lunes 14 de octubre de 2024
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Avance del multilateralismo, pese a todo

La mundialización o actual etapa de la globalización presenta desafíos que sólo el multilateralismo –entendido como democracia global– puede resolver. Esta etapa está caracterizada por el aumento y la velocidad de circulación de mercancías y monedas, aunque no existe la misma movilidad para las personas. La libertad de comercio se dirime en la OMC, las finanzas en el FMI –aunque sea una institucionalidad que necesite una refrescada– y la ONU, que se abocó este último año al tan meneado asunto –sobre todo por la derecha nacionalista– de los flujos migratorios.

Luego de seis meses de negociaciones, se llegó a un consenso entre 180 países para elaborar un Pacto Mundial sobre Migración, que acordado el pasado 13 de julio, es el primer acuerdo global para gestionar los flujos migratorios de forma integral y a escala internacional. En palabras del Secretario General, Antonio Guterres: “Refleja el entendimiento común de los gobiernos de que la migración que cruza fronteras es, por definición, un fenómeno internacional y que para gestionar con efectividad esta realidad global es necesaria la cooperación para ampliar el impacto positivo para todos”.

El Pacto fue suscripto formalmente en Marruecos este 10 de diciembre durante la conferencia intergubernamental de la ONU. Al encuentro asistieron pocos jefes de Estado, entre ellos la canciller alemana Angela Merkel, el español Pedro Sánchez, el primer ministro portugués, Antonio Costa, el belga, Charles Michel y el griego Alexis Tsipras se destacaron dentro de los 165 países representados por otros ministros.

El acuerdo esta estructurado en torno a 23 grandes objetivos, algunos generales como un compromiso para abordar las causas que motivan la migración o mejorar las vías de migración legal, y otros específicos como medidas contra la trata y el tráfico de personas, evitar la separación de las familias, usar la detención de migrantes sólo como última opción o reconocer el derecho de los migrantes irregulares a recibir salud y educación en sus países de destino. El Pacto no crea derechos ni obliga a los Estados a reformar su política migratoria. El anterior presidente de la Asamblea General Miroslav Laj?ák destacó, en julio, que el pacto “no incentiva la migración y no trata de impedirla (…) no dicta, no impone y respeta totalmente la soberanía de los Estados”.

Sin embargo, países como los EE.UU., Israel, Italia, Suiza, Austria, Australia, Hungría, Polonia, Estonia, Bulgaria, Eslovaquia, República Checa y República Dominicana no firmaron el acuerdo bajo el argumento de que lesionan su soberanía e incentiva la inmigración ilegal. En Sudamérica, Chile y Brasil tampoco suscribieron con la misma argumentación. No escapa que como declarara una muy decepcionada Michelle Bachelet, Alta Comisionada para los Derechos Humanos, “lo que pasa hoy es que muchos líderes, en lugar de dirigir y dar ejemplo prefieren mirar las encuestas para ver si la gente teme a la inmigración”.

Uno de los elementos que el Pacto destaca es la mala y tendenciosa información que se desarrolla en torno al fenómeno de la creciente migración mundial. La estigmatización del migrante es funcional a los nacionalismos sobre los que se enanca una ultraderecha rampante. Los mismos chalecos amarillos que tienen en jaque a Emmanule Macron con una serie de reclamos difusos enarbolan –parte de ellos– consignas xenófobas que el sábado pasado incluyeron la no firma del Pacto. El ministro de Asuntos Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian  salió al cruce diciendo que: “por motivos un poco perversos en función de las mayorías electorales en un país u otro, se utiliza y se manipula el pacto sobre las migraciones”.

Entre las creencias erróneas más difundidas se destaca aquella que dice que la migración es un fenómeno del sur al norte, de países pobres hacia los ricos. “En realidad la mayor parte de la migración es sur-sur, intrarregional”, explica Juan José Gómez Camacho, el embajador de México ante la ONU, que lideró la negociación junto a su homólogo suizo. “En América Latina un 60 por ciento de la migración se produce dentro de la región, en África es un 75 por ciento”.

Otro retintín ha instalado que los migrantes envían mucho dinero a sus países de origen, beneficiándolo. Nuevamente, Gómez Camacho desmiente, “los migrantes hacen una contribución económica extraordinaria en los países donde están trabajando. Las remesas, tan importantes como son para algunos países, solo representan un 15 por ciento de los ingresos del migrante; el otro 85 por ciento se queda en el país de destino”.

Hoy, unas 250 millones de personas migrantes, cuyo “pecado” es ser “el otro” en su destino generan el 9 por ciento del PIB global, siendo el 3,4 por ciento de la población global. La cerrazón, las barreras y el nacionalismo no son la solución a este drama humanitario, la mayoría de los países del mundo lo entienden así y han suscripto el Pacto.

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