sábado 18 de mayo de 2024
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Milei, Maduro y la casta de Davos

Esta semana, el dictador venezolano Nicolás Maduro y el presidente Javier Milei protagonizaron un cruce con tan amplio como efímero impacto en las redes sociales. Maduro le dedicó un tramo de sus largas peroratas al mandatario argentino, al que apostrofó diciéndole que él era “un error fatal de la historia” de su país. Milei le respondió que viniendo de quien venía, consideraba su referencia personal más como un elogio que como un insulto. Y le retrucó que “el error” era él, para toda América latina.

Hasta aquí la política por Twitter, o X. Pero resulta que el presidente Milei viajó al Foro de Davos y allí utilizó el escenario para colocarse al nivel de Maduro, con un discurso en el que advirtió que Occidente “está en peligro porque aquellos que supuestamente deben defender sus valores están cooptados por una visión del mundo que inexorablemente conduce al socialismo y a la pobreza”.

Allí la emprendió no solo contra el socialismo sino también contra el feminismo, el ambientalismo, los organismos internacionales y el propio Foro de Davos, al que endilgó también haberse “intoxicado con las ideas socialistas de la Agenda 2030”, en referencia al compromiso asumido por todos los estados miembros de las Naciones Unidas en 2015 para el desarrollo sostenible. Y terminó su discurso ante el foro global con su tradicional grito de batalla: “¡Viva la libertad, Carajo!”.

La tesis de que existe un poder global que le pretende imponer su agenda a las naciones y pueblos para someterlos y mantenerlos en el atraso se da de patadas con una visión liberal del mundo y con la defensa de una sociedad abierta como la que el gobierno de La Libertad Avanza dice sostener. Y sin embargo, esta visión conspirativa se expresó cabalmente en el mensaje que llevó Milei a Davos, en su primera presentación ante un foro internacional.

Pretendiendo argumentar sobre la superioridad del Occidente liberal frente al totalitarismo comunista, el razonamiento expuesto por el Presidente niega esa premisa y termina desbaratando el uso de sus propias categorías. Así lo dijo, así la ve: “Los neomarxistas han sabido cooptar el sentido común de Occidente. Lograron esto gracias a la apropiación de los medios de comunicación, de la cultura, de las universidades, y sí, también de los organismos internacionales(…) Así es como llegamos al punto en el que con distintos nombres o formas, buena parte de las ofertas políticas generalmente aceptadas en la mayoría de los países de Occidente son variantes colectivistas. Ya sea que se declamen abiertamente comunistas, o socialistas , socialdemócratas, demócratas cristianos, neokeynesianos, progresistas, populistas, nacionalistas o globalistas. En el fondo no hay diferencias sustantivas: todas sostienen que el estado debe dirigir todos los aspectos de la vida de los individuos. Todas defienden un modelo contrario al que llevó a la humanidad al progreso más espectacular de su historia”.

El conspirativismo no es de izquierda o de derecha. O en todo caso, lo hay en ambos polos en sus visiones extremas. Es, antes bien, una característica de los populismos, una concepción maniquea del mundo donde todo puede reducirse a una lucha permanente entre el bien y el mal; en la que el “pueblo” adopta la forma de una comunidad homogénea y virtuosa, frente a una elite corrupta y viciosa, que “motivados por deseos biempensantes de querer ayudar al prójimo” o “por el deseo de querer pertenecer a una casta privilegiada (…) nos condenan a la pobreza, la miseria y el estancamiento”(sic) como pretendió aleccionar el presidente argentino en Davos.

Los discursos son casi simétricos e intercambiables, solo hay que reemplazar la palabra “neoliberalismo” por la palabra “socialismo”. En ambos casos se parecen en algo: niegan la diferencia sustancial y sustantiva entre una democracia y una dictadura. Prefieren los regímenes “híbridos”.

Publicado en Clarín el 20 de enero de 2024.

Link https://www.clarin.com/opinion/milei-maduro-casta-davos_0_8LGz760tQi.html

 

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