Santiago Leiras es licenciado en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires, Diploma de Estudios Avanzados y doctor en América Latina Contemporánea por el Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset, profesor adjunto de la Universidad de Buenos Aires y profesor asociado de la Universidad de Belgrano. Ha sido compilador de los libros América del Sur en los comienzos del nuevo milenio: entre la continuidad y el cambio, Democracia y Estado de excepción: Argentina 1983-2008, Estado de excepción y democracia en América Latina. Argentina, Brasil, Perú y Venezuela en perspectiva comparada, autor de El Cono Sur y sus líderes durante los años ´90. Carlos Menem y Fernando Collor de Mello en perspectiva comparada, y de una treintena de trabajos sobre su especialidad.
Dado el escenario político actual en Brasil ¿cuáles son las perspectivas de éxito de la derecha con Bolsonaro luego del atentado contra su vida?
Estamos frente a un panorama de suma incertidumbre, con una campaña que se desarrolla entre la cárcel y el hospital como principales escenarios; de todas maneras, parecen ser menores las perspectivas de triunfo de Bolsonaro en un escenario de segunda vuelta debido al elevado nivel de rechazo que genera su figura.
No obstante ello, no debe ser subestimado el hecho mismo de que un candidato con tan controversial historia pueda acceder el ballotage, dado que representa a una parte de la sociedad nostálgica del orden imperante en los viejos tiempos del régimen militar en Brasil, nostalgia que resurge con gran fuerza en un contexto de impotencia del estado para garantizar la seguridad pública y la demanda de intervención de un sector que goza de gran prestigio en la sociedad, el ejército, en el intento de preservar el orden.
¿Podrá el PT posicionarse en la campaña luego del paso al costado de Lula y la proclamación de la candidatura de Haddad?
Todo va a depender de como el candidato y el propio partido logren resolver los problemas que han tenido lugar a lo largo de la campaña, en primer lugar el hecho de haber jugado con la posibilidad de la candidatura de Lula Da Silva hasta el límite mismo del comienzo de la propia campaña electoral, segundo el escaso tiempo para la instalación de una candidatura alternativa en parte producto de lo anterior, y en tercer lugar el perfil del candidato, un político de trayectoria académica, sin el carisma del líder natural del PT y con el antecedente de una derrota en su propio territorio, el distrito de San Pablo, cuando intentó su reelección como alcalde de esa ciudad.
De todas maneras, y este dato habrá que tomarlo en consideración, el candidato ha tenido un significativo repunte (teniendo en cuenta el bajo de piso de consideración del que parte) en los primeros sondeos posteriores al atentado de Bolsonaro y ya sin la presencia de Lula en la escena electoral. Veremos si este primer dato se traduce en una tendencia más general.
¿Qué espacio queda para las otras fuerzas políticas en Brasil?
Si bien se prevé un escenario de alta fragmentación en primera vuelta, el ballotage puede dar lugar a una polarización izquierda/derecha, muy tradicional por otra parte en la política brasileña (con todo lo que esto supone como definición en la política en Brasil); en ese marco parece posible una confrontación entre Jair Bolsonaro y una de las diferentes variantes de la izquierda -la socialdemócrata de Ciro Gomes o Fernando Haddad o la inclasificable de Marina Silva, una suerte de Hillary Clinton mulata-.
En el caso de Gerardo Alckhim, candidato del PSDB, tiene poco margen como opción de centro derecha, dado que ese espacio aparece en principio ocupado por Bolsonaro, me da la sensación que la opción que se le presenta al candidato del PSDB es la de endurecer su discurso e intentar mostrarse como una suerte de garante del orden y la estabilidad económica y de esa manera lograr el sorpasso para la segunda vuelta.
Por estas razones, tengo la impresión de que la “ancha avenida paulista del medio” parece estar ya ocupada.
El escenario político en la región, incluso en nuestro país, está afectado por los hechos de corrupción endémica. ¿Hasta dónde afectará la estabilidad política?
Es una buena pregunta y de difícil respuesta, pero, quisiera recordar que las oleadas moralizadoras culminaron en Italia con el ascenso de un exponente de la anti política, Silvio Berlusconi, con el fin de la vieja clase política cartelizada de la primera república, pero no con la corrupción institucional.
Mientras tanto en Brasil, en medio del escándalo del Lava Jato, la campaña electoral comenzó polarizada entre un candidato impedido de participar del proceso electoral por estar en prisión, Lula Da Silva, y un nostálgico de la vieja dictadura militar brasileña, Jair Bolsonaro.
La instalación del sentimiento antipolítico o por lo menos de rechazo de la política abre la puerta a liderazgos antipolíticos o políticos que hicieron “política de la anti política”. En nuestro país, los outsiders han hecho política de la anti política dentro de los partidos políticos como muy bien ha destacado Andrés Malamud.
No sé si puede hablarse de consecuencia, pero si de consecuencias de diferente alcance y dimensión: la capacidad de los partidos para procesar la “política de la anti política” pasa a ser la clave para limitar o potenciar el colapso de las democracias en la región.
En Perú el presidente Vizcarra señaló que podría utilizar el mecanismo constitucional (un mecanismo propio de los parlamentarismos injertado en el presidencialismo peruano) de cerrar el congreso. En qué escenario se está dando dicha declaración, dada la propia debilidad de origen del propio mandatario. Como opera dicho mecanismo, a todas luces inconstitucional en el resto de los presidencialismos de la región.
El presidente de Perú presentó al Parlamento cuatro propuestas para ser sometidas este año a un referendo que buscan prohibir la reelección de parlamentarios, regular el financiamiento privado de las campañas políticas, establecer una nueva forma para escoger al consejo nacional de electores de autoridades claves y proponer el retorno a un congreso bicameral. Perú tiene un congreso unicameral desde 1993.
Estas propuestas deben enfrentar el veto de la bancada mayoritaria del fujimorismo, motivo por el cual se avecina un conflicto entre los poderes ejecutivo y legislativo, frente al cual es posible que Vizcarra decida hacer uso del mecanismo de disolución del congreso, previsto en el artículo 134 de la constitución de Perú, debiendo contener el decreto de disolución el cronograma de convocatoria a nuevas elecciones en un plazo no mayor de cuatro meses.
Un contexto que combina una clase política desprestigiada, corrupción institucionalizada, y un presidente con debilidad de origen constituye un muy buen marco para intentar llevar a cabo una reforma ambiciosa y fortalecer de esa manera la imagen de Martín Vizcarra.
En la región se ha apelado a este recurso en tres oportunidades, en Uruguay en 1973 durante la presidencia de Bordaberry, en Perú en 1992 durante la presidencia de Alberto Fujimori y en 2017 con el respaldo del poder judicial en Venezuela, en los tres casos la consecuencia no ha sido otra que el quiebre de la institucionalidad democrática, bajo la invocación de la figura del “estado de excepción”.
La crisis de Venezuela está expulsando diariamente a venezolanos fuera de su tierra. En algunos países ya se habla de una crisis institucional en los lugares de acogida, ¿cómo seguirá este proceso en la región?
Estamos frente a una catástrofe humanitaria sin duda, y la región debe tomar conciencia que se trata de un problema regional, cuanto más rápida sean tanto la toma de conciencia de la magnitud del problema como la respuesta colectiva (de ser posible) al mismo, menor va a ser el margen para los comportamientos xenófobos que, por parte, ya empiezan a tener lugar en la región.
En el caso particular del régimen de Nicolas Maduro en Venezuela, la exportación de la crisis constituye un mecanismo para aliviar la grave situación interna y claramente es utilizada como un instrumento de descompresión: venezolano que emigra, emigrante que no vota ni demanda bienes públicos (salud, comida, libertades civiles básicas, etcétera).
La exportación de la crisis representa una particular modalidad de construir gobernabilidad en Venezuela.
Maduro ha demostrado mantener las herramientas necesarias para controlar los resortes de poder en Venezuela. ¿Cuáles son las razones para dicho equilibrio?
Quisiera señalar tres factores principales: el primero, la fragmentación, dispersión y desaliento de la oposición al régimen; segundo, el apoyo monolítico (o aparentemente por lo menos) de las Fuerzas Armadas y tercero, la exportación de la crisis migratoria a la región.
Dado que el tercer factor te lo había explicado en la respuesta anterior, voy a referirme a los otros dos: respecto al primero la situación es producto de por una parte los exitosos esfuerzos del gobierno en garantizarse el quiebre de la coalición opositora, y por otra el desaliento de aquella fracción más movilizada de la sociedad civil como consecuencia de la falta de resultados concretos de las movilizaciones contra el régimen dado que, en lugar de debilitarla, la presión callejera tendió más bien a fortalecer y abroquelar a la coalición oficialista civil-militar.
En relación al segundo, opera una suerte de “trade off” entre el presidente Maduro y las Fuerzas Armadas, consistente en apoyo militar al líder civil de la revolución a cambio de preservar prerrogativas políticas y sobre todo económicas del sector castrense. Mientras se mantenga el acuerdo y no operen situaciones que lleven a la fragmentación de las FFAA, el equilibrio se mantiene y limita cualquier alternativa de cambio.