A principios del siglo XX, Argentina era un país prometedor. La abundancia de recursos naturales, destino de la inmigración europea y su clima templado eran señales de un futuro brillante compartido con otros países de “asentamiento reciente” como Australia, Nueva Zelanda, Canadá e incluso Estados Unidos.
Sin embargo, desde la década de 1930 la economía argentina ha estado marcada por una constante frustración en sus ciclos de crecimiento. Una sucesión de recuperaciones económicas seguido de profundas depresiones, algunas equivalentes a las devastadoras crisis de 1929 o 2008 en los países desarrollados. Ciclos concatenados con sólo tres a cinco años de respiro, antes de que la economía caiga nuevamente en otra profunda crisis.
Este patrón cíclico, fuente de decepción de los argentinos respecto de su economía, representa un magno desafío para los responsables de la política económica.
La reciente actualización de la base ARKLEMS+LAND (www.arklems.org), proyecto argentino dirigido por el autor de este artículo, para la medición de la Productividad, Competitividad y fuentes del crecimiento económico, con contraparte entre otras de la Universidad de Harvard, Groningen y Valencia, resulta oportuna para evaluar las principales fuentes del decepcionante crecimiento económico argentino entre los años 1950 y 2023.
El PIB per cápita durante la onda larga que transcurre entre principios del siglo XX hasta el presente, creció a una tasa anual de sólo 0,8% anual. En cambio, Australia que compartía el mismo horizonte prometedor que nuestro país de similares características, creció al doble, 1,7% anual. El país del canguro necesita sólo una generación y media (35 años) para duplicar su nivel de vida, mientras que el país del avestruz necesita tres generaciones (87,5 años).
El diferencial en la tasa de crecimiento del PBI per cápita el último siglo (0,8% ARG vs 1,7% AUS) permitió a Australia mantenerse entre los primeros puestos en el ranking de PBI per cápita, mientras que Argentina colapsó desde el puesto N°6 en 1897, al puesto N°67 en 2022.
Un análisis gráfico de la serie del PIB de Argentina en relación con Australia puede ser útil para obtener los puntos de inflexión a partir de los cuales se produce la divergencia en las trayectorias de ambos países.
Argentina vive un largo periodo de divergencia desde fines de la década de 1940, que ya lleva ocho décadas, y se extiende hasta el presente. Habiendo tenido un ingreso per cápita equivalente al 95% de Australia, hoy es sólo el 29%, un nivel de vida relativo inferior al de sus padres y abuelos.
Midiendo la productividad
La base ARKLEMS+LAND permite obtener la “contabilidad del crecimiento” y con ello identificar los factores que explican el crecimiento de una economía en el largo plazo.
Por ejemplo, una economía puede crecer gracias al crecimiento poblacional o a una ola migratoria que suma fuerza laboral (en la “contabilidad de crecimiento” estos factores se denominan “factor trabajo”). También la economía puede crecer gracias a inversiones que permiten sumar maquinaria (factor capital). O bien, la economía puede crecer gracias a ganancias de productividad, ya sea del factor trabajo como del factor capital, o ambos (factor productividad).
Ahora bien, recordemos que desde 1974, el ingreso per cápita creció solo un 0,3% anual, de tal manera que el PIB per cápita del año 2023 era sólo un 15% superior al de 1974.
El magro crecimiento económico en el periodo (1974-2023) implica que un argentino que nació luego de 1974, necesita esperar un equivalente a 233 años (7 generaciones) para duplicar su nivel de vida.
Pero el estancamiento del bienestar de los argentinos producto del pobre crecimiento económico se evidencia también con la serie de productividad laboral.
En efecto, la productividad laboral se muestra estancada hace décadas y viene cayendo en picada desde el año 2011. A punto tal que en el año 2023 fue prácticamente igual a la del año 1973 (50 años atrás).
Pero la productividad laboral es parcial. Un análisis de la contabilidad del crecimiento que permita medir la contribución al PIB de los factores productivos, permitirá obtener la verdadera productividad de la economía: La Productividad Total de los Factores (PTF).
La PTF expresa la eficiencia productiva de la economía argentina comparando la producción no sólo con el factor trabajo, sino también con el stock de capital.
El siguiente gráfico demuestra que, a pesar de la contribución de incorporar capital y empleo al crecimiento del PBI, la clave que explica el reducido crecimiento económico de Argentina es la poca productividad de ambos factores en el periodo.
Del cuadro se advierte que durante los “años dorados” del régimen ISI (industrialización por sustitución de importaciones), de 1950 a 1974, el crecimiento del PIB fue del 3,6% anual, estuvo explicado principalmente por inversiones en capital que, cómo veremos, resultaron ex post ineficientes.
Ahora bien, la productividad total de los factores (PTF), creció un 0,6% anual en el periodo, por lo que sólo contribuye con el 16,7% del crecimiento del PIB, quedando opacado el ISI por su poca productividad.
Después de la crisis del régimen de ISI a mediados de la década de 1970, el PIB se desaceleró bruscamente a la mitad, 1,5%, mientras que cayó la productividad (PTF) a un ritmo del -0,4% anual.
Mirando los últimos 73 años, es decir durante el periodo 1950-2023, sólo hubo una destacada contribución gracias a ganancias de productividad (PTF) durante la década de 1990. En efecto, la PTF creció un 1,1%, casi el doble del régimen ISI, contribuyendo con un tercio del crecimiento económico.
Por último, vale destacar que fue nula la contribución de ganancias de productividad durante el período del super ciclo de precios de commodities en el nuevo milenio: la PTF disminuyó al -0.2% anual.
La productividad y su declive
El análisis permite advertir que el perfil de crecimiento del PIB de Argentina, estuvo más ligado a la “transpiración” vía incorporación de capital y empleo, más que en “inspiración” vía ganancias de productividad macroeconómicamente relevantes.
De hecho, la productividad de la economía argentina se muestra estancada durante varias décadas (salvo los ´90) y con un declive en los últimos años.
No hay ganancias de productividad a largo plazo cuando la inestabilidad macroeconómica impera. El siguiente gráfico resulta elocuente. La productividad total de los factores del año pasado, 2023, era -10% inferior a la de 1950. Magnitud similar tras el colapso de la hiperinflación o el parate histórico durante la extensa cuarentena.
Hubo algunas ganancias de productividad transitorias positivas sólo durante las recuperaciones a corto plazo del PIB, no sostenibles en la tendencia de largo plazo.
La falta de un patrón de crecimiento constante no resulta sorprendente si se toma en cuenta que nuestra sociedad vive cada 6 años una crisis sistémica equivalente a lo que los países desarrollados viven cada 80 años.
El atraso relativo desde fines de la década de 1940 y el estancamiento absoluto desde 1974, con excepción del hiato de la década de 1990, reflejan la vigencia común del populismo corporativo que impide el crecimiento, aplasta la productividad y arroja al cementerio de oportunidades perdidas las ventajas productivas que el país sin duda tiene.
El desafío es magno. Reducir la divergencia con Australia en una generación implica que el país necesita crecer a tasas casi coreanas del 5% per cápita en forma continua y sostenida durante 3 décadas.
No se puede mejorar la calidad de vida sin un fuerte crecimiento del PIB per cápita en las próximas décadas. Acumular capital, incrementar el empleo registrado, la calificación de la fuerza de trabajo y un uso eficiente de los recursos naturales son condiciones imprescindibles para el crecimiento sostenido, pero no alcanza. La clave es la productividad, condición sine qua non de la competitividad de la economía argentina que sólo pueden lograrse con estabilidad y profundas reformas económicas.
Publicado en Alquimias Económicas en marzo de 2025.