jueves 28 de marzo de 2024
spot_img

El dibujo como experiencia espacial

“Las personas deben hablar menos y dibujar más. Personalmente, me gustaría renunciar por completo al habla y, al igual que la naturaleza orgánica, comunicar todo lo que tengo que decir visualmente”. Johann Wolfgang Von Goethe

Los que escribimos sobre arte tenemos un problema. En realidad tenemos varios, pero hay uno que se destaca sobre el resto y es el que nos dice sobre qué escribir y qué decir sobre eso que vemos. Algunos críticos se deciden por lo judicial y otros, por la información y el análisis. En una entrevista reciente, Félix de Azúa comentó que no le interesa más escribir sobre arte porque este está muerto y solo es una actividad ligada al ocio y al turismo.

Paul Valéry, intentando resolvernos el problema, sugirió alguna vez que la obra que no nos deja mudos no tiene valor y que lo único que podemos hacer es reflejar el amor que inunda al mundo en la belleza de una obra de arte.

En esto de enmudecerse ayuda mucho un espacio como el de la Usina del Arte. Su hermosa monumentalidad, los caminos empedrados, la torreta y sus ladrillos rojizos contrastan con un interior modernizado y lleno de hierro y vidrios enormes.

En la amplísima sala del segundo piso está emplazada “Ciclorama”, de Mariana Sissia. Los metros que separan el descanso de la escalera con la obra son una buena excusa para preparar al espectador y predisponerlo a participar de lo que la artista ha planteado con este trabajo. Lo primero que se observa es una estructura circular, un montaje hecho en madera, de 10 metros de diámetro, con vigas que le hacen de soporte y unas bolsas de apariencia cargada que le sirven de contrapeso. Más cerca, es posible ver la apertura del círculo y la invitación a entrar, a caminar dentro de la estructura y a comprometerse en un recorrido colmado de dualismos sostenidos en el dibujo como experiencia artística.

Es sabido que toda buena obra propone múltiples interpretaciones y abre universos emocionales y analíticos casi infinitos, pero lo que sobresale en esta propuesta de Sissia es la cantidad de intersecciones y de diálogos que deja abiertos. El espectador encontrará los suyos, pero me gustaría al menos presentar algunos.

El más imponente es el disciplinar. Es cierto que el arte contemporáneo ha diluido mucho los límites de los oficios plásticos, pero “Ciclorama” va un poco más lejos. El protagonismo del dibujo es indudable, pero la forma, la visión que propone al espectador y la relación con el espacio presenta en realidad una escultura. La obra replantea estos límites de un modo amable pero intenso, descolocando la mirada y estableciendo una relación sensorial de inmersión e introspección.

Dentro de la estructura abierta de madera, un pliego de 30 metros de papel presenta un paisaje cíclico en el que el dibujo aparece con toda su carga histórica y de comunicación. Este trabajo de Sissia es en realidad la evolución de su biografía como artista. Como todo relato vital, tiene sus continuidades y sus rupturas. Los trazos, propios del método de trabajo, son los habituales de su obra pero la ocupación del espacio y el resultado final es una novedad.

El enorme pliego tiene, además, más de 2 metros de altura, está trabajado en fragmentos con una doble técnica que combina el grafito con solventes, resultando distintas intensidades y matices. La lectura de la totalidad del ciclo es la de un diario íntimo o la de un periódico. Distintas emociones, distintas noticias, énfasis diferentes, conformando una totalidad hecha de retazos.

El manejo técnico de Sissia es impecable. Tiene tal confianza en los materiales que lo que aparece es la libertad para usarlos y para entenderlos. El derrame de los solventes sobre el papel y las diferentes texturas del grafito son su caligrafía típica y hace aparecer espontáneo lo que es fruto de un trabajo casi científico. Cada uno de los vertidos y de los pliegues en el papel responde a un registro minucioso y anotado que es más de alquimista que de dibujante. El clima que se genera responde un poco a este esoterismo virtuoso y es difícil que el visitante no lo experimente al recorrer la obra.

Otro diálogo que propone “Ciclorama” es el de los límites entre el afuera y el adentro. Sissia provoca esta conversación desde la forma de su obra y lo hace inevitable para el espectador. “Ciclorama” es un camino incierto desde afuera hacia adentro en el que las formas y el dibujo actúan como vehículo principal. Un dibujo que, además, entremezcla lo abstracto y lo figurativo. La opción no figurativa de Sissia es obvia, pero la mirada hace su juego y por momentos configura, gestálticamente, un rostro, un paisaje más nítido, una representación humana.

Caminar “Ciclorama” es desafiar la premisa de la condición acabada y hasta farsante del arte contemporáneo. Tiene ingredientes clásicos y temperamento novedoso. Apela al recuerdo artístico –es difícil no sentirse en una de las grandes estructuras de Richard Serra suavizada por la tersura del papel– y mueve la reflexión calma y necesaria. Semejante caricia a la subjetividad es un rasgo de vitalidad que enmudece y arroja una buena cuota de amor al mundo.

Publicado en Revista Ñ el 24 de febrero de 2019.

Link https://www.clarin.com/revista-enie/arte/dibujo-experiencia-espacial_0_Wkk7y8GcL.html

spot_img

Veinte Manzanas

spot_img

Al Toque

Alejandro Garvie

Marielle y Brigitte, crímenes políticos horrorosos

Fernando Pedrosa

Argentina no puede cambiar hace años, pero ahora quiere hacerlo rápido y dos veces

Maximiliano Gregorio-Cernadas

El trilema de Oppenheimer y la encrucijada argentina