martes 23 de abril de 2024
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Kintsugi

Al parecer, la polarización es una técnica cultural de  supervivencia de los argentinos. Sobrevida de baja calidad pero sobrevida al fin. Cualquier debate, sin importar el ámbito del que se trate, encuentra rápidamente sus puntos extremos, su zona de exclusión y la determinación del enemigo. La polarización produce huellas. La huellas rupturas, las rupturas se llaman grietas. La grieta deviene en fractura.

Fractura y progreso no se llevan bien. Ahuyentan a los actores del desarrollo, espantan las condiciones de estabilidad económica, alimentan exclusiones y desigualdades, atomizan la representación política y dinamitan el horizonte de bienestar.  

La última novela del cada día mejor escritor argentino Andrés Neuman, Fractura (Alfaguara), tiene un eje narrativo: la historia de Yoshie Watanabe, y un eje filosófico: el kintsugi.

El señor Watanabe es apenas un niño cuando la bomba atómica de Nagasaki destruye la geografía donde nació y va a ser un señor mayor cuando el accidente de la central nuclear de Fukushima. Entre ambos horrores nucleares crece Watanabe, quien residirá en cuatro países, dominará tres idiomas y edificará cuatro historias de amor.  Amará en francés a Violet en París, en inglés a  Lorrie en Nueva York, en español a Mariela en Buenos Aires y a Carmen en Madrid. Y será amado por cada una de ellas, claro. Watanabe repite a menudo una frase de Chejov con la que parece estar perfectamente de acuerdo: “nuestro interés por los lugares no radica tanto en conocerlos como en escapar de un lugar anterior”.

La línea filosófica es el kintsugi, un arte que desarrollan los ceramistas nipones cuando una pieza se rompe. El artesano, entonces, en lugar de desechar las piezas, las reparan insertando polvo de oro en las grietas, resaltando los lugares por donde está el quiebre. Así, la fractura y su reparación quedan expuestas y pasan a formar parte de la memoria del propio objeto, como cicatrices de lo vivido.  Consideran que aquello que se ha roto pero ha sobrevivido puede considerarse más valioso, más bello.

No existe el vocablo kintsugi en otras lenguas, quizás por la ausencia del mismo  concepto. Hombre de muchas culturas el señor Watanabe vive en Buenos Aires durante los años del gobierno del Presidente Alfonsín a quien valora por su dignidad y coraje. Y observa “la atención que los argentinos ponen en la cotización del dólar, del franco o hasta del yen”, le parece muy extraño que los argentinos “hablan de plata sin parar” y se fascina por “ese saber popular de la economía”.

Deberíamos inventar, los argentinos digo,  un kinstugi vernáculo para soldar las fracturas, evidenciar la historia, embellecer las relaciones sociales, suturar la fractura para dejar de conspirar contra nosotros mismos y reparar nuestra fachada con meticulosa respetabilidad.  Quizás así se superen las falencias estructurales que nos vuelven cíclicamente a las mismas crisis, a continuar hablando de plata sin parar, a incrementar ese saber popular económico.

Neuman hace literatura, y la hace muy bien, porque es un gran observador de las gentes y sus procederes, de las geografías y sus culturas y de los sentimientos y sus consecuencias. Fractura es una excelente muestra de ello.

 

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