sábado 14 de diciembre de 2024
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El riesgo de un proyecto populista recargado

El radicalismo de la Provincia de Buenos Aires me invitó a Mar del Plata el sábado pasado a una mesa debate junto con Martín Tetaz (ver video). A continuación, los conceptos principales.

Hacia el año 1930 la Argentina tenía una riqueza por habitante aproximadamente equivalente a la de Alemania o Canadá. En el 2015 -cuando se retiraba la administración kirchnerista-, la riqueza por habitante había disminuido a la mitad en términos relativos con esos mismos países.

La Argentina hace cuatro años mostraba un estancamiento y un retroceso relativo incluso frente al resto de las naciones latinoamericanas, excepto Cuba y Venezuela.

Con instituciones flojas la economía no despega

La cuestión institucional -tan sustantiva para el radicalismo y para la convivencia democrática- es decisiva para determinar si hay o no hay progreso económico en la sociedad.

Hoy existe un consenso, tanto entre académicos como actores políticos, acerca de la correlación entre fortaleza institucional y resultados socio económicos.

Esto permite entender las consecuencias de haber andado a los tumbos y a los golpes en la Argentina desde el ’30 hasta el ’83.

Por qué la democracia no resolvió el problema económico

La contribución del radicalismo en el ’83, restaurando la democracia, no debe leerse solamente como “el aire fresco de la libertad” sino el haber dejado atrás la principal causa del retroceso económico.

Pero alguien bien podría decir que la democracia no resolvió el problema económico. ¿Por que?

Porque ademas del golpe institucional de los autoritarismos y las dictaduras, es también una patología que afecta el progreso económico la acción de los regímenes populistas.

No es casual que a nuestros vecinos -que recuperaron la democracia entre otras cosas y de manera decisiva gracias a la acción del gobierno de Alfonsín- les haya ido mucho mejor que a la Argentina del ’83 para acá. La razón es que en esos países el Estado funciona, gozan de un sistema político efectivo, existe una cultura del acuerdo y compromiso entre los actores políticos y un respeto a la ley, todo esto muy distinto a la anomia que afecta a nuestra sociedad.

Entonces, una condición para conseguir resultados económicos es dejar atrás la experiencia populista.

Los números que dejó el kirchnerismo

Lo que partió en el año ’15 fue el experimento político más extenso que tuvo la Argentina desde 1930. No hubo proyecto político con más tiempo de recorrido que el kirchnerismo desde 2003 hasta el 2015. Gozó de más tiempo que nadie.

Además, fue beneficiado por un contexto auspicioso; las exportaciones de granos durante el periodo K produjeron alrededor de US$ 1000 por habitante (cuando asumió Alfonsin representaban alrededor de US$ 200 por habitante). Disfrutó del mejor momento internacional de los últimos cien años.

Ese experimento tuvo mayorías legislativas en ambas cámaras, el acompañamiento de los gobernadores, dispuso de ingentes recursos y medios de comunicación social, tuvo el aporte de los movimientos sociales y del movimiento obrero organizado. Gobernó con mayorías y recursos.

Sin embargo, a pesar de estas condiciones excepcionalmente favorables, el kirchnerismo se fue dejándonos con un desequilibrio monocromático extraordinario, estancamiento, default y -lo mas notable- uno de cada tres compatriotas bajo la linea de pobreza y uno de cada cuatro hogares bajo la linea de pobreza.

Esos son los números que dejo el experimento populista de 12 años.

La necesidad de Cambiemos

La coalición Cambiemos -y la decisión del radicalismo que impulsó su creación- estuvo justificada en la necesidad de encontrar un camino para la Argentina que desandara ese tránsito de retroceso y estancamiento.

Cambiemos nace como respuesta al experimento populista y las consecuencias sociales que dejó.

¿Que opciones teníamos?

Antes de analizar las alternativas, un dato político fundamental: en el ’83 había reflexiones académicas y experiencia internacional (Portugal, España, Grecia) sobre como hacer una transición de dictadura a democracia. Nuestra propia democracia sirvió de guía a los vecinos. No es casual que se restaurara la democracia en Uruguay en el ’84, en Brasil en el ’85, en Paraguay en el ’89 y en Chile en el ’90. Pero no hay textos teóricos ni casos de éxito sobre cómo salir del populismo y reconstruir un orden republicano. Miren a Venezuela. ¿Cómo se sale de eso?

La Convención Nacional del radicalismo en el 2015 se centró en la discusión conceptual sobre los caminos electorales más eficaces para dar vuelta la página del populismo en Argentina.

Una opción era la de mantener la lógica de nuestra lista 3 (100% radicalismo). Sepamos que el ultimo presidente argentino elegido por una boleta exclusiva de su partido político fue Raúl Alfonsín en el ’83. Todos los posteriores triunfaron como resultado de coaliciones. Lo mismo sucede en otros países. Las coaliciones son el rasgo distintivo de la época. No es un localismo ni una moda.  En otro tiempo las identidades políticas estaban definidas casi exclusivamente por el lugar que cada uno tenia en el proceso de producción. Hoy las entidades políticas son mas complejas e incluyen perspectivas de genero, temáticas de medio ambiente y otros razonamientos.

Otra de las consideraciones que tuvimos fue la selección de los socios. ¿Por qué asociarnos con otro tan distinto a nosotros, como es el PRO? Algunos correligionarios proponían seleccionar socios más cercanos. Si pensamos hoy en los que recorrieron ese camino, veremos que no funcionó. Por primera vez desde el ’83 hasta las fecha, el Partido Socialista no tiene legisladores nacionales. El Dr. Hermes Binner -que fue candidato a Presidente en 2011 (logrando más votos que nosotros) y que además ha sido dos veces intendente de Rosario y gobernador de Santa Fe- , fue candidato a Senador en 2015 y salió cuarto, incluso en su propia ciudad.

La contradicción decisiva entre la continuidad populista y la opción de empezar a recorrer un camino de transición fue acertada.

La existencia de coaliciones con distintas biografías, recorridos y sensibilidades políticas no es algo exótico sino un rasgo distintivo de la época. La Concertación Democrática Chilena, por poner un ejemplo cercano, la integran la Democracia Cristiana y el Partido Comunista. Uno no le pide al otro que se haga creyente o que se haga ateo sino que  consensúan un programa, una serie de prioridades y un compromiso para un periodo electoral. Se trata de una coalición programática.

Un balance provisorio

Recordemos que no nos daban ni 2 meses de vida cuando se conformó Cambiemos. Pudimos demostrar que fuimos una exitosa coalición electoral, que en más de una elección afrontó el desafío, con resultados positivos.

Fuimos razonablemente exitosos en la coalición legislativa, teniendo en consideración que nuestro gobierno es el primero que -incluso al inicio de su gestión- carece de mayorías parlamentarias en ambas cámaras.

Lo que definitivamente no somos (y necesitamos ser) es una coalición de gobierno, dentro de la lógica de la acción política de un sistema presidencialista, construyendo prioridades y acciones colectivas. Ese es nuestro déficit.

El papel del radicalismo en Cambiemos

Hemos sido activos y nos hemos expresado, a veces con mejores resultados que otros. Resalto algunos episodios en los que dijimos lo que pensamos pero no fuimos del todo efectivos.

Nosotros creíamos necesario, al inicio del gobierno, hacer explícita la hipoteca que nos dejó el populismo. La administración no lo comprendió porque, con una lógica de optimismo acerca del futuro, prefería evitar el drama de expresar el desastre que habían dejado los 12 años de populismo.

Tampoco tuvimos la capacidad de llamar la atención sobre las imperfecciones de la política energética. No solo por las consecuencias en términos de tarifas. La cuestión energética que nos dejó la anterior administración es madre y padre de todos los problemas económicos que tenemos: el déficit fiscal y el déficit de la cuenta corriente del sector externo.

Como resultado de una trágica política energética, pasamos de ser exportadores netos de energía a importadores netos. Si no fuera por esa circunstancia, la Argentina en el 2014 no hubiera tenido déficit en la cuenta corriente. Como resultado de esa trágica política energética -que pisó los precios de los servicios públicos-, se recurrió a subsidios y como consecuencia de las cifras extraordinarias que alcanzaron esos subsidios, tuvimos el déficit que tuvimos. De mismo modo que sin esa trágica política energética, que nos llevó a la importación, no hubiéramos tenido déficit de comercio, si no hubiéramos tenido esos subsidios astronómicos no hubiéramos tenido déficit fiscal. ¿Por qué no hicimos lo suficiente? Porque los senderos de precios del ex ministro Aranguren estaban mal diseñados y la política tardó mucho en reformarse.

¿Otro error? Hoy el sector publico nacional esta con problemas financieros. Pero no así las provincias. Cuando el gobierno de Macri se inició había 17 de 24 provincias con problemas de gasto publico y déficit fiscal. Hoy son solo dos. Si bien es cierto que no hemos contado con mayorías parlamentarias, también hemos sido demasiado indulgentes con las economías provinciales, con consecuencias muy graves. En Santa Cruz, por ejemplo, podría haber habido una negociación política al brindar financiamiento para atender su situación de emergencia, recomendando en pos de la calidad institucional que se deje de lado la Ley de Lemas. Eso no se hizo y después ese sistema electoral -que sólo aplica Santa Cruz en la Argentina y casi ninguna otra localidad en el mundo- fue convalidado por un fallo de Corte Suprema. Otra: como consecuencia de la autonomía de los gobiernos provinciales -y sin una lógica intervención a favor de los intereses nacionales- se permitieron birlarnos el integrante del Consejo de la Magistratura que le correspondía a la coalición.

¿Está derrotado el populismo (y sus políticas facilistas que impiden el crecimiento económico)?

¿Están superadas las causas que justificaron la construcción de una coalición que permitiera ofrecer una alternativa para evitar la continuidad populista y generar condiciones para una reconstrucción republicana?

Decididamente, no.

El riesgo de la regresión populista no sólo está latente -tal como lo define el radicalismo de la provincia de Buenos Aires en una declaración ejemplar firmada por más de 50 convencionales y dirigentes de todos los distritos que llama la atención sobre esta cuestión- sino que tenemos por delante la posibilidad de un proyecto político populista más acentuado. ¿O a qué otra cosa se refiere la Dra. Kirchner cuando dice en el mini estadio de Ferro que necesitamos nuevas normas constitucionales para dejar atrás esa antigüedad de la división de poderes de Montesquieu? ¿O a qué se refiere el intendente de San Antonio de Areco cuando dice que el primer día de gobierno hay que ampliar los miembros de la Corte y construir un Poder Judicial que valide el poder popular “revolucionario”?

Frente a la posibilidad de la clara regresión que se asoma detrás de estos pronunciamientos, debemos ser capaces de generar una acción política que tenga en su núcleo los siguientes elementos:

  1. La institucionalidad, una causa decisiva para explicar el progreso económico. Casos cercanos: Uruguay y Chile.
  2. El fortalecimiento de los partidos políticos, teniendo en cuenta que, en democracia, las mediaciones las hacen los partidos políticos. En primer lugar, lo propio: fortalecer el radicalismo.
  3. Un programa común. En esta era de coaliciones es imprescindible formular un programa común con nuestros socios de cara a a la ciudadanía, con objetivos, prioridades, pilares sobre los que se pueda asentar esa formulación político-programática para el próximo turno. Y necesitamos fortalecer el funcionamiento de la coalición en términos de organización y toma de decisiones.

Si hacemos eso vamos a honrar eso que recordamos en estos días a 10 años del fallecimiento de Alfonsín: la inauguración democrática que terminó con los autoritarismos en el ’83. Ahora necesitamos evitar la regresión populista porque de lo contrario el retroceso socio económico y general sería extraordinario.

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