Luis Tonelli es uno de los politólogos argentinos más solicitados a la hora de analizar la dinámica política de Argentina. En esta entrevista estudia el año electoral luego del primer año de gestión de Cambiemos, concluyendo que el gobierno ha logrado construir gobernabilidad y que estas elecciones serán un plebiscito para las gestiones oficialistas. Por su parte, el peronismo definirá las elecciones en los distritos provinciales sin encolumnarse detrás de ninguna figura lo que, en principio, no representaría un riesgo.
Si uno mira los números para estas elecciones, de 257 bancas en diputados se renuevan 127 y de 72 senadores se renuevan 24. En el mejor escenario para el oficialismo, éste aumentaría su caudal legislativo sin lograr aún mayorías propias, lo que, sin embargo, le daría el visto bueno a las gestiones nacional y bonaerense para empezar a prepararse para las ejecutivas de 2019.
Lo que está implícito en lo que decís es que más allá del resultado concreto en cuanto a la sumatoria de bancas o la ecuación de gobernabilidad numérica, lo importante es algo que pasa por afuera que, por un lado, es la legitimidad en el mandato del Presidente que, por lo tanto, el Congreso tiene que acompañarlo y, por el otro lado, la cuestión de cómo impacta ese resultado electoral en la opinión pública. Este impacto es muy importante sobre el Congreso y sobre algo que se ha ido blanqueando y también se ha vuelto natural en la política argentina que es que los gobernadores asumen como suyos los representantes que están en las provincias. No solamente los del Senado, sino también sus diputados. Es algo que viene escondido porque cuando uno lee la Constitución dice que los senadores representan las provincias y los diputados a la Nación. Sí, pero los diputados son elegidos por distrito provincial y eso es algo muy argentino, muy importante y muy decisivo en lo que finalmente es el contrato entre el gobierno nacional y las provincias. Los gobernadores acá hacen política nacional. Lo hacen también, y muy especialmente, a través del Congreso. Esto hace el panorama inicial para ver cómo encaramos las elecciones.
¿Qué fortalezas tiene Cambiemos, a raíz de este primer año de gestión, para que este escenario posible se vuelva efectivo?
La fortaleza de Cambiemos está en su contraste con el pasado que es un artilugio que, de alguna manera, también usó Néstor Kirchner. Cuando él llegó a la presidencia, en vez de enfrentarse con un enemigo tangible, concreto, político –radicales, liberales–, se enfrentó con el pasado: la dictadura militar, sus sobrevivientes y ese pasado que todavía estaba vivo. Cambiemos se enfrenta con un pasado mucho más reciente: la experiencia kirchnerista en sus últimos años. Entonces hay una estrategia comunicacional de contraste permanente sin tener un enemigo presente porque ese enemigo presente sería el peronismo. En ese sentido sería otorgarle un status institucional y eso tendría que ser apostar por alguien, lo que terminaría disolviendo el mejor activo de Cambiemos que es que el peronismo hoy no tiene jefe, que está fragmentado. Cuando fue la unificación alemana de la que (Margaret) Tatcher estaba en contra, le preguntaron qué le parecía y ella contestó: “Me gusta tanto Alemania que quiero dos”. Macri podría decir: “Me gusta tanto el peronismo que quiero tres, cuatro, cinco”. Entonces, el principal activo para un gobierno que encontró en su primer año muchísimas dificultades, a la que se suma el cambio en el mundo, tiene todavía la súper ventaja de que lo que pasó, inclusive lo que pueda venir, se considera peor. Esa es la principal fortaleza: el activo simbólico de la diferenciación para mejor.
35 de los escaños que se renuevan en la Cámara Baja son bonaerenses. Vidal es una de las figuras del oficialismo con mejor imagen. Al parecer, la estrategia de María Eugenia Vidal es negociar con algunos dirigentes opositores para que armen su propio frente separados del peronismo y, de esa manera, licuar votos. ¿Qué se pondría en juego en cada caso?
Las elecciones legislativas para el gobierno nacional van a ser un objeto de interpretación en disputa. Son resultados multidimensionales: contrastar cuántas bancas ganó un partido hacia las presidenciales, cuántas ahora, el porcentaje de bancas que un partido ganó sobre las bancas en juego, las que se suman nuevas, considerar en dónde no se tenían diputados y ahora sí. La madre de todas las batallas es la Provincia de Buenos Aires. Se pueden hacer las sumatorias que se quieran pero Vidal tiene que llegar primera aunque sea por un voto. Uno dice Vidal pero en realidad ella no juega: habrá una lista que no se sabe quién la encabezará. Tenemos una hipótesis: Vidal tiene una gran popularidad y esto puede arrastrar la lista. El kirchnerismo en 2009 cuando vio las encuestas y se dio cuenta de que no medían los candidatos que podían serlo, tuvo que recurrir a las testimoniales y fue un desastre, pero podría haber sido peor. Y eso que había juntado todas las caras para decir “esta es mi lista” pero igual no les funcionó. No es como antes que se asociaba la Lista 3 al radicalismo y no importaba quién fuera en la boleta porque eran sinónimos y la lista se votaba completa. Hoy no existe eso como tal, entonces es hasta un misterio ver cómo va a reaccionar a gente en el cuarto oscuro frente a boletas que les pueden resultar ajenas. Claro está que al no haber salido la reforma política, va a estar el consejo de los punteros. Ahí yo creo que a Vidal esto la va a favorecer porque los intendentes del conurbano buscan mantener su predominio en los Concejos Deliberantes y los legisladores provinciales no les interesan demasiado. Ni que hablar de los diputados nacionales por la provincia. Me parece que va a haber mucho “voto delivery”: los punteros armarán el combo de papelitos en el conurbano, como vienen haciendo hace varios años, lo que sirvió para tener expertise. Esto le conviene prima facie a María Eugenia Vidal porque tiene un muy buen diálogo con los intendentes peronistas.
¿Cuál es el rol del radicalismo en estas elecciones? ¿Crecer? ¿Seguir formando parte de la coalición?
El radicalismo forma parte de esta coalición por muchas razones. Primero porque fue un gran impulsor de ella y, en ese sentido, coincidiría con Mauricio Macri en que el radicalismo de Gualeguaychú tenía que ir con el PRO y con la Coalición Cívica y no con Massa. Hubo radicales como Cobos y Gerardo Morales –que hizo la coalición con Massa en Jujuy– que coquetearon con esa idea. Finalmente se impuso el criterio de Ernesto Sanz y los “gualeguaychenses”. De todas maneras, la victoria fue un tanto pírrica porque no se pudo sacar de Gualeguaychú la idea de que el radicalismo no iba a ir con un candidato obligatoriamente. Eso fue una condición que puso la minoría de Cobos. Así, el radicalismo tuvo que participar de la primaria y sacó un porcentaje totalmente exiguo porque muchos radicales votaron directamente a Macri. Ese fue un problema a futuro para que Cambiemos no sea un gobierno de coalición y sí una coalición de gobierno, que es menos exigente y que se está haciendo todos los días porque en el presidencialismo no existen los requisitos coalicionales para poder gobernar. En ese sentido, un gobierno de minoría ya casi no es fantasma en un sistema parlamentario como España, por ejemplo. En un presidencialismo donde la barrera de los partidos se ha difuminado y donde la política es una bandeja de mercurio que se inclina para el lado de la opinión pública y del poder, un gobierno de minoría no es la muerte de nadie. Sobre todo porque Macri tiene tanto a la opinión pública como a los recursos. Este es el contexto en donde se da la gobernabilidad y fundamentalmente una estrategia simbólica: si hay gente en la calle durante el peronismo es gente que va a la plaza a saludar al líder al balcón; si hay gente en la calle cuando no está el peronismo hay ingobernabilidad y el helicóptero empieza a agitar las aspas. Este gobierno puso mucho empeño y pagó mucho e invirtió en que no haya conflicto social, porque si no iba a ser procesado por la opinión pública como ingobernabilidad. Si algo ha demostrado este gobierno es que tiene una gobernabilidad muy particular, diferente de la Cristina y de la de Néstor, pero que discurre más allá de los pronósticos apocalípticos. Es verdad que esto se traduce del otro lado en tener déficit fiscal porque la gobernabilidad la está pagando.
Durante 2016 vimos una parte del peronismo que acompañó al nuevo gobierno ayudándolo en la construcción de gobernabilidad, permitiendo que pasaran sus proyectos por ambas cámaras, dado que el oficialismo no tenía mayorías propias. ¿Esta actitud será premiada o castigada por su base electoral en estas elecciones?
En primer lugar, esta forma de hacer política se podría decir que es similar a la de Néstor Kirchner en los primeros años. Recordemos que había sacado una fracción de votos muy alejada a la necesaria para ganar elecciones y, por lo tanto, al principio construyó un gabinete muy ecuménico –después se dio cuenta de que no lo necesitaba y que podía gobernar incluso con un ministro de Economía inexistente– por el terror a la ingobernabilidad luego del 2001. En realidad, cuando uno mira el sistema institucional argentino se da cuenta de que está preparado para esto, para la negociación con los gobernadores. La Constitución es la que demanda una negociación entre el Presidente y los gobernadores: el preámbulo de la Constitución dice que son los representantes de las provincias los que están ahí reunidos. Y la negociación es sobre los recursos porque el gobierno nacional concentra recursos y la mayoría de las provincias no los tiene, entonces hay que negociar. En esa negociación se da la gobernabilidad macro. Cada provincia juega con lo suyo: hay provincias que tienen senadores, hay otras que tienen movimientos sociales fuertes, otras tienen gasto social enorme –la Provincia de Buenos Aires–. En todo ese caleidoscopio de cosas se arma un escenario que es el de la gobernabilidad.
Uno puede decir: bueno pero entonces es muy difícil el acto electoral, ¿sobre qué decide el ciudadano? La gente va a apoyar o castigar al gobierno nacional y a los gobiernos provinciales. Se va a votar en negativo; en ese sentido, el voto no negativo va a ser positivo. Si en los distritos provinciales el gobernador se presenta como alguien que fue astuto al cómo negociar con el gobierno nacional, entonces se lo va a premiar.
Al analizar lo que está pasando con el peronismo pareciera que a quienes más les importa la interna ahora es a ellos y no tanto al radicalismo.
Al radicalismo le importan siempre las internas porque “la vida es eso que pasa entre dos internas”. En el peronismo hay internismo cuando no está el conductor o la conductora. En general no hay conductor/a cuando no hay poder. El peronismo en la oposición es un peronismo que más que cruzado por las internas está cruzado por la falta de conducción; cuando llega el conductor, se verticaliza. Eso no significa que en el radicalismo no haya verticalismo; hay verticalismo pero hay una institucionalidad de la competencia política porque se consideran esas conducciones que simplemente están refrendadas hasta nuevo aviso institucional. Yo no veo ahí la llegada de las internas al justicialismo, lo que veo es que no tienen conductor. No lo tienen porque terminó muy mal ante la opinión pública la anterior conducción en términos relativos. Sin embargo, siguen con un gran apoyo social y de sus seguidores. Es casi el mismo caso de Alfonsín en el 89.
Entonces el problema del peronismo es que el núcleo de dirección es que le es pianta votos en una elección legislativa. ¿Tiene futuro el kirchnerismo? Pareciera que no, que hay que votar a alguien nuevo. Pero lo nuevo está fuera del peronismo y es Massa que juega para Stolbizer. ¿Entonces? Yo creo que es el momento del peronismo institucional. Lo que tiene que converger ahí es un peronismo racional y de diálogo y la figura, no necesariamente electoral pero sí política, es Miguel Ángel Pichetto. Mientras que no surja un líder electoral, me parece que el peronismo se va a seguir debatiendo y va a tener su gran arma de negociación y de identidad en el Congreso. Tal vez no salga un líder electoral de las elecciones legislativas que vienen, por ahí queda todo igual.
¿No es un riesgo para 2019 no tener ahora un líder?
Para el peronismo no. Las elecciones las pierde el gobierno, no las gana la oposición. El peronismo va a tener su cuarto de hora si al gobierno le va mal. En el peronismo cada uno está cavando trincheras para mostrarse para cuando vengan tiempos mejores: Urtubey, Massa. No parece surgir un líder parlamentario estridente del peronismo; más bien parece arreglarse por los gobernadores que tienen muchos.
No veo tantas amenazas para la gobernabilidad porque a lo sumo son elecciones parejas. Y van a ser elecciones de mucha discusión y mucho debate. Se van a dar en un año que económicamente no va a ser brillante pero no va a haber crisis porque la crisis como está armado este modelo depende básicamente de la posibilidad de financiamiento y se aseguró la posibilidad de financiamiento; fue muy astuto el ministro de Finanzas Nicolás el “Toto” Caputo. Y al peronismo no le conviene pararse de manos frente al gobierno porque hay una opinión pública que sostiene que el gobierno está tratando de hacer lo que puede. Creo que el gobierno nacional se ha hecho de todos los resortes de poder eliminando los pocos focos que tenía de resistencia. Y ahora es un plebiscito que no tiene demasiados riesgos.