jueves 28 de marzo de 2024
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Jair Bolsonaro, un azote para la democracia

Cientos de miles de hectáreas de selva amazónica están siendo quemados por los ganaderos brasileños. Se quema el pulmón del mundo con el beneplácito del presidente Bolsonaro para poder ampliar los negocios. O para la explotación minera. No importa si hay que destruir las reservas indígenas o matar personas si hace falta. El Brasil autoritario avanza de forma despiadada, con fuerzas de seguridad que tienen vía libre para matar y con una prédica de odio y violencia que el propio Bolsonaro despliega a diario desde el Planalto.

Hoy, en Brasil hay cada vez menos margen para la oposición y más amenazas a la libertad de expresión, florecen las noticias falsas, la difamación de los adversarios del presidente, los ataques a periodistas y las reacciones de los seguidores más radicalizados del ex militar devenido en presidente.

La diversidad enfurece al mandatario y a sus adláteres, por eso destruye la biodiversidad y persigue en la sociedad todo lo que se aparte del canon bíblico, al punto de que la democracia brasileña está en peligro, porque como advierte el politólogo Celso Rocha de Barros, no heredó su ideología de los generales conservadores de la dictadura, sino de los torturadores. En la retórica oficialista, el periodismo es una actividad delictiva y quienes critican al presidente son enemigos del Estado.

Ha atacado a los periodistas que osan criticarlo o revelar sus trapisondas. Ya han pasado por ese trance el norteamericano Glenn Greenwald, y las brasileñas Miriam Leitao, Patricia Campos Belho e Isadora Perón. Tampoco es casual que la furia presidencial se desate en contra de Greenwald que está casado con el diputado David Miranda y contra las mujeres. Machismo, homofobia y xenofobia son los cauces estrechos por los que fluye su pensamiento. Bolsonaro insinuó que sus denuncias eran una conspiración gay entre el periodista, su marido y un ex diputado exiliado, “esa nena que está afuera de Brasil”.

El miedo ha hecho emigrar a muchos profesionales que vieron en el asesinato de la activista y concejala socialista por Río de Janeiro Marielle Franco — cuyo crimen ha sido asociado a grupos ligados al presidente — un signo del Brasil que viene. El ex diputado Jean Wyllys de Matos Santos (“esa nena que está afuera de Brasil”), que además de ex diputado es periodista y activista gay que, en la última década, fue el principal blanco de los dardos de Bolsonaro en el parlamento, eligió ese camino.

Defensor de los derechos humanos y autor de proyectos legislativos como el del aborto legal y el matrimonio igualitario – recodemos que en 20 años de diputado Bolsonaro nunca propuso un proyecto -, Wyllys ha sido el político más difamado de Brasil: le han inventado proyectos de ley inexistentes, declaraciones falsas, fotos y videos, y hasta lo acusaron de pedófilo. En el congreso, Bolsonaro lo llamó “culo ambulante” que “ama el aparato excretor”. Sin duda, la homofobia ocupa un papel central en el discurso de odio del presidente, la que atiza la fuerte homofobia que subyace en ciertos estratos de su sociedad.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) emitió una resolución que advertía que la vida de Wyllys estaba en peligro y exhortaba al gobierno brasileño a protegerlos a él y a su familia.

Otros siguen su camino hacia el ostracismo. La diputada socialista Talíria Petrone Soares, por Río de Janeiro, recibió amenazas de muerte y el gobernador de esa ciudad le ha negado protección policial. El diputado Glauber Braga comenzó a ser difamado tras discutir con el ministro de justicia Sergio Moro. Ambos están siendo empujados al exilio.

El pensamiento crítico de la universidad y de la ciencia también molestan a Bolsonaro, por eso recorta su presupuesto y critica con odio e ignorancia, expresado en su proyecto “Escuela sin partido”, proyecto basado en el diagnóstico de que en las escuelas y universidades de Brasil existe un “alto grado contaminación político-ideológica”.

Por su parte, la ciencia también sufre. En septiembre, el Consejo Nacional para el Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) en Brasilia anunció que podría quedarse sin dinero para continuar financiando las subvenciones y becas que brinda a más de 80.000 brasileños. El 15 de agosto, la agencia recurrió a Twitter para comunicar la suspensión del apoyo financiero a sus beneficiarios, una medida que muchos temían desde que el gobierno decidió recortar el presupuesto de becas del CNPq en un 21 por ciento, de 998 millones de reales, en 2018, a 785 millones de reales en este año.

Los populismos de derecha como el de Bolsonaro, o los de izquierda como el de Nicolás Maduro son enemigos de la democracia, dan pábulo al fanatismo, al pensamiento mágico y necesitan construir enemigos para reafirmar su poder, pero en ningún caso tienen un proyecto que enamora, una mística de la esperanza, un mensaje optimista, el odio los termina por consumir.

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