viernes 19 de abril de 2024
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A 75 años de Pearl Harbor

En mayo pasado, Barack Obama se convirtió en el primer presidente estadounidense en ejercicio en visitar la ciudad japonesa de Hiroshima, la primera ciudad en recibir el impacto de una bomba atómica, hacia finales de la Segunda Guerra Mundial. En esa visita, Obama no ofreció disculpas por los ataques nucleares a Hiroshima y Nagasaki, que mataron a cientos de miles de civiles. Tampoco mencionó a los miles de muertos que dejaron los ataques incendiarios previos sobre Tokio, a la sazón construida casi toda de madera.

En el mismo tono conciliador, y replicando la ausencia de disculpas, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, realizó una histórica visita a Pearl Harbor para honrar, junto a Obama la memoria de los casi 2.500 muertos en el ataque imperial que el 7 de diciembre de 1941 significó la entrada de los EE.UU. a la última conflagración mundial. La ceremonia se ofició en el panteón USS Memorial que recuerda el hecho, construido en 1962.

Ambos mandatarios se reunieron en Pearl Harbor, al igual que lo hicieron en Hiroshima para recordar el horror de la guerra. En el segundo caso no cabe duda que Obama fue el primer presidente norteamericano en ejercicio que visitaba el teatro del horror. Sin embrago, no es cierto que Abe haya sido el primer presidente japonés en hacer lo propio en Hawái, cuya capital Honolulu, es la cuna de Obama, nacido veinte años después del ataque a Pearl Harbor. Al parecer, el presidente Shigeru Yoshida, había pasado en 1951 por Hawái, en camino de regreso de firmar un tratado en San Francisco, escala en la que hizo una visita a Pearl Harbor.

Las investigaciones también precisan que los primeros ministros nipones Yukio Hatoyama y Nobusuke Kishi hicieron lo propio, pero el gesto no se dio a publicidad porque los gobiernos japoneses consideraban riesgoso para la política de la isla hacer conocer esa actitud.

Antes de partir hacia Pearl Harbor, Abe expresó: “El horror de la guerra nunca debe repetirse. Quisiera expresar esta promesa para el futuro y el valor de la reconciliación (entre Japón y Estados Unidos) junto al presidente Obama”.

A poco de que asuma Donald Trump la presidencia de los EE.UU. Obama ha dejado en claro – en su habitual visita de Nochebuena a las tropas acantonadas en Hawai– su posición: “Aunque esta será la última vez que me dirijo a ustedes, quiero que sepan que, como ciudadano, mi gratitud continúa y nuestro compromiso a estar con ustedes a cada paso del camino, eso no acabará”.

Pearl Harbor y la Argentina

Una breve historia de vida dice que el oficial Ángel García Bollini tomaba cursos de pilotaje de cazabombarderos en Pearl Harbor cuando se produjo el ataque japonés. Sobrevivió y se involucró con la respuesta militar estadounidense a Japón. En un momento, el gobierno de Estados Unidos le ofreció la ciudadanía norteamericana y la rechazó con el argumento de que volvería a la Argentina “para aplicar sus conocimientos”. García Bollini, uno de los 550 pilotos argentinos que pelearon durante la Segunda Guerra Mundial –sobre todo en Europa– vivió más de 90 años, voló a la Patagonia en Aerolíneas Argentinas, fue piloto del ex presidente Arturo Frondizi y llegó a ser comandante de Jumbo 747.

El ataque a la base de la Flota Noarteamericana del Pacífico cambió el curso de la guerra. Desde el inicio de la guerra en 1939, la mayoría de los estadounidenses preferían la no intervención. Esta voluntad se debilitó con la caída de Francia a manos del nazismo en 1940 y cambió con el ataque japonés. Al día siguiente, la administración del presidente Franklin D. Roosevelt le declaró la guerra a Japón y el 11 de diciembre a Alemania e Italia.

Al día siguiente de la declaración de guerra a Japón, el presidente Ramón Castillo informó a Roosevelt el decreto de no beligerancia, transmitiéndole que el gobierno argentino “no considera a los Estados Unidos de América en situación de país beligerante ni sujeto en consecuencia en este país a las limitaciones propias del régimen de neutralidad”. Además, expresaba “los votos amistosos del gobierno y pueblo argentinos”.

El presidente norteamericano respondió que su gobierno se sentía muy agradecido “por las medidas prácticas de cooperación tomadas ya por el Gobierno Argentino, de conformidad con los términos de los acuerdos existentes entre las repúblicas americanas”. Cuatro días más tarde, el presidente argentino amplió su posición de no beligerancia a fin de abarcar la guerra de Estados Unidos con Alemania e Italia. En ambos decretos, Castillo reiteró la neutralidad argentina proclamada el 4 de septiembre de 1939.

Detrás de las actitudes formales del presidente de facto argentino, se ocultaba una simpatía por el EJE. Distintas personalidades se expresaron con mayor vehemencia la solidaridad con el pueblo norteamericano. El ex presidente Agustín P. Justo envió un enfático telegrama al presidente Roosevelt, y la embajada norteamericana en Buenos Aires recibió expresiones de solidaridad procedentes de distintos sectores, incluyendo al ex Ministro de Relaciones Exteriores José María Cantilo. Líderes de la Cámara de Diputados argentina volcaron expresiones similares de solidaridad y las enviaron al presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Sam Rayburn.

Por su parte, los medios de prensa porteños, al criticar el ataque japonés a Pearl Harbor, sostuvieron que el telegrama enviado por Castillo al presidente norteamericano no reflejaba en forma suficiente el hondo sentimiento de solidaridad del pueblo argentino para con el norteamericano. En particular, La Prensa exigió de las autoridades argentinas un pronto acuerdo sobre una política uniforme a la que adhirieran todas las naciones americanas.

El gobierno respondió a las expresiones pronorteamericanas provenientes de distintos sectores de la clase política y la opinión pública argentinas, con el decreto de Estado de Sitio, el 16 de diciembre de 1941. Esta medida apuntó a mantener e incluso fortalecer la posición neutral.

Bajo ese estado de excepción, resultó más fácil amordazar a los medios de prensa y debilitar la presión de la opinión pública en favor de una estrecha colaboración con las naciones americanas. Y de paso, hacer lo propio con las críticas provocadas por el fraude en las elecciones provinciales.

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