jueves 5 de diciembre de 2024
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Dos caminos para ir de dictadura a democracia

En conmemoración de los 40 años de la Constitución Española de 1978, el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) organizó una sesióna cadémica especial de la que fui partícipe, junto al Embajador del Reino de España, Lic. Javier Sandomingo Núñez y el Dr. Rosendo Fraga.

Quise aprovechar el espacio para reflexionar sobre la transición de la dictadura a la democracia y cómo resultó esa experiencia para los españoles, tanto en comparación con los argentinos como para ellos mismos en el contexto de su historia y de su relación con Europa.

Acuerdo Vs. ruptura

La Constitución Española marca el fin de un proceso de transición a la democracia, cuya gestación comienza en el lecho de muerte de Franco, luego de décadas de dictadura.

El ex presidente, Felipe González, habló del consenso en este contexto y lo definió como “bastante más que una simple mayoría pero bastante menos que la unanimidad”.

Un dato político sobre las características de esa transición “consensuada” lo brinda la propia Constitución Española del ’78 cuando valida una ley de amnistía del año anterior en la que se plasmaba un acuerdo de no revisar las consecuencias de la dictadura.

La situación en Argentina fue diferente. En primer lugar porque la transición democrática no se inició con la muerte del dictador sino con el fracaso de la aventura bélica de Malvinas, que fue un catalizador.

Por otra parte, la definición fue por ruptura; no hubo acuerdo entre la democracia que llegaba y la dictadura que se retiraba. Y tampoco hubo acuerdo entre los actores políticos de la transición.  Sí hubo -enhorabuena- rendición de cuentas con relación a lo que había sucedido en la dictadura. 

La Constitución del consenso

España venía de una sequía democrática de décadas. Luego de mucho tiempo se recuperaba el debate parlamentario.

350 diputados y 248 senadores participaron del debate de la Constitución a lo largo de 4 meses en más de 400 horas de debate. Los acuerdos sustantivos -lejos de los taquígrafos-fueron alcanzados por siete ponentes representativos del arco ideológico. Formularon una proposición conjunta ante los diputados y senadores. Luego del acuerdo legislativo, hubo un referéndum que contó con 88% de los votos a favor de la nueva Constitución.

Se tocaron temas polémicos, donde se hicieron concesiones recíprocas. Para empezar -en un país que había tenido una guerra civil donde habían muerto 1 millón de personas por la República, se consagró una monarquía parlamentaria. Se lograron acuerdos en muchos otros temas, largamente debatidos, desde las nacionalidades y temas de conciencia -como la pena de muerte, el divorcio, el aborto-, hasta la educación, la religión y el orden económico. Todos estos temas venían de discusiones históricas y sentaron las bases de la España que hoy conocemos.

¿Estamos mejor?

Según una reciente edición del Barómetro del Real Instituto Elcano en ocasión del 40º aniversario de la Constitución Española, 77% de los españoles manifiesta estar mejor que hace 40 años. La interpretación que se puede hacer es que esto revela adhesión al principio democrático por sí mismo y no tanto por los resultados económicos. En todo caso, los cuestionamientos pueden ser con respecto a la calidad de los actores políticos.

Estas apreciaciones contrastan con las de Argentina y América Latina según se puede apreciar en el Informe Latinobarómetro 2018, que muestra cómo la confianza al sistema democrático viene en picada. 

No sólo en percepciones mide bien España; en los últimos 40 años el ingreso medio por habitante, en moneda constante se duplicó. Es de notar que, mientras en 1978 la renta media de un español era 17% superior a la de un argentino, hoy en día la duplica. Esto para mostrar no sólo cómo España avanzó sino también cómo Argentina retrocedió.

La Constitución Española generó estabilidad y previsibilidad -una causa decisiva en el logro de los resultados económicos- algo que no sólo está ausente en América Latina sino en muchos países de Europa. Por ejemplo, mientras que en los últimos 40 años, España tuvo 7 presidentes, Italia, tuvo 25. No es casual que el PBI de España haya superado por primera vez al de Italia en la medición del FMI del año pasado.

La “full democracy” de España es, sin duda, hija de la Constitución de 1978.  Fue construida en base a cuatro pilares, que son en gran medida los responsables de los buenos resultados obtenidos: democracia representativa, monarquía parlamentaria, un régimen unitario descentralizado y una economía capitalista. 

En ese acto final de la transición hacia la democracia que fue la Constitución Española, se decidió dejar atrás la violencia como método de acción política. A pesar de que tuvo que vivir esos 40 años con 854 asesinatos de la ETA, miles de heridos y casi 100 secuestros, la democracia española pudo terminar con ese problema. 

La pregunta relevante, 40 años después, es cómo esa Constitución Española, construida desde la lógica del consenso y con probados resultados positivos en lo económico, social y cultural, va a procesar la nueva internacional populista de extrema derecha que ha desembarcado en la Unión Europea.

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