El politólogo Hernán Toppi, especializado en temas internacionales, analiza los escenarios políticos latinoamericanos de las últimas semanas. La problemática de la región bajo la lupa.
El último trimestre de este año la región se vio alterada por una serie de sucesos que tan solo unos meses antes, no podían preverse. A qué se debe este escenario? ¿Es la democracia que está fallando a la hora de resolver los problemas o son nuevos problemas que no encuentran nuevas soluciones?
Los sucesos que se indican dan cuenta de la presencia de tensiones existentes a nivel tanto social como político y cuya atención a nivel político-institucional fue desbordada por los acontecimientos. El desborde justamente se relaciona con la falta de previsión sobre estos hechos. Esto ha sido así, en tanto dichas tensiones se han radicalizado llegando, como en el caso de Bolivia, a poner en juego a las instituciones democráticas o en el de Chile, a pedir la renuncia del presidente. En este sentido, tensiones y conflictos siempre existen y la democracia cuenta con los canales institucionales adecuados y establecidos para tal efecto. Ahora bien, no diría que lo que falla es la democracia como tal, sino que son los actores los que hacen que la primera flaqueé. Si estos últimos no respetan los canales democráticos o las decisiones que desde estas se toman, es un problema que va más allá de las instituciones y remite a la cultura democrática de las sociedades. De manera similar, debería entenderse la reacción ante problemas “nuevos”. Si estos surgen (como inputs) y desde el Estado no logra generarse respuestas (outputs) adecuadas a dichas demandas, la situación puede derivar en una crisis.
Para el observador común, salta a la vista que los reclamos, violentos en muchos casos, de los chalecos amarillos en Francia o los estudiantes en Chile no son programáticos sino que demuestran hartazgo, pero sin buscar una solución concreta a los problemas (en el caso de Chile la destrucción de las redes de transporte público no tienen explicación). En ambos casos hay hasta un trasfondo xenófobo (un rechazo frontal a los inmigrantes de África en Francia o a venezolanos y haitianos en Chile). ¿Cómo puede la democracia resolver estas tensiones?
Los ejemplos que se indican en la preguntan distan de responder a un partido político, sino que remiten a reacciones sociales desde una lógica establishment-antiestablishment. Por lo tanto, incluso pueden verse como una reacción al conjunto de la clase política o incluso del sistema mismo. De ahí, el hartazgo planteado en la pregunta. Presentan una agenda diferente a la defendida por el gobierno e incluso a los demás representantes. Cabe aclarar, no obstante, que la xenofobia no es exclusiva en ninguno de los casos de estos movimientos sino que en ambos países remite a fenómenos históricos, por lo que el vínculo que se señala no me parece lineal y es mucho más complejo. La democracia o mejor dicho los actores que participan dentro de un régimen democrático, deben poder dar respuesta (no necesariamente la que buscan los manifestantes) al conflicto existente. Así es como una democracia debe funcionar. Que se acepten las decisiones adoptadas en las instituciones, es signo de buena salud. Si no se aceptan, la democracia muestra debilidad por la ausencia de una cultura democrática sólida.
Colombia, un país que había logrado cierta estabilidad luego de los acuerdos de paz con la guerrilla, se encuentra nuevamente con una insurgencia que no adhiere a dichos acuerdos y con marchas que plantean un escenario similar (aunque aún no tan intenso) como el de Chile. ¿Hasta donde pueden escalar allí los conflictos?
Es difícil responder a esta pregunta, de la misma manera que era muy difícil imaginar lo que terminó sucediendo en Chile y en Bolivía. No obstante, uno puede suponer que no vaya a tener el mismo alcance que lo sucedido en estos últimos países, primero porque nunca tuvo el mismo nivel de intensidad, segundo porque no ha sido constante en el tiempo y tercero, hoy en día parece existir un escenario de mayor tranquilidad social.
En el caso de Chile, Piñera intenta una salida convocando a una reforma constitucional y trata de sumar a los partidos políticos a la misma. En cambio, en Colombia el presidente llama a la mesa de dialogo a los líderes de estos movimientos sociales. ¿Crees que estas convocatorias pueden resolver el problema?
Ambos gobiernos buscan reaccionar a las coyunturas críticas que se les impusieron. A partir de dos estrategias diferentes (una más política, la otra más social), ambos buscan los mismos fines: diálogo y consenso en pos de un cambio en el statu quo que permita dar respuesta a la problemática existente. Lo importante sería, siempre incluir al conjunto de los actores implicados en el conflicto. En ese sentido, Piñera no debería olvidarse de aquellos más vinculados con el ámbito social y civil.
Argentina y Uruguay parecen haber quedado al margen de estos conflictos. Pareciera que los procesos electorales en marcha al inicio (hoy ya decididos y en franco proceso de traspaso) fueron el canal valido que encontró la sociedad para canalizar las demandas. ¿Hasta donde es así? ¿Puede ser en estos países se hayan mantenidos lazos sociales tradicionales (como la educación pública) que evitaron ciertas disrupciones sin retorno?
Argentina ha tenido un escenario similar en el pasado que derivó en la salida anticipada de un gobierno. Bolivia tuvo la situación que tuvo, luego de un proceso electoral. A lo que voy es que ningún país de la región está exento de procesos conflictivos como los aquí discutidos. También, el estar en un proceso electoral tampoco garantiza la ausencia de estos conflictos. Si, en términos electorales, es importante que en estos casos se haya mostrado madurez política en términos de la limpieza del proceso electoral y de la aceptación de los resultados por parte de todos los actores. Esto si facilita la paz social y política.
Paradójicamente, Argentina y Brasil, socios principales del Mercosur, pero con dos líderes que ya han avisado que se desprecian, tendrán que enfrentar problemas comunes, como la imposición de aranceles al acero que anunció Trump. ¿Cómo crees que se llevaran adelante esas negociaciones? ¿primará la necesidad común o se impondrá el aspecto ideológico?
Argentina y Brasil se necesitan. Si entran en conflicto permanente será perjudicial para ambos, más cuando tengan que entrar en negociación con las grandes potencias (Estados Unidos o la Unión Europea para poner dos ejemplos). Hasta el día de hoy, la disputa no deja de ser verbal, pues una de las partes aún no asumió. Desde mi perspectiva, si bien en términos ideológicos no coinciden, la necesidad común o el pragmatismo deberían primar, como ocurre entre otros países con democracias sólidas y gobernantes con visiones del mundo opuestas.
Por último, enfocándonos en nuestro país, ¿qué pasará con la novedad de una cohabitación entre un presidente con votos prestados y una vicepresidenta que parece encaminada a inaugurar el “hipervicepresidencialismo”?
No diría que el presidente asumió con votos prestados, más cuando terminó ganando la elección a partir de una coalición que va más allá del espacio político de Cristina Fernández. Adicionalmente, hablar de “hipervicepresidencialismo” hoy es muy aventurado, más porque estamos hablando de un gobierno que recién arrancó y no sabemos cómo será el desenvolvimiento práctico del mismo. Si, va a ocurrir algo interesante a observar pues no es algo común. Se parte de una situación en la que la vicepresidenta será una persona con mayor carisma y presencia política que el presidente. Este último deberá mostrar tener capacidad de decisión y en función de ello, demostrar que es la persona que encabeza no solo un gobierno sino también una coalición. Si logra este objetivo, el contar con una figura fuerte en el Senado le sería provechoso más que algo negativo.