miércoles 4 de diciembre de 2024
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Guerras, enfrentamientos y una visión humanitaria en medio del conflicto

En agosto de 1874 Nicolás Avellaneda fue electo como presidente de la República Argentina, algo que se puso fin a las aspiraciones de Bartolomé Mitre que quería volver a ocupar ese cargo.

Mitre enfureció al ver truncado su sueño y encabezó una revolución contra el gobierno nacional, apoyado por parte del ejército nacional, la tribu del famoso Catriel y ciertos sectores de la prensa. Casi por única vez, la personalidad moderada y contemplativa del general dio lugar a la exaltación. Simultáneamente se levantaron el general José Miguel Arredondo, en Cuyo, y el general Ignacio Rivas en Azul. Ambos habían sido sus hombres de confianza durante la Guerra del Paraguay, aún muy reciente en la memoria de todos.

El apoyo no terminó allí. Mitre contó con algunos santiagueños poderosos y muchos voluntarios dentro de Buenos Aires. Francisco Borges —abuelo del escritor Jorge Luis Borges— fue parte del levantamiento, pero desistió tras recibir la siguiente carta del presidente saliente, Domingo Faustino Sarmiento: “Revelaciones escritas hechas al gobierno por los jefes que intentaron comprar o corromper aseguran unánimemente que el plan de revuelta reposaba sobre Arredondo en San Luis, Rivas al sur y Ud. al oeste. Coronel: no sé hasta dónde pueden influir sobre su ánimo afecciones personales o errores de buena intención (…). Oiga a un amigo: si alguna prenda hubiese Ud. comprometido yo le doy mi palabra de honor que ateniéndose en adelante a lo que el deber le prescribe y obedeciendo al gobierno quedará Ud. en la misma situación de antes”.

La carta se mantuvo siempre en manos de la familia Borges y fue difundida recién en 2015. Mientras el sanjuanino fue presidente, Borges respetó su pedido y luego se sumó a la revuelta.

Sarmiento declaró el estado de sitio. Fueron clausurados los diarios La Nación, La Prensa, La Pampa y El Nacional por estimular de forma directa una sublevación contra el gobierno: incitaban a los ciudadanos a salir con armas a la calle. Mientras tanto el vicepresidente Adolfo Alsina tomó las riendas del ejército.

Mitre se trasladó a Uruguay para preparar el ataque. En medio del levantamiento asumió Avellaneda. Tras jurar en el Congreso se dirigió a la Casa Rosada, donde fue recibido por Sarmiento con una sonrisa, un abrazo y estas palabras: “Sois el primer presidente que no sabe disparar una pistola, y entonces habéis debido incurrir en el desprecio soberano de los que han manejado armas para elevarse con ellas y hacerse los árbitros del destino de su Patria (…). Este bastón y esta banda os inspirarán luego lo que debéis hacer. Es la autoridad y el mando. Mandad y seréis obedecido”. Pero para que mandara plenamente debían acabar con la situación desplegada por Mitre.

Los revolucionarios terminaron siendo abatidos por completo en tres meses. La batalla decisiva fue el 26 de noviembre en una estancia llamada La Verde, ubicada en el partido bonaerense de 25 de Mayo. Por entonces el coronel Borges se había reincorporado a la facción mitrista, pero sus compañeros desconfiaron de él. La derrota fue total y el militar —en un acto aparentemente suicida— murió al precipitarse contra la línea enemiga de tiradores.

Poco después, Arredondo fue vencido por el general Julio Argentino Roca en la Segunda Batalla de Santa Rosa —Mendoza— el 7 de diciembre. Constituyendo la última contienda civil de envergadura en nuestra historia. En la provincia cuyana se decidió ejecutarlo, pero el fallo no pudo ser cumplido porque el hombre escapó. Aparentemente, fue el mismo Roca -antiguo compañero de luchas- quien posibilitó su fuga.

Todo finalizó con indultos al grupo rebelde por parte de Avellaneda y, aunque ninguna disputa bélica puede verse positivamente, de esta contienda surgió una institución sumamente importante y beneficiosa.

Durante aquellos meses de angustia y enfrentamiento entre argentinos, un grupo distinguido de caballeros, entre quienes estaban los médicos Guillermo Rawson y Toribio Ayerza, se preocupó por las víctimas y organizó la Cruz Roja Argentina, que había comenzado sus tareas tiempo atrás y las formalizó el 10 de junio de 1880. Preocupados por brindar ayuda humanitaria, utilizaron las bases de la institución análoga fundada por el Congreso Internacional de Ginebra hacia 1864.

A lo largo de toda la contienda los servicios que prestaron a ambas facciones fueron muy importantes. Aportaron asistencia, médicos, botiquines y hasta hospitales de campaña. Los miembros de la institución podían verse durante todos los combates, lo que hizo que muchos de ellos perdieran la vida injustamente.

“El crédito de ésta -señala la revista Caras y Caretas en 1904- se cimentó hondamente en el pueblo, y la Cruz Roja fue pronto una verdadera fuerza social, viéndose forzado el gobierno a reconocerla en su carácter de institución eminentemente humanitaria y desligada de todo vínculo partidista, haciéndolo saber así al ejército en una orden general que lleva la fecha de Junio de 1880″.

Terminado el enfrentamiento, la Cruz Roja quedó incorporada a la vida nacional argentina; pueblo y gobierno le facilitaron elementos y recursos con objeto de hacer eficaces sus auxilios. Adquirió tanta relevancia que sus socorros trascendieron fronteras, y la institución llegó a actuar esporádicamente en los territorios uruguayos, chilenos y brasileros.

En nuestro país no solo asistieron durante los conflictos armados: cuando las calamidades azotaron Argentina también estuvieron presentes. Fue el caso de una grave inundación sufrida por Córdoba hacia 1891 y otra en la de Mendoza de 1893.

Pronto fueron más allá y dieron pasos en la prevención. Entre otras cosas, combatieron la epidemia variolosa en la ciudad de Buenos Aires en 1901, a través de vacunaciones y de asistencias gratuitas sumándose a la acción del gobierno municipal.

Punto aparte merecen las mujeres, que ocuparon un espacio igualitario en la historia de esta inmensa obra. Casi desde un principio se contó con el comité femenino, que encabezaron durante mucho tiempo Dolores Lavalle -hija del general Juan Galo Lavalle- y Cecilia Grierson, la primera mujer en recibirse de médica en el país.

Hasta entonces las mujeres habían participado sólo de precarias sociedades benéficas, cuya acción no superó un bosquejo elegante de caridad cristiana. A través de la Cruz Roja el género femenino comenzó a ir más allá, por ejemplo, con la creación de las primeras salas de auxilio del país y la fundación de escuelas de enfermeras, que proporcionaron a muchas mujere simultáneamente una profesión útil y conocimientos de higiene necesarios en todo hogar. Aquellos primeros cursos eran sólo para argentinas de entre 22 y 40 años; se dictaban entre las 18 y 21 horas, a fin de que las obreras y empleadas pudiesen concurrir sin faltar a su trabajo y duraban cinco semestres.

“No es forzoso practicar la carrera de enfermera (…) estarán cuando menos capacitadas para ejercer los primeros auxilios y las reglas generales de la higiene, que, enseñadas luego por cada enfermera en su hogar, contribuirán a un notable mejoramiento de la salud del pueblo, donde la ignorancia de dichas reglas y la desidia hacen más víctimas que las verdaderas enfermedades. Cooperarán a la asistencia social, proporcionando a las mujeres que necesitan trabajar, una carrera importantísima y lucrativa; y también a levantar el nivel moral de la mujer, porque desarrollan en ella un mayor conocimiento de sus medios de acción, fomentan su energía y disciplinan su voluntad,capacitándose para contribuir más eficazmente al engrandecimiento del país”, explicaban entonces desde el comité femenino.

No sólo las enfermeras que se recibían allí asistían en las salas de auxilio. Las damas de cada comité local de la Cruz Roja Argentina, todas ellas de clase alta, se turnaban cada dos horas en la atención de los servicios de asistencia a los enfermos.

Otro de los propósitos fundamentales presente en aquel programa de acción femenino era la fundación de maternidades refugios, para niños y mujeres abandonadas, “sin averiguar su nombre ni su estado civil”, aclaraban.

Como se puede observar, de las calamidades pueden surgir memorables obras y para que éstas sean beneficiosas, hombres y mujeres deben trabajar a la par.

Publicado en Infobae el 10 de junio de 2019.

Link https://www.infobae.com/historia-argentina/2019/06/10/guerras-enfrentamientos-y-una-vision-humanitaria-en-medio-del-conflicto-como-nacio-la-cruz-roja-argentina/

 

 

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