viernes 19 de abril de 2024
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Ochenta obras para responder preguntas

Es difícil saber si es más sabio o más valioso preguntar que responder, sobre todo porque en el medio, como un puente inconcluso, está la verdad. La verdad filosófica, la política y la moral son esquivas como un relámpago y esta época, la nuestra, parece confirmar la versión agustiniana que reza que amamos tanto la verdad que queremos que cualquier cosa que amamos lo sea, sin importar nada más.

El arte, afortunadamente, queda afuera de esta línea argumental y puede permitirse prescindir de secuencias lógicas y de continuidades históricas para escribir su itinerario.Una forma de escritura del arte, la más biográfica o autobiográfica, porque en ella caben todas las preguntas de una vida, es la de la retrospectiva.

En Obra Inconclusa, Silvio Fischbein muestra sus preguntas vitales bajo la forma de un cuerpo de obra que reúne diferentes registros y texturas visuales. Emplazada en la sala 22 del Centro Cultural Borges, ese islote en medio de acelerados turistas en busca de alguna oferta, la exposición recopila 80 obras realizadas entre la década del 60 y este año.

La obra de Fischbein se resiste a la clasificación simplista, y también a la cronológica. Salvo los saltos temporales de la primera época, marcada por la producción en cerámica con cierta inspiración fontaniana y los registros fílmicos (un momento clave de la obra del artista) el resto se desenvuelve, aún en su complejidad, sin que medien saltos que requieran de conceptos para su explicación. Si bien las series son distinguibles, aparecen mucho más como la forma estética en la que el artista elige expresar sus preguntas que una evolución material o de rutina de trabajo.

Esto vuelve la obra a un lugar primordial del arte contemporáneo que se conecta con una larga tradición y que coloca en el centro de la producción un intento meramente artístico, sin ninguna búsqueda por resolver dilemas de otro tipo. Si le sumamos, además, que estamos frente a un artista que se precia de realizar la totalidad de su obra a mano y personalmente (sin desmedro de los artistas de diseño) no es difícil llegar a una primera conclusión que gira alrededor de la intención de Fischbein por no resolver ninguno de los problemas que plantea y por optar por una obra que se presente al espectador como un valor estético.

Hay dos universos distinguibles en la selección que el propio artista hizo junto al curador Federico de la Puente para esta exposición. Uno de ellos, el que podríamos pensar como más clásico, lo constituyen las series de trabajos con bebés de plástico de cotillón. En las series De la vida cotidiana o Multitudes dispone una cantidad de estos muñequitos en diferentes situaciones expresivas. El resultado es de una ambigüedad interesante. La multiplicación y el amontonamiento de bebes de plástico es de una polisemia casi infinita, pero lo que llama la atención es que lo que en principio pareciera estar destinado a crear un clima de inquietud, termina reflejando cierta calma, acunada seguramente por el colorido y por una innegable dimensión lúdica. En una obra sin título de 2013, Fischbein dispone en el piso una verdadera alfombra de estos muñecos logrando un efecto visual impactante. Se trata de pequeños hexágonos repletos de bebes, cada uno de ellos de un color único. Siendo una obra modular de dimensiones variables, cuanto más se extiende, más sugestivo es el resultado óptico. La pieza está pensada para ser transitable (aunque operativamente esto es de difícil concreción), lo que le agrega un tono más a las posibilidades de interpretación.

Otro registro, más ligado a la actualidad productiva del artista, es el de las cartografías. En un soporte de difícil definición, arma unos collages en los que podemos entrever sus preguntas actuales. Se trata de bloques de papel plegados y tratados con poliuretano y con resinas en los casos de obras de mayor envergadura y tres dimensiones. Desde lejos, algunas de estas obras parecen paisajes abstractos, otras semejan rigurosos tratamientos geométricos. Más cerca, el espectador puede leer, puede adivinar idiomas y lugares, puede conversar con la idea de cosmopolitismo del autor, puede imaginar y hasta inventar a qué responde. En los trabajos más escultóricos se revive la sensación vivida con los bebes plásticos; aquello que podría resultar intimidante no lo es y caminar entre estas piezas semeja un paseo por un bosque, extraño sí, pero no agobiante.

La exposición se completa con trabajos textiles, instalaciones en piso y una proyección de la obra fílmica, en cortos y largos, que el artista realizó entre 1983 y 2014.

Cuando salía de la exposición, un visitante que me había visto conversar con Fischbein me detuvo y me soltó una pregunta, de seguro influenciado por la presencia de los bebés de cotillón; ¿Cuál es la posición del artista sobre el aborto? Entre sorprendido y sobresaltado, opté por decirle la verdad, que no sabía. Creo que la respuesta no lo conformó y se metió en la muestra a resolverlo por sus propios medios.

Publicado en Revista Ñ el 28 de marzo de 2019.

Link https://www.clarin.com/revista-enie/arte/ochenta-obras-responder-preguntas_0_pr8br6_KA.html?fbclid=IwAR3re1EYWp1oEWcCA9yKnCzJ4FziTKlrbjdpDRO1gHjksPouh9XOb-e_jsU

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