El término al que con frecuencia se asimila al de “anarquía” tiene origen en la antigüedad mediterránea. Siempre se los ha identificado con aquellos que piensan en una sociedad libre de todo gobierno, autoritario o no. El diccionario dirigido por el politólogo italiano Norberto Bobbio identifica al término con aquellos que luchan por un liberación de todo poder superior, sea la religión o la política. Pero ¿los anarquistas encontrados recientemente tras atentados con bombas y el refugio de algunos en la calle Pavón son anarquistas de acuerdo con el pensamiento y la teoría del siglo XIX y XX o gente caprichosa, sin teoría ni conceptos que quiere crear un clima beligerante y violento antes de la reunión del G20?
¿Saben estos lo que fue y representó el anarquismo en el país y en el mundo? Es muy probable que eso del “pensamiento” y la “teoría” quede para algunos intelectuales que siguen al pie de la letra las viejas consignas que quedaron diluidas antes de la Segunda Guerra Mundial. ¿Los que se consideran protestatarios lo son o participan de una adolescencia quejosa o amarga, de acuerdo con cada historia personal y que quieren derribar el mundo y a todo lo que los rodea?
No es la primera vez en los últimos años que aparecen los llamados “anarquistas” en la Argentina. Se promocionan con pintadas callejeras y el signo “A” dentro de un círculo. Hubo manifestaciones con el caso Maldonado. A los lectores curiosos se los conoce en pocos centros culturales y a los pesados, en alguna que otra banda de rock punk, surgida en la década del sesenta y setenta junto y después de la guerra de Vietnam.
El punk —en inglés es sinónimo de 'excluido' o de 'marginal'— es un movimiento musical que se expandió en el hemisferio norte, caracterizado por la rebelión contra todo. Se visten de manera poco convencional, con peinados estrafalarios y nunca se olvidan de los borceguíes. Adhieren a una estética muy sobrecargada. Mezclan independencia personal, descreimiento global, ateismo y se autodefinen como opositores al rock tradicional. Es el caso de algunas bandas de trascendencia internacional que en el país repercutieron. Con el tiempo esta variante se fue mezclando, en el mundo, en algunos casos, con la izquierda revolucionaria o con la extrema derecha, identificándose con el fascismo. A un costado o al otro de la imprescindible ecuanimidad que pide democracia, sensatez y respeto a las instituciones.
Históricamente hablando, el espíritu libertario siempre existió pero creció con el racionalismo y la discusión sobre el concepto de autoridad previo a la Revolución francesa de 1789. Con el transcurso del tiempo surgieron teóricos que cosecharon muchos adeptos. Proudhon es un ejemplo igual que los rusos Bakunin y Kropotkin, o el italiano Malatesta y hasta el mismo escritor de bellos cuentos y libros como León Tolstoi, en su adultez avanzada.
A fines del siglo XIX los anarquistas ya participaban políticamente en las filas de la inmigración en la Argentina. Lo trajeron catalanes junto con italianos y eslavos. Tuvieron una constante militancia sindical, como la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), fundada en 1901. Buenos Aires llegó a ser una de las tres capitales con más participación que incluía también a Barcelona y Nueva York. No hubo, sin embargo, un solo anarquismo: los había violentos y no violentos. Varios diarios anarquistas denominados “ácratas” cuestionaban a los pone bombas y los dos, los pacifistas y los violentos, se enzarzaban en tediosas discusiones. Pese a la división, los dos grupos aplaudieron a Simón Radowitzky cuando, en avenida Callao y Quintana de la Capital, el 14 de noviembre de 1909, mató al coronel Ramón L. Falcón, a cargo de la Policía. Fue una venganza: Falcón había ordenado el ajusticiamiento de siete obreros anarquistas.
En aquellos años los conservadores en el poder político buscaron frenar los excesos desmesurados de los revolucionarios e impusieron en 1905 la ley de residencia. Su creador, el ministro Miguel Cané, el autor del cándido libro Juvenilla, aplicaba la expulsión del país a todo rebelde sin límites. Los anarquistas también participaron de la protesta en la Semana Trágica, en 1919, en adhesión a los obreros asesinados en la huelga de los Talleres Vasena. Fueron repelidos por los hijos de la aristocracia, congregados por el político Manuel Carlés, los que también se encargaron de hacer un pogrom en Villa Crespo y el barrio de Once con centenares de víctimas. Identificaban a los judíos con los revolucionarios.
Siguiendo con los atentados, en junio de 1910 tiraron una bomba al público que asistía en el Teatro Colón. El victimario fue identificado. Los anarquistas se fueron acallando tras la revolución comunista en la Rusia de los zares, en 1917. Luego, los protestatarios se dividieron entre los que apoyaban y los que rechazaban el autoritarismo bolchevique y su doctrina, y los que seguían a los de San Petersburgo. Al poco tiempo, Lenin y luego Stalin ordenaron perseguir, excluir o matar a los anarquistas rusos a partir de lo cual la idealización de aquella revolución se frustró.
El anarquismo se fue deshilachando en la Argentina después del fusilamiento de Severino Di Giovanni, en la cárcel de Avenida Las Heras (Penitenciaría Nacional), en febrero de 1931, en pleno gobierno golpista de José Félix Uriburu. La cárcel fue demolida entre 1961 y 1962, y reemplazada por el Parque Las Heras, pero antes desfilaron por sus celdas presos políticos peronistas después del golpe militar de 1955. Antes de aquella pena de muerte el anarquismo tuvo intenso movimiento en las protestas obreras en la Patagonia, en la segunda presidencia de Hipólito Yrigoyen.
El anarquismo participó con entusiasmo en la guerra civil española (1936-1939), dirigido en un comienzo por el sindicalista Buenaventura Durruti, supuestamente asesinado en Madrid en noviembre de 1936. A último momento se enfrentaron con armamento contra republicanos y comunistas en Barcelona. Lo describe, como un relato personal George Orwell (autor de Homenaje a Cataluña), que había militado en la guerra como soldado en las filas del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), de ideología comunista extrema. Aquella balacera incesante fue llevada al cine por el director inglés Ken Loach, quien tituló su película como Tierra y Libertad.
El anarquismo siglo XXI, en la Argentina, demuestra que no guarda ninguna semejanza con el pasado ni con los militantes rebeldes de hace mucho más que un siglo.
Publicado en Infobae el 18 de noviembre de 2018.
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