¿Cómo es posible que Jair Bolsonaro, ex militar, que fue por 25 años un diputado oscuro y desapercibido en el Parlamento, con dos de sus hijos que también son diputados, que denigra a homosexuales, mujeres, pobres, negros, que justifica la tortura como método en los interrogatorios, que exalta a la Dictadura Militar que se impuso en su país entre 1965 y 1985 y que autoriza a matar a los delincuentes sin contemplaciones, sea el candidato con más apoyo electoral para este domingo? Es la instancia en la cual la ultraderecha extrema gana espacio.
¿Qué factores han llevado a que Bolsonaro llegue este fin de semana con el 35% de intención de voto, mientras el hombre del PT, Fernando Haddad, representante del partido mayoritario hasta ahora y en nombre de Lula, en prisión, apenas sobrepasa el 22 por ciento? La presencia del electorado, por una cuestión de porcentajes, obligará a una segunda vuelta con el balotaje.
Siendo de izquierda, el PT, nacido en 1980, se adaptó a las variables de la economía capitalista y sus ministros aplicaron decisiones ortodoxas, más ortodoxas de las que conocieron muchas naciones de América Latina, entre ellas la Argentina.
¿Qué le ha pasado, qué le está pasando a la sociedad brasileña, como se ha llegado a este extremo?
Cada crisis política y ética en cualquier país del mundo crea situaciones y procesos complejos para analizar. En Italia, la “mani pulite, el enredo de empresarios embanderados junto al gobierno para hacer negocios ilícitos trajo la fragmentación del país. Con la Liga del Norte tirando para su lado en su ideal independista y con la aparición primero del frívolo Silvio Berlusconi, definido como un farsante, y luego el surgimiento de Beppe Grillo, un cómico, que es también actor, creador del Movimiento Cinco Estrellas quien fue ganador en las últimas elecciones. De país de inmigrantes a lo largo del siglo XIX y XX, Italia carga sobre sus espaldas una sociedad que rechaza decididamente a los migrantes subsaharianos y a los árabes. Sociedad fragmentada y en crisis financiera, donde los bancos deben miles de millones de euros y no encuentran respaldo del gobierno.
Se puede decir que la crisis, en Italia, viene de lejos, cuando la izquierda extremista mató a Aldo Moro, la Democracia Cristina mostró sus vínculos con la Mafia y el Socialismo fue ubicado en la vitrina como un ladrón de fondos públicos. A eso se sumaron las muertes explosivas de los jueces que investigaban las maniobras de la mafia y de otros negocios sucios.
En Europa, en general, con la seria crisis financiera del 2007, se extendió la falta de trabajo, la falta de confianza en los sistemas democráticos y una exaltación de la xenofobia y otras banderas del nacionalismo y el racismo. Esto se agravó con los millones de migrantes que llegaron al viejo continente. Esta realidad vino a sumarse a las naciones que quedaron a la deriva tras la caída del muro de Berlín y el fin del comunismo. En casi todos, los dirigentes políticos que recibían órdenes de Moscú fueron reemplazados por autócratas peligrosos, en dictadores vinculados con los servicios de inteligencia y con los llamados “oligarcas” (exfuncionarios del Partido, mutados en empresarios). El Mercado Común, con sede en Bruselas les extendió la posibilidad que ingresaran a la organización continental.
Hoy, sin embargo, amenaza el Mercado Común con imponer sanciones por la falta de libertad y los negociados a Hungría y Polonia. Víctor Orbán, primer ministro de Hungría se pasó de la raya en el control férreo de la oposición y la corrupción extendida en todos los planos. Llegó a esta condición después de afiliarse al partido más liberal de su país. Y renegar después de su pasado.
Las andanadas de Bruselas también recaen sobre el primer ministro de Polonia Mateuz Morawiecki y la semidictadura en las sombras de Jaroslaw Kacynki A los dos países se les cuestiona la falta de libertad, los caprichos y veleidades que los envalentonan y la negación de la responsabilidad de muchos polacos en la matanza de judíos en la Segunda Guerra Mundial y después. No todos los polacos, porque hubo centenares de miles en los campos de concentración por participar en la Resistencia contra los nazis.
En Estados Unidos fue el descuido de los tecnócratas del Partido Demócrata y el de los especialistas encerrados en su nube de cristal, descuidando a los necesitados, el fenómeno que permitió a Donald Trump llegar a la Casa Blanca.
En Brasil el Lava Jato puso contra la pared a altísimos funcionarios, cambistas, banqueros y empresarios por negociados ilícitos. Un solo juez, Sergio Moro, desde Curitiba, manejó todos los hilos para poner en descubierto decenas de estafas al erario público durante la administración del PT. Los hombres del PT concretaron esas maniobras y cuando se determinó sus maniobras fue una apertura de cloacas apestosas. Una comprobación que la izquierda, disfrazada o no, es populista y no logró torcer un antiguo sistema de prebendas, arreglos espurios, decisiones injustas. Junto con el PT participaron del saqueo casi todos los otros partidos políticos y gran parte de los congresistas.
En un solo salto se pasó del extenso apoyo a Lula y su gente a Bolsonaro por varios motivos: uno de ellos, que el sistema liberal democrático no estaría ofreciendo ningún amparo al ciudadano, sin brindar soluciones, ni impedir las chanchadas de los políticos y de sus vínculos.
Sin escrúpulos de ninguna naturaleza Bolsonaro y su gente se movilizaron vertiginosamente en las redes sociales y en la creación de fake news (noticias mentirosas o falsas, una falacia). El bombardeo virtual, dice el periodismo, es constante, con más de mil posteos diarios. La página de Facebook del nuevo pretendiente al máximo poder supera los siete millones de seguidores y en Instagram es seguido por casi cuatro millones de simpatizantes. Deja al PT por el suelo, con un agregado y es que su líder máximo está detrás de las rejas y no saldrá en libertad por un buen tiempo.
Sin embargo, el canal de televisión TV Globo maneja el debate político, con mayor poder de penetración que las redes sociales. Los investigadores indican que la pantalla sigue siendo la principal vía para llegar a la sociedad porque Brasil es un país donde todavía se ve mucha televisión.
Bolsonaro viene buscando desacreditar al periodismo y ataca a los medios de comunicación al estilo Trump, acusándolos de estar a favor de otros candidatos y no de el. Poco falta para vestir a un antiliberal, amante de la fuerza y la violencia.
Muchos expertos en sondeos de opinión creen en la victoria de Bolsonaro en el balotaje, con el 42 y 44% del electorado. Lo acompañaría su vicepresidente, el exgeneral Hamilton Mourao, que supo defender a los torturadores de la Dictadura Militar brasileña. Mourao no utiliza el término
“golpe de Estado” el de 1964 sino que lo califica como “Movimiento”. Los militares brasileños siempre han funcionado como un “partido de uniforme”, decidido a todo, si hiciera falta. El historiador Boris Fausto ha señalado que desde hace muchas décadas intervenían en política, incluso como candidatos. Por la Constitución brasileña de 1988 los militares volvieron a los cuarteles y luego, con Fernando H. Cardoso en Brasilia, se eliminaron los ministerios militares y se los reemplazó por uno, el de Defensa.
La historiadora Lilia Schwarcz opina que existe el deseo, después de tanto fracaso y negociados de ver a la Dictadura como una utopía. De que a la población aún le duele el pasado reciente, las manifestaciones de 2013, el impeachment de la expresidenta Dilma Rousseff en 2016. Todo se ha trasladado a una polarización del voto.
Sin duda que Bolsonaro representa un desafío peligroso para la Democracia, situación que no ocurre con Haddad y otros candidatos de menor caudal de respaldo. Brasil vivió los últimos treinta años en democracia. Con esta elección muchos están buscando mayor seguridad, mejor manejo de la economía, sin importarle si es una Dictadura o no. El peso del robo de las arcas públicas lleva a los brasileños a cualquier opción, sea la que fuere. Sin duda: una desgracia para el país y para Latinoamérica.
Publicado en Infabae el 6 de octubre de 2018.
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