Luis García Fanlo es doctor en Ciencias Sociales y Sociólogo por la Universidad de Buenos Aires; también es profesor de grado e investigador del Área de Estudios Culturales del Instituto de Investigaciones Gino Germani. Se desempeña como investigador del Centro de Investigaciones en Mediatizaciones y miembro del Comité Académico del Programa en Estudios Culturales. Autor de El lenguaje de las series de televisión, editado por Eudeba, en esta oportunidad nos habla sobre su nuevo libro, Argentinidad, identidad y cultura en tiempos de grieta, de Aurelia Rivera.
¿A qué hace referencia el concepto de Argentinidad, del cual trata su libro Argentinidad, identidad y cultura en tiempos de grieta?
En primer lugar, quisiera decir que el libro es la expresión de los resultados de un equipo de investigación, un PROYECTO UBACYT titulado “Modos de existencia de la identidad nacional entre fines del siglo XX y principios del XXI” del que participaron la Lic. Claudia Venturelli, el Licenciado Horacio Prado, y que tuvieron la colaboración externa del Lic. Pablo Dona y los estudiantes Estefanía Frontero y Sebastián Arévalo. Entrando de lleno en la pregunta, significa que la identidad nacional no es una esencia ni algo dado de una vez y para siempre, que no es un espíritu ni una cualidad o defecto producto del destino, sino algo que siempre está en proceso de cambio y confrontación con otras identidades y consigo misma. También significa que esos modos son regímenes de prácticas que a lo largo del tiempo han desarrollado condiciones de posibilidad, existencia y aceptabilidad para que nos reconozcamos en ellos como auténticos argentinos. Los regímenes de prácticas modulan diferentes formas de vivir la experiencia de la argentinidad según determinaciones territoriales, de género, clase, edad, creencias, capital cultural, etcétera. pero todas dependen de la misma estructura de reglas y procedimientos que prescriben quiénes somos y como somos los argentinos: un argentino correntino, otro adolescente, uno más hombre o mujer u homosexual, un católico y un agnóstico, etcétera. todas son variantes de una invariante que es el discurso sobre la argentinidad. Entonces la argentinidad es algo más que la identidad –sea cual sea– e implica un concepto de cultura como contradicción entre moral argentina (lo que un auténtico argentino debería hacer) y ética argentina (lo que hacemos en el umbral entre lo inauténtico) como parte de campo de lucha entre saberes y poderes. Por eso planteamos que la argentinidad es una invención para hacernos gobernables.
¿Cuán fuerte es el contenido sociológico y el cultural de dicho concepto?
Nuestro Proyecto de Investigación está íntimamente vinculado con el campo de la sociología de la cultura y los estudios culturales donde nos reconocemos con una participación crítica y a la vez colaborativa con otros colegas que enfocan el tema desde otras perspectivas teóricas o metodológicas. También nos interesó que nuestro Proyecto tuviera un claro anclaje epistemológico y lo encontramos en los textos de Michel Foucault y del posestructuralismo francés.
¿Cuánto de esta identidad cultural está atravesada por el conjunto de experiencias culturales que se instalaron en nuestro país desde la etapa del Orden Conservador?
El llamado Orden Conservador tuvo como activa política de Estado convocar a la inmigración externa en forma masiva. Una vez que llegaron de a cientos de miles, incluso millones, surgió la cuestión de la argentinidad como defensa social del ser argentino ante esa “Babel del Plata” en la que se había convertido Buenos Aires. Se organizó la “Cruzada Patriótica”, surgieron organizaciones como las Ligas Nacionalistas, y surgió el término “argentinidad” inventado por el filósofo español Miguel de Unamuno. Si bien hubo una versión positivista-liberal de la argentinidad como dispositivo “nacionalizador” al mismo tiempo surgió como contrapunto el discurso nacionalista cultural: en ambos casos con diferentes variantes que aún llegan hasta nuestros días. A mediados del siglo XX, de la mano de Germani y Mafud surge una concepción “científica” de la argentinidad ligada al funcionalismo norteamericano.
De la lectura de los capítulos, si bien escritos por diferentes autores, se desprende que es un concepto que está presente en las distintas experiencias culturales a las que nos enfrentamos en nuestra vida cotidiana: el cine, la publicidad, las redes sociales, etcétera. ¿Es propio de nuestro estilo de vida o se da también en otras latitudes? Es decir, ¿podemos encontrar también un concepto similar en Uruguay, Estados Unidos o España?
¿Existe una uruguayidad, brasileñidad o norteamericanidad? Sin duda que es así. Nosotros solo hemos podido trabajar lateralmente la cuestión, en particular comparando prácticas cotidianas como tomar mate o comer asado, y al hacerlo nos hemos dado cuenta que la única diferencia que existe es en el modo de hacerlo o consumirlo pero el mate y el asado, así como el gaucho, también están presentes como figuras centrales de la identidad nacional en Uruguay y Brasil, por ejemplo.
Como argentinos, ¿somos compulsivos a la hora del consumo? Cuando aparecen los videoclubes, todos somos cinéfilos, o cuando las canchas de paddle, todos jugadores o, ahora con el streaming, somos consumidores compulsivos de series de TV, ya sean americanas o de Corea del Sur…
Sin duda, la cuestión del consumo tiene muchísimo que ver con la argentinidad pero, tiene más que ver con uno sus componentes, de esos que, decíamos, son variantes. En este caso, una variante de clase. Es típico de la clase media. La clase media quiere estar adelante de todo, quiere tener las novedades, quiere distinguirse de la clase obrera y de los trabajadores y de los pobres a partir de decir “yo puedo consumir, yo puedo comprar, yo estoy a la orden del día, yo sé exactamente en qué consisten las novedades”. Es decir, una variante de la argentinidad que se vuelve importante porque, en cierta manera, la argentinidad normal o la argentinidad normalizada, es la argentina de clase media. Recordemos también que así como la clase media intenta distinguirse o diferenciarse de las clases bajas, las clases bajas intentan construir una aspirabilidad que las lleve a ascender socialmente, el mito de la movilidad social ascendente argentino. De modo que, sin ninguna duda, la cuestión del consumo tiene que ver con la argentinidad y tiene que ver con una de sus variantes, que es la variante de clase y que es la variante que nos dice que básicamente la argentinidad es una cuestión que afecta a la clase media. Y esto se trata en el libro y se ve en los distintos artículos y textos que lo componen. Por eso es que nos interesa mucho, o nos interesó mucho durante este proyecto, trabajar con cosas de la vida cotidiana y no con abstracciones o grandes universales. En las cosas de la vida cotidiana es donde se pueden observar estos rasgos de argentinidad y también las diferencias que tiene la argentinidad con otras modalidades de expresión de la identidad, como por ejemplo la identidad nacional, la identidad política, la identidad como ciudadano, etcétera.
¿Podemos decir que los procesos políticos son resultado de estas características culturales? Es decir, Cristina Kirchner o Mauricio Macri o Carlos Menem o Raúl Alfonsín, más allá de sus méritos o errores y sin entrar en calificar sus gobiernos, ¿son emergentes culturales de sus épocas?
Yo no diría que los procesos políticos son el resultado de procesos culturales. Aquí lo cultural hay que verlo como un aspecto más de lo social y como un aspecto de la realidad social, en tanto síntesis de múltiples determinaciones. Lo político, sin ninguna duda, y lo cultural, así como lo ideológico, tienen sus propios desarrollos, tienen sus propias características, pero en algún punto se cruzan. Uno de los cruces posibles es el que hacemos nosotros en términos de la argentinidad.
Ahora bien, no se trata de decir que tal o cual político, o tal o cual partido, expresa mejor la argentinidad o no, sino de buscar en nuestra historia nacional (sería en el siglo XIX como en el XX) una característica que se sostiene continuamente, y es que la búsqueda del líder providencial, el líder carismático, el líder de salvación nacional, llamémosle como queramos, llamarle, de Rosas a Cristina Kirchner, de Macri a Carlos Menem, de Raúl Alfonsín a Juan Carlos Onganía. Ese sería un rasgo de argentinidad, el hecho de tratar de reducir la política a lo personal, a lo personalísimo, al hombre, a San Martín, ¿no? A los grandes próceres. Son los hombres los que hacen la historia en la matriz de la argentinidad y no los pueblos.
Entonces, en ese sentido, es donde podemos decir que la argentinidad entra a jugar. Después, si cada gobernante, cada partido político expresa mejor o peor la argentinidad, es algo que tiene que ver con determinados tipos de condiciones, que son socioeconómicas, políticas, culturales. Climas de época, incluso. Pero nosotros en lo que hacemos hincapié es más en las regularidades que en las discontinuidades y aquí la regularidad es siempre el líder providencial.
¿Hay una argentinidad en Buenos Aires y otra en el resto del país? ¿Es también una grieta dicha diferencia?
Como expresa el título de nuestro proyecto hay modulaciones de la argentinidad, aquellas a las que me refería en la primera pregunta. Dado que concebimos la argentinidad como el producto de relaciones de poder/saber está claro que hay una argentinidad dominante, la de “Buenos Aires” o porteña, y argentinidades subalternas –las provinciales– aunque con diferentes modulaciones porque la historia de las provincias y de estas con Buenos Aires tiene sus particularidades históricas. La grieta entre Buenos Aires y el Interior fue la que atravesó todo el siglo XIX, hasta que finalmente se impuso una versión dominante, la que se implementó entre la caída de Rosas y el Centenario de la Revolución de Mayo. Tenemos pendiente explorar estas argentinidades subalternas, en particular la correntina, y la de las provincias del NOA.
Hay un concepto que, creo, queda deliberadamente fuera del libro. La cuestión Malvinas. El gran tema de consenso social y político de las últimas décadas y que, creo, es uno de los mitos sobre los que se sostiene nuestra cultura política moderna. ¿Hay alguna razón para esto?
La verdad es que no dejamos deliberadamente de lado ningún tema o ningún problema relativo a la argentinidad y es muy cierto que el tema Malvinas puede ser visto como uno de los ejes centrales que articula la identidad nacional, la cultura argentina y, por cierto, la argentinidad. No es que lo dejamos deliberadamente de lado, nosotros lo que hicimos fue organizar un proyecto de investigación en función de los lineamientos que plantea la UBA, que son bastante rigurosos, y para lo cual, lo que se buscó es profundizar en aquellos proyectos en los cuales ya estaban comprometidos los docentes o los alumnos que participaron finalmente del proyecto y que son los autores del libro. Es decir, a partir de ahí es que se construyeron los temas que se expresan: trabajos monográficos, en ponencias, en participaciones en jornadas previas, incluso en publicaciones. Artículos que fueron publicados y después fueron revisados y de alguna manera puestos en actualidad.
Con respecto a la cuestión de las Malvinas, quizá merecería un libro entero específicamente. Coincido en que es uno de los grandes mitos sobre los que se sostiene de alguna manera nuestra identidad nacional e incluso es, junto con el melodrama, una de las grandes columnas vertebrales de la argentinidad. Lo interesante es que en realidad nunca fue así, en realidad el mito sobre las Malvinas es bastante reciente, tiene menos de cincuenta o sesenta años y en general ha sido utilizado, digamos, para sostener determinado tipo de proyectos políticos sin pena ni gloria. El último fue el de la dictadura militar, el de Galtieri, y eso sí es interesante verlo desde el punto de vista de la argentinidad, ¿no? La misma gente que fue a protestar dos días antes contra esa dictadura militar, dos días después estaba vivando a los militares por haber tomado las Malvinas. Esa perspectiva es la que nos interesa, o nos interesaría a nosotros, para vincular la cuestión Malvinas con la argentinidad. Y otra vez vuelve a aparecer ahí la cuestión del líder providencial que nos da aquello que nosotros, y lo cual no reconocemos ¿no? El problema de las Malvinas es que nos reconocemos en eso, es una gran invención. Yo diría que más que un mito, es una gran invención. La invención más poderosa, o una de las más poderosas junto con el fútbol, de lo que sostiene, define o nos hace ser argentinos.
Por eso entonces no hay una razón de haberlo dejado de lado y seguramente en el futuro, o en algún momento, aparecerá alguien que quiera tomar el tema y en un próximo libro seguramente lo trataremos, sin ninguna duda.