Mientras se acrecientan las críticas por la acuciante realidad económica, el presidente Mauricio Macri reconoció el jueves pasado, “Nos está costando bajar la inflación más de lo que imaginé”. Reconoció así la omnipotencia con la que ingresó al Gobierno, acompañado de la creencia ilusoria de que todo se solucionaba con “optimismo”. En su propio círculo íntimo se insistió en ese planteo y hasta se filosofó en medio de la crisis kilométrica que dejó el cristinismo. A tres años de aquel momento, ya nadie habla de combatir los molinos de viento con optimismo y la crisis ha avanzado tanto y con tantos equívocos que Cristina Fernández tiene tantos o más adherentes para la futura elección como el oficialismo. Algo de lo que debía ocuparse la psicopatología.
También dijo Macri el jueves que no permitirá que el Estado invierta en un avión presidencial nuevo y viajará en compañías comerciales, pese a la oposición del Ministerio de Seguridad. Lo dijo anticipándose a su gira por la India y Vietnam.
Ese gesto, que es bueno, no termina de conformar ni llenar de entusiasmo a una población que cada día se ve más enredada en su presupuesto y en picada por la crisis que sin duda se extenderá —con mucha suerte— a mediados de año si es que no prosigue hasta el momento electoral.
Ya no queda espacio para reiterar que estamos como estamos por la herencia recibida. Todos los rincones de la economía que se toquen tienen problemas. El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional ha permitido serenar el ámbito financiero, pero ha dispuesto, con total consentimiento argentino, como todos los stand-by, que funcione la economía del apriete. Al máximo.
El economista Roberto Cachanosky ha recordado cómo no se encontraron rápidos paliativos y todo ello distorsionó aún más las cuentas públicas. Ningún funcionario de Cambiemos afirmó, como se debía afirmar con creces, que entre 2006 y 2015 el kirchnerismo y su continuación en el poder otorgaron subsidios para las tarifas de servicios públicos (esencia de la corrupción ahora en manos de la Justicia) por casi 162 mil millones de dólares.
Ahora, para que los servicios funcionen, a veces con sorpresas, el reajuste de tarifas ahoga a la población. Entre 2006 y 2015 se usaron 139 mil millones de dólares para que el Estado populista ofreciera la supuesta ventaja de tarifas “baratas” de energía y transporte. Con el total de subsidios económicos ofrecidos con total irresponsabilidad y en busca del aplauso público, se podían haber construido 70 mil kilómetros de nuevas rutas, que es una de las preocupaciones del sector productivo cuando de transporte de mercaderías se trata.
Se han acumulado tantos errores que en estos días, siguiendo datos de la Secretaría de Finanzas, la deuda pública interna y externa (compromisos con acreedores de todo tipo) se acerca a los 350 mil millones de dólares. Ese monto creció un 36% o cerca de los 90 mil millones de dólares en relación con diciembre de 2015, cuando se fue el Gobierno anterior.
Para los compromisos de pago de este año el Gobierno confía en el respaldo del Fondo Monetario. ¿Y el año que viene, gane quien gane las elecciones? Dios dirá por qué el nudo de los compromisos ahoga. La administración de Cambiemos no frena el endeudamiento, porque el Gobierno ha continuado con su estrategia de emitir deuda para poder equilibrar las cuentas públicas. En lo que lleva en el poder, el macrismo emitió deuda por cerca de 140 mil millones de dólares. El 80% de ese total son giros en moneda extranjera y el resto (casi el 20%), en pesos argentinos.
El indicador de deuda pública de la Argentina es el más alto de América Latina y el Caribe, y también es una pared que impide a los inversores pensar en operaciones en el país. Esto sucede más allá de los sueños que surgieron a partir de la noticia de que nuestro país pasaba, para los centros financieros del mundo, a economía emergente, categoría que teóricamente nos sacaba del pantano.
En 1983, en el comienzo de la democracia, la deuda pública era de 45 mil millones de dólares, monto conformado casi exclusivamente por obligaciones externas (estaba en dólares solamente). Siguiendo los archivos, desde 1983 hasta el año pasado, en toda la continuidad democrática, la deuda pública creció siete veces, pero el Producto Bruto Interno solo cuatro.
Con el paso del tiempo apareció otro elemento distorsionador: la deuda intra sector público, préstamos que el Estado se hizo a sí mismo. Esta herramienta de financiación tuvo su apogeo durante la gestión cristinista. Los fondos de la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses), por ejemplo, fueron a parar a la boca ávida del Ministerio de Economía, que atendía compromisos de todo tipo por orden presidencial.
A este desbarajuste hay que sumarle, según Víctor Becker, director del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE), integrante de la Universidad de Belgrano, el Índice de Equilibrio Fiscal (IEF). En diciembre pasado evidenció un retroceso del 27% respecto del mes anterior. Además del pago del sueldo anual complementario o la administración pública, la desmejora se relaciona con la suba de más del 88% en el pago de intereses, por el efecto de un mayor tipo de cambio sobre la deuda en moneda extranjera y de la tasa de interés sobre los títulos con cupón variable.
Siguiendo a Becker, tanto el Fondo Monetario como el Gobierno están prestando más atención al déficit primario, es decir, a los ingresos menos los gastos antes del pago de los intereses, y no al déficit financiero total. Sugiere: “Es como el jefe de hogar que solo paga el mínimo de la tarjeta y anuncia a la familia que el presupuesto se encuentra en equilibrio, cuando en realidad la deuda total será exigible más adelante, incrementada por los intereses”.
En cuanto a la producción industrial, la caída es fenomenal. En todo el año cayó 5%, pero si se toma el mes de diciembre, la contracción superó el 20 por ciento. En estos día, tras ese derrumbe (que significa menos de todo, de demanda, de oferta, de empleo), los empresarios se proponen exigir un programa económico coherente que sea cumplido en los próximos meses. Aunque el único motor que asoma con esperanza es la exportación.
Miguel Acevedo, presidente de la Unión Industrial, sentenció: “El problema no es la tasa de interés o el dólar. Hoy nadie invierte porque no se está produciendo riqueza, las empresas no tienen ganancia ni retribución por el capital. Por eso están bajando su producción y reduciendo su personal”. A lo largo del próximo semestre, para los hombres del sector privado, no se ve un cambio de tendencia. La solución no la ven por pedir, por ejemplo, una tasa de interés subsidiada. “Estos son paliativos, el problema está en la macroeconomía”, dijo Acevedo.
En la industria hay un congelamiento de inversiones porque allí la capacidad ociosa llega al 56 por ciento. El empleo desaparece con heridas profundas. Desde el gremio de la construcción (UOCRA) en el último trimestre se perdieron más de cinco mil puestos de trabajo. El origen: una ola de concursos y cierres de firmas constructoras.
Se sabe que las altas tasas de interés bancarias han oficiado de un castigo severo a las medianas y pequeñas empresas. Las pymes, por ejemplo, en un 80% de los casos pudieron operar solo a través de cheques diferidos y a gran pérdida en la rentabilidad.
Lo suficientemente acorralado con los problemas que aparecen en el día a días, al Gobierno todavía le falta aprobar nuevos exámenes que le haga el Fondo Monetario Internacional. Está condicionado por las exigencias convenidas con la entidad y la urgencias a las que no puede darles solución. Pese a todo, más allá de los resquemores por las estrecheces, el macrismo ha decidido que está dispuesto a librar cualquier batalla para ganar las futuras elecciones. ¿Lo logrará? Puede salir airoso si los vientos cambian, si las condiciones internacionales se modifican y no se trasmiten eléctricamente al dólar, si el mercado sale del estancamiento, si sus opositores siguen fracturados, si nadie presenta una salida airosa, posible y racional a la crisis. Todavía faltan muchos meses para llegar a alguna conclusión acerca del desenlace final.
Publicado en Infobae el 9 de febrero de 2019.
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