en 2014 o la intervención militar en Ucrania el mismo año.  

Pareciera que la etapa de un mundo con menos conflictos globales ha quedado atrás, hoy el escenario encuentra a Rusia intentando influir en la política de occidente por todos los medios a su alcance, a los Estados Unidos en un enfrentamiento comercial de magnitud con China y a estos últimos interesados en introducirse territorialmente en América Latina. ¿Qué nos depara este escenario?

Es una muy buena pregunta. Da la impresión que no estaremos exentos de más conflictos en el futuro, pero serán de otra naturaleza. Hoy es poco probable volver a los conflictos armados tradicionales entre estados que fueron tan característicos de siglos pasados. Si se ven conflictos al interior de un estado en los que se desdibujan un poco los objetivos y métodos que se usan. Varios de los conflictos de hoy caen más en la categoría de lo que la profesora Mary Kaldor llama ¨nuevas guerras,” donde se mezlan actores no estatales, ejércitos privados, grupos criminales, etc. en conflictos que además duran muchisimo tiempo causando miles de muertes y en general millones de personas desplazadas.

Me da la impresión que también lo que venimos viendo son conflictos donde los grandes poderes juegan sus influencias e intereses ya sea directamente o a través de sus aliados pero sin partipar directamente con tropas, como supo ser en el pasado. Siria creo que es un perfecto ejemplo de esto. La guerra civil en Siria ya lleva 8 años y parecería estar llegando a su fin, según las últimas noticias. Pero en esta guerra participaron Arabia Saudita por un lado apoyando a las fuerzas opositoras del régimen de Assad y a Rusia e Irán apoyando al régimen. En Siria el Estado Islámico había logrado controlar una parte importante del territorio y por eso EE.UU., a través de una coalición internacional, también se involucró en el conflicto al realizar ataques aéreos a las bases del EI. Para mi es inevitable preguntar que hubiese ocurrido si todos estos actores externos no se hubieran involucrado. Quizas la guerra no habría durado tantos años? O se hubiese producido el cambio de régimen? La verdad es que no tengo la respuesta.

¿Qué pasa en otras regiones?

Otro caso que también llama mucho la atención es Yemen, donde también hay una crisis humanitaria sin precedentes con influencias de poderes regionales y extra-regionales que no han hecho más que empeorar la situación de millones de personas. Y de nuevo, ahí no tenés garndes poderes involucrados directamente pero si a través de sus aliados regionales. EE.UU., por ejemplo, le ha dado asistencia militar a Arabia Saudita, quien pelea contra las fuerzas opositoras en Yemen, las que a su vez son apoyadas por Irán.

O tomá un caso más cercano a nosotros: Venezuela. En el conflicto venezolano también vimos este juego de influencias y apoyos  tanto EE.UU., apoyando a Guaidió como Rusia y China que siguen sosteniendo al régimen de Maduro. Lo que quiero decir es que en muchos de los conflictos actuales vemos una dinámica en la que la misma fragilidad del estado termina siendo terreno fértil para la continuidad del conflicto y se genera un círculo vicioso del cual es difícil salir. 

En este marco, nuevamente aparece la amenaza nuclear por parte de Irán. Hasta que punto esta amenaza es real o son solo escaramuzas para negociar en mejores términos un proceso de no proliferación.

Hay una realidad innegable y es que Irán “puede” y tiene la capacidad para desarrollar una bomba nuclear, pero no lo ha hecho hasta ahora. En la literatura sobre el tema, hay un término que acuñó Ariel Levite y que me parece muy útil para entender la situación iraní. El describe que hay una estrategia intermedia entre los estados que desarrollan armas nucleares y aquellos que abandonan sus programas (como Argentina y Brasil), una estrategia que denomina “nuclear hedging.” Es difícil traducir este término pero básicamente se refiere a que un estado se reserva la capacidad de desarrollar armas nucleares en un tiempo relativamente corto, dado que ya tiene el know how y la tecnología para hacerlo. Hoy Irán es un nuclear hedger.

Creo que también el tema se exacerba porque al llegar a este umbral de desarrollo nuclear, el miedo es que otros países de Medio Oriente busquen lo mismo. Arabia Saudita, por ejemplo, es uno de los países que se menciona siempre como potencial hedger en la región. 

Por eso el Plan de Acción Integral Conjunto que se firmó en 2015 fue visto en su momento como un hecho histórico en las relaciones entre EE.UU. e Irán (más allá de que ambos países siguen sin mantener relaciones diplomáticas). Hace poco estuve en un evento con el Embajador Rafael Grossi, el candidato argentino a dirigir la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) y él decía que este acuerdo debería ser parte de una curso sobre negociación internacional porque llevó años y varias idas y vueltas entre todas las partes involucradas para lograrlo. Con el Plan de 2015, Irán aceptó limitar su programa nuclear de modo que sólo puede continuar desarrollando energía nuclear con fines pacíficos y con supervisiones trimestrales. Uno de los objetivos centrales era retrasar el tiempo que le llevaría a Irán desarrollar la bomba atómica. A cambio, se negoció el levantamiento de  sanciones económicas que estaban ahogando al país. El Acuerdo, según los expertos de la AIEA, se ha cumplido, sobre todo en lo que respecta a los niveles permitidos de enriquecimiento de uranio. Pero con la decisión de Trump de retirarse del Acuerdo, Irán ha endurecido su posición nuevamente, y hace pocas semanas anunció que volvería a enriquecer uranio por arriba del porcentaje permitido. Volviendo un poco a la pregunta anterior, este tema también causó problemas entre Trump y Bolton, ya que el último favorecía un ataque directo a Irán para evitar que Irán pudiera tener la bomba.

Respecto a Rusia, parece que quedara atrás los viejos acuerdos que llevaron al fin de la Guerra Fría y se enmarca en un nuevo proceso de desarrollo armamentista. ¿Qué peligros globales implica?

Lo que pasa es que estos desarrollos están ocurriendo tanto en Rusia, como en EE.UU. y China, lo que lleva a muchos analistas a pensar que podemos estar viendo el inicio de una nueva carrera armamentista nuclear entre estos países. Rusia tiene el segundo arsenal de armas nucleares tácticas y estratégicas a nivel mundial y pese a que desde el fin de la Guerra Fría, los arsenales de EE.UU. y Rusia disminuyeron drásticamente hasta alcanzar hoy 13.685 ojivas nucleares (según el último informe de SIPRI), lo que se observa es un proceso de modernización o “proliferación vertical” del armamento nuclear de Rusia y EE.UU. que preocupa a muchos analistas. Hasta donde se sabe, se están modernizando las ojivas nucleares, los misiles balísiticos, sistemas de lanzamiento, etc. Yo creo que el peligro global de estos procesos de modernización es que dan un mensaje equivocado en terminos de no proliferación. Esto es, se sigue controlando que los estados que no poseen armas nucleares no las puedan desarrollar, mientras los que pertenecen al club nuclear por ahí no aumentan su arsenal pero lo hacen más moderno y letal.

En este contexto, hoy la arquitectura de desarme y control de armas que se sostiene en los acuerdos que se firmaron en su momento para limitar la cantidad de armas nucleares, tambalea. Como vimos este año, EE.UU. se retiró de un acuerdo muy importante de desarme: el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio que había firmado con Rusia durante la Guerra Fría y que prohibía los misiles con alcances de 500-5.500 km. EE.UU. acusaba a Rusia de haber violado este tratado al fabricar un misil de alcance intermedio. El fin de este acuerdo genera mucha preocupación a los miembros europeos de la OTAN, dada la cercanía geográfica con Rusia.

Volviendo a Rusia, también preocupa que el desarrollo de armamentos se da en un contexto de mucha opacidad que no permite verificar cuan realista es la información que se publica. En la última década, el país invirtió varios miles de millones de dólares en fortalecer su industria doméstica de armas y modernizar parte de su arsenal nuclear y militar que ya había quedado obsoleto. El año pasado se aprobó un nuevo programa que concluiría en 2027 y que busca mejorar las capacidades nucleares y el armamento convencional ruso.

Pero yo no me olvidaría de incluir a China en esta foto, ya que viene invirtiendo fuertes sumas de dinero en el desarrollo de armas y tecnología de punta, incluyendo desarrollos de armas autónomas y semi-autónomas. Me parece que por eso China es en realidad el principal competidor militar de EE.UU., sobre todo a medida que incrementa su poder naval y se proyecta hacia el Pacífico.

Solemos mirar las amenazas explícitas en términos de seguridad internacional tradicional. A treinta años de la caída del Muro de Berlín, ¿hay amenazas menos visibles pero no por ello menos preocupantes?

En mi opinión, hay varias amenazas hoy que son preocupantes y requieren que pensemos como las vamos a enfrentar en las próximas décadas. Son lo que en general llamamos amenazas no tradicionales. Para darte un ejemplo, hace ya unos años se habla mucho de las amenazas provenientes del ciberespacio y el efecto que las mismas pueden tener sobre la vida de las personas. Hay un caso muy conocido de un ataque cibernético a las instalaciones nucleares de Irán en 2010 a través de un virus o gusano conocido como Stuxnet. Este virus tomó control de mil máquinas en la planta nuclear de Natanz y le dio instrucciones de autodestruirse. Este año, también se volvió a atacar los sistemas informáticos de la Guardia Revolucionaria Iraní. En el 2007, Estonia también sufrió una serie de ataques cibernéticos que dejó al país sin sistema bancario ni medios por varios días. Se sospecha que el gobierno ruso estuvo detrás de estos ataques, más allá de que Rusia siempre lo negó.

Hoy se debate como proteger todas las infraestructuras críticas de un país de este tipo de amenazas. Desde una computadora se puede frenar todo el sistema de transporte ferroviario de un país, afectar el tráfico aéreo, los hospitales, el sistema bancario, las centrales eléctricas y plantas nucleares…básicamente todo lo que esté conectado a una red. Y mientras algunos de estos ataques no siempre tienen de por si una agenda política, imagínate a alguien accediendo a sistemas de armas y programándolas para su lanzamiento. Es un escenario bastante preocupante.

Por esto mismo, también hoy los principales países están haciendo grandes inversiones en ciberseguridad y ciberdefensa. En EE.UU., sin ir más lejos, el presupuesto destinado a actividades de ciberseguridad pasó de US$ 14.900 millones en 2017 a US$ 17.300 millones para 2020, de los cuales US$ 9.000 millones son para el Departamento de Defensa. China, el Reino Unido, Israel y Rusia también están inviertiendo grandes cantidades de dinero en ciberseguridad y ciberdefensa, entrenando no sólo personal para estos propósitos sino también desarrollando sistemas tecnológicos que permitan evitar posibles ataques a instalaciones gubernamentales y militares, por ejemplo, pero también al sistema de energía eléctrica que podría “apagar” a todo un país.

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