Mientras en la Argentina –al calor de la adecuación del déficit fiscal– se discute si el Estado debe pagar los salarios de la curia y los vastos subsidios que recibe la Iglesia Católica, los evangelistas capitalizan su avance en la esfera pública en el ámbito público.
Los evangélicos no tienen –como el catolicismo– una organización vertical y única, pero hay tres asociaciones que nuclean a las 12 mil congregaciones que practican ese culto en el país y que tiene un mapa de geolocalización en www.mapadeiglesiascristianas.com
Su crecimiento sostenido convierte a estas iglesias en las más numerosas en del Registro Nacional de Cultos. De las casi 4.500 religiones anotadas, el 90 por ciento pertenece a comunidades evangélicas.
Sobresale entre estas congregaciones la Iglesia Universal del Reino de Dios, la que los especialistas advierten que no está reconocida como iglesia cristiana ni siquiera como neopentecostal, porque está doctrinariamente alejada de los núcleos fundamentales del cristianismo y porque sobresale su finalidad de lucro. Muchos teólogos evangélicos latinoamericanos y expertos en nuevos movimientos religiosos, advierten que se trata de una secta que manipula a sus adeptos con fines económicos, con una fachada cristiana.
Con epicentro en Brasil, su estrategia de marketing de la fe incluye la compra de medios de comunicación y edificios para convertirlos en templos –divulgación y territorialidad–. Alquilan estadios y los llenan tanto en Brasil como en Miami. Su expansión en América durante la década del noventa muestra un crecimiento jamás visto por otro movimiento religioso. Construyó (o compró) “templos” en Argentina, Paraguay, Venezuela, Uruguay, Bolivia, Colombia, Perú, Chile, Rep. Dominicana, Puerto Rico, México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Jamaica, Nicaragua, Costa Rica, Panamá y Ecuador.
Investigadores brasileños, como L. Silveira-Campos afirman que: “los líderes de la Universal comandan una organización religiosa y empresarial con fines lucrativos y se aprovecha de su poder religioso para enriquecerse mediante la explotación financiera de sus fieles”.
El sueño de Edir Macedo, fundador de la Iglesia, que según Bloomberg tiene una fortuna de 1200 millones de dólares, sólo por su propiedad de Rádio & Televisão Record, es convertir al Brasil en un estado religioso y gobernar con mano dura y mesiánica.
Hecha esta “baza” en el ámbito privado, los pastores dirigen el voto de sus fieles, desde los años 80 en los que Macedo comenzó a incursionar en actividades políticas. Hoy la Iglesia Universal presenta sus propios candidatos y se han consolidado como la fuerza “evangélica” más importarte de la Cámara de Diputados en Brasil. Muchos misioneros colaboradores directos de Macedo que fundaron sedes de la Iglesia por todo el mundo, están en la actualidad totalmente dedicados a la vida política. Su sobrino, Marcelo Crivella, de 61 años, fue electo en 2016 alcalde de Río de Janeiro.
El Partido Republicano de Brasil (PRB), nacido de la Iglesia Universal del Reino de Dios, cuenta en la actualidad con 106 alcaldes, 1618 concejales, 37 diputados estaduales y 22 diputados federales.
También hay líderes evangélicos en otros partidos, con lo que, en total los evangélicos en Brasil cuentan en total con 199 diputados y cuatro senadores, que junto con el lobby de la industria armamentística y el sector agropecuario han fijado pautas conservadoras en el centro de la agenda política: la izquierda los apoda como la bancada “BBB” (Biblia, Bala y Buey).
En México, el Partido Encuentro Social está integrado fundamentalmente por evangélicos de diferentes denominaciones; es una fuerza política conservadora que se opone a la legalización del aborto y al matrimonio entre personas del mismo sexo.
En Chile hay tres diputados que se confiesan evangélicos y han expresado fuerte rechazo a la ley promulgada el año pasado que despenaliza el aborto bajo tres causales, así como al proyecto de matrimonio igualitario y al de identidad de género, que busca regular la situación de las personas transgénero.
En Colombia, el Movimiento Independiente de Renovación Absoluta es considerado el brazo político de la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional (pentecostal), y cuenta con tres diputados y dos senadores, entre ellos el pastor Carlos Alberto Baena, con un discurso centrado en hacer “política con valores”. Además, fueron activos militantes por el NO en el plebiscito de paz con las FARC.
Las campañas contra las reformas sociales han unido en algunos países a católicos y evangélicos, como en Ecuador, con el movimiento “Con mis hijos no te metas”, que incluyó varias marchas en contra de la educación de género en las escuelas y en favor de “los valores morales”.
En Perú, el pastor evangélico y congresista Julio Rosas, de la derechista Fuerza Popular e impulsor en su país de la campaña “Con mis hijos no te metas”, es investigado por haber recibido, supuestamente, apoyo financiero de Stephen Guschov, supremacista blanco norteamericano vinculado con organizaciones que promueven el odio racial y la xenofobia hacia personas indocumentadas.
En Costa Rica, el pastor pentecostal Fabricio Alvarado se lanzó a la arena política e inició una carrera presidencial en el partido Restauración Nacional (RN) que lo dejó a las puertas de la primera magistratura, luego de forzar una segunda vuelta contra el candidato del oficialismo. Curiosamente su rival, de mismo apellido, Carlos Alvarado se alzó con el 60 por ciento de los votos, manteniendo en el poder al Partido Acción Ciudadana (PAC) y sucediendo a Luis Guillermo Solís.
Fabricio saltó a la consideración popular como un restaurador de la moral, oponiéndose a la decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos para que el Estado costarricense garantice a las parejas del mismo sexo todos los derechos existentes en la legislación, incluido el derecho al matrimonio.
De este modo, el avance evangélico mayoritario –una antigua minoría mantiene apertura mental y se limita a la salvación del alma– es un agente de los elementos más conservadores, tanto en el plano económico como en el social, un aliado de la restauración conservadora en Latinoamérica.