domingo 22 de diciembre de 2024
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María Paula Gago: “No todos los medios apoyaron la guerra”

La Dra. María Paula Gago es becaria pos doctoral del CONICET. Especializada en análisis del discurso en los medios de comunicación, trabajó sobre la prensa gráfica durante la dictadura militar, especialmente la prensa policial y el periodo de la Guerra de Malvinas. Actualmente trabaja sobre el tratamiento del delito en los principales diarios nacionales 1983 y 1989. Además, es profesora de la materia Semiología, en el Ciclo Básico Común, de la Universidad de Buenos Aires.

 

¿Cuáles son las revistas políticas que se publicaban durante la Dictadura? ¿Podés describir que posición tomaron frente al conflicto y si tuvieron continuidad con las líneas editoriales previas?

Durante la dictadura se publicaron una gran cantidad de revistas políticas. Por sólo mencionar algunas: Cuestionario, de Terragno (que en abril de 1976 editorializa muy críticamente respecto al resto de los medios y de la propia Dictadura); Carta Política, de Grondona; Neustadt tenía varias publicaciones Creer y Extra; Gamibini con Redacción; Atlántida contaba con Somos; Confirmado, de Agulla. En ese momento, los diarios y revistas se vendían, en términos cuantitativos, más que ahora. Si tenemos en cuenta que los canales de aire desde 1974 estaban en manos del Estado y esta situación se mantuvo en la dictadura (a excepción de Canal 9 que volvió a manos de Romay en 1984), se prolongó hasta los años noventa, de ahí que los medios gráficos eran, tal como los define Borrat, prensa independiente. O sea, no pertenecían al Estado o presentaban filiación partidaria explícita, por eso se podían definir como independientes. Aunque eso obviamente no implicaba que no adoptaran una determinada postura política e ideológica. Estos medios a su vez complementaban a la información brindada por otros medios como la radio o la televisión. En relación al periodo de la guerra de Malvinas, muchas de estas revistas no se publicaban ya en esa época. Yo estudié el discurso de tres ellas que sí aparecieron durante la contienda del conflicto: Somos, Extra y Redacción. Y sí puedo asegurar que la postura que cada una de ellas adoptó frente a la guerra desde luego guardaba relación con sus líneas editoriales previas.

A 35 años de la Guerra de Malvinas, el imaginario colectivo indica que desde la prensa, sobre todo escrita, hubo un acuerdo monolítico con el conflicto, acrítico y triunfalista. Pero en tus trabajos señalás que esto no es así. ¿Cómo llegas a esta conclusión?

No todos los medios apoyaron la guerra. El discurso de la prensa frente a la guerra, y remarco durante la contienda de la guerra, porque luego de la derrota todos los medios “reconocían” la superioridad británica, no fue monolítico, esto no sólo lo indico yo, hay otras investigaciones realizadas en torno a la censura y al comportamiento de los medios –por ejemplo, los de Avellaneda y Varela– que también plantean que en el período de la dictadura, al no existir un organismo centralizado de censura, los medios no funcionaron en bloque. Desde luego esto no implica desconocer ni mucho menos negar los mecanismos de censura desplegados durante el período sobre los medios y concretamente sobre los periodistas, aunque sí me permitió identificar matices, dentro de lo que se podía en ese entonces, en el discurso de la prensa.  Inclusive dentro de una misma empresa editora te encontrabas con dos revistas que asumían posicionamientos diferentes. Ese es el caso de Somos y Gente. En el caso de esta última, reproducía el exitismo que caracterizó a gran parte de los medios de comunicación mientras que Somos, revista interesada en cuestiones políticas y económicas, desde una perspectiva de corte racional liberal, la guerra implicaba un serio atentado contra las fatigadas arcas económicas de Alemann. Es decir, la guerra ponía en peligro los lineamientos liberales que el mismo gobierno impulsaba. Somos no negaba la sensibilidad que la cuestión Malvinas tenía para la sociedad argentina pero el análisis de los acontecimientos los planteaba desde un tipo de discurso que, anclado en la racionalidad económica, y dentro de lo que admitía el gobierno, no participó de la visión optimista que muchos otros medios expresaban. Es más, recuerdo que la primera tapa que la revista le dedicó al conflicto contenía un titular central que rezaba “Las Malvinas, ¿valen una guerra?”.  Este posicionamiento de Somos como mencionaba contrastaba a las claras con el de la revista Gente, pero también con el de Extra y Redacción.  

¿Cuál era la posición de estos medios dirigidos a un público más pequeño de lectores?

En el caso de la revista de Neustadt presentaba fiel al estilo de su fundador un estilo controvertido, polémico y acomodaticio. Frente a Malvinas puedo decir que privilegió el análisis de la guerra asumiendo una postura superadora en relación a aquella mirada miope que adoptaron algunos actores del momento como gremialistas, políticos o militares. Por este motivo, se posicionó simétricamente a la vez que complementariamente en relación a sus lectores. Esto se lo advierto a partir de la propuesta de reflexiones y análisis que formaban parte de las páginas de Extra, que sólo un lector “informado” en cuestiones políticas y económicas podía entender, pero a la vez complementario, en tanto que el enunciador Neustadt –cuya presencia provocaba una superposición de su voz con el posicionamiento institucional de la revista– se autoadjudicó una capacidad analítica que lo diferenciaba y lo hacía “trascender” del resto de los actores.

Finalmente, la revista Redacción de Gambini, sí se sumó al coro triunfalista que predominaba en gran parte de los medios.  Pero probablemente ese exitismo se explica porque la publicación vio en un hipotético triunfo la posibilidad de consolidación de un nuevo liderazgo –conducido o al menos controlado por las Fuerzas Armadas– superador del peronismo. Gambini es reconocido por su ferviente anti peronismo. Esta tendencia tenía expresión en los editoriales de la revista que firmaba. A diferencia de Extra y Somos, la posibilidad de una apertura democrática no fue un tema sobre el que insistiese en Redacción sino hasta el mes de junio, cuando el final de la batalla abrió la perspectiva de una pronta salida institucional del país

¿Qué niveles de censura detectaste particularmente durante el conflicto?

Cuando estudié y analicé estas revistas tuve la posibilidad de entrevistar al reconocido periodista angloargentino Andrew Graham-Yooll, él en ese momento era corresponsal de guerra para el diario The Guardian. Él recuerda que no circulaba información sobre el conflicto desde las fuentes oficiales. Sin embargo, más allá de las restricciones, los medios se habían embarcado en una línea “exitista” que, en algunos casos, sobrepasaba las expectativas de los propios militares. En particular me contó sobre la noticia apócrifa que ciertos medios hicieron circular sobre el supuesto hundimiento del portaaviones británico Invincible, lo mismo ocurrió con el Hermes. Al respecto Graham Yooll recuerda que sí hubo daño causado (al Hemes), en realidad muy poco daño, pero se insistió hasta en un libro con el hundimiento de Hermes. La historia de la noticia, que además publicó en su libro del año 2007, es así: un oficial de la Fuerza Aérea transmitió a las revistas Gente y La Semana que se había hundido el Hermes y afectado al Invincible, entre otros daños causados a las Task Force. Los periodistas locales concurrieron al Hotel Sheraton y contaron las novedades a los corresponsales extranjeros. Estos últimos telefonearon a sus respectivos países. Luego, TASS, la agencia de noticias soviética, informó el hundimiento del HMS Hermes. En Londres, los voceros del Ministerio de Defensa tenían órdenes de no comentar las informaciones que circulaban. Ante la falta de información oficial, los medios publicaron el rumor. Las agencias de noticias tradujeron las noticias y las devolvieron a Buenos Aires y la agencia Telam las difundió. Lo interesante de esta anécdota es que te pone al descubierto dos cuestiones: la censura, como en toda situación de guerra y además en el contexto de una dictadura, estaba en total y absoluta vigencia. Pero lo llamativo es cómo los medios habían entrado en una propia dinámica que los llevaba a informar noticias que a los propios militares incomodaba y salían a desmentir en los comunicados.

¿Qué grado de verosimilitud tenían los comunicados del Estado Mayor Conjunto durante el conflicto?

Bueno, Terragno en su libro sobre Malvinas, publica los comunicados emitidos por el Estado Mayor Conjunto durante el conflicto y el número 62 decía que ante la versión proveniente de las agencias noticiosas inglesas sobre el ataque del Hermes aclaraban que ningún avión argentino había realizado esa incursión. Como este, hay otros comunicados desmintiendo información de este tipo publicada en los medios de comunicación. Cuando uno lee el libro de Terragno se encuentra con que el panorama presentado por los comunicados era bucólico y contrastaba fuertemente con el discurso de los “medios exitistas”.

¿Por qué crees que, incluso durante los años más duros de la dictadura, se podían detectar espacios de crítica o a los que la censura no llegaba, ya sea en el cine, el teatro (por ejemplo, la puesta durante casi veinte años de La Lección de Anatomía) o la prensa escrita (como la revista Humor)?

A ver, no creo que la censura no llegaba. La censura se ejerció y llegó a todos lados. Lo que me parece es que todo sistema u ordenamiento social, por más autoritario que sea, necesita puntos de fuga. Pienso en el concepto de hegemonía de Gramsci y este poder se construye permanentemente y no sólo involucra a la coerción sino también al consenso. Yo no adhiero a cierto sentido común que sostiene que “los militares eran brutos y  como determinados productos culturales no los entendían, no los censuraban”. Fue una época muy compleja, donde además las fracturas que tenían las fuerzas armadas en su interior, repercutían en el afuera. Por ejemplo, a poco de concretado el golpe Videla, y hay varios estudios que refrendan lo que digo, convocó a los directivos de los más destacados diarios. Estos encuentros se mantienen por largo tiempo con grupos reducidos de periodistas y directores de medios de comunicación. En esa reunión que tuvieron en abril de 1976 se acordaron pautas de autocensura con la justificación de no “favorecer” a las organizaciones guerrilleras puesto que el país “estaba en guerra” de acuerdo al discurso oficial y los medios se amoldaron a ese requerimiento. Si se admitían algunas críticas en materia económica. También debe tenerse en cuenta que el hecho de estar alineado con algunas de las tres fuerzas no garantizaba nada. Por ejemplo, la editorial Atlántida, que vía la revista Somos explicitaba su apoyo a Videla y a Martínez de Hoz, sufrió un atentado que, según periodistas de dicho medio, provenían de los grupos de tarea comandados por Massera. Un personaje que tuvo un exacerbado protagonismo en la lucha contra la subversión y que además tenía sus diferencias con el Ejército.

¿Cómo trató la prensa escrita los temas referidos a la represión y a la desaparición forzada de personas durante la dictadura?

La baja de “sediciosos y subversivos” formaban parte de los titulares de la tapa de los medios de comunicación. Los medios informaban día a día cuántos subversivos habían “sido abatidos”. Es interesaba el modo en que informaban sobre lo que era un plan sistemático de exterminio. En primer lugar, utilizaban una jerga propia del género policial para referirse a cuestiones que no eran policiales. De este modo, hablaban de enfrentamientos entre bandas, “sediciosos que fueron abatidos por atacar a las fuerzas de seguridad e intentar escapar” y era una forma de sustraer de la discusión política lo que hoy llamamos terrorismo de Estado. Pero aún mas, hay una noción que Bourdieu utiliza para referirse al medio televisivo pero que bien cabe para lo que estamos hablando y es que los medios de prensa durante la dictadura “mostraban ocultando” a la lucha contra la subversión. Con esto quiero decir que se publicaban durante 1976–1978 noticias sobre la “guerra contra la subversión” a diario, no era un secreto, aunque sí  se omitían algunos casos puntuales como el de Walsh por ejemplo,  pero  en relación a este tema lo que se buscaba era naturalizar lo que ocurría y esto era reducir a un “mero enfrentamiento” el despliegue de la maquinaria estatal represiva y clandestina.

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