El calor abrasador de Buenos Aires en diciembre no lo amilana: el embajador José Antonio Viera Gallo nos recibe en la sede de la embajada de Chile café de por medio. Es un hombre vivaz, frontal y versátil. De conversación amena y amplio espectro: repasamos los 40 años del golpe a Allende, el triunfo de Donald Trump y la política educativa post-revolución de los pingüinos (por los uniformes de los estudiantes secundarios en las marchas). A veces contesta como ex parlamentario, a veces como ex ministro (tanto de Allende como de Bachelet) y, de vez en cuando, como embajador.
Usted era Subsecretario de Justicia en el gobierno de Allende. A 40 años del golpe ¿Cómo recupera la memoria política chilena aquel golpe?
Bueno, obviamente yo lo viví de muy de cerca, de forma muy intensa y dramática. Por un lado era evidente que la crisis social era muy grande y por el otro, la salida que intenta Allende dentro del marco constitucional, el llamado al plebiscito, más que abrir un espacio, una luz, provocó el adelantamiento del golpe. Yo creo que el golpe no era inevitable, pero ocurrió.
En términos del debate político, la opinión en la sociedad chilena aún está dividida en relación a aquellos acontecimientos. Sin embargo, ocurre algo bastante curioso. Por un lado, ha habido una revalorización de la figura de Allende, personal, pública. Han salido encuestas en las cuales Allende aparece como el líder del siglo XX. Por otro lado, esta imagen personal convive con una visión crítica del gobierno de la Unidad Popular. Unos porque estaban en contra y otros porque hicimos la autocrítica. Entonces, en las encuestas el gobierno de Allende, en términos de acción de gobierno, aparece mal evaluado pero separado de la (buena) figura del presidente. Y esto ocurre más allá de que algunas reformas que se hicieron perduraron y fueron muy beneficiosas para Chile. Pienso por ejemplo en la nacionalización del cobre, pienso en la reforma agraria. Pero globalmente la apreciación de Allende como persona no es consistente con la de su gobierno. Tal vez lo mismo ocurre en Chile con la figura de Balmaceda, tan respetado personalmente como denostado su gobierno por la guerra civil.
Una de las políticas que caracterizan a Chile independientemente del gobierno de turno es su política (activa) de “inserción en el mundo”, que puede ser medida, entre otros, por la cantidad de acuerdos comerciales que Chile ha negociado y firmado. Visto el Brexit, el Renxit, el voto a favor de Donald Trump, el voto contra el acuerdo de paz en Colombia ¿Cómo interpreta estos hechos? ¿Cuál será el impacto en nuestra región en general y en aquellos países que están o pretenden integrarse más al mundo en particular?
Todos estos hechos tienen un plafón común: nos anotician que el orden internacional de posguerra terminó. Terminó con el derrumbe de la Unión Soviética y terminó con la declinación de los Estados Unidos (crisis del 2008). Concuerdo con la idea que Barak Obama es el primer presidente estadounidense que sabe lo que no puede hacer, que tiene y comprende sus límites. Entonces, desde aquí en más, vivimos un momento de desarticulación del sistema internacional que provoca angustia. En el fondo, sólo hay incertidumbre.
Fíjese las migraciones, las migraciones del ámbito rural al urbano y las masivas derivadas de conflictos armados… ¡que angustia!
Y a caballo de la incertidumbre cabalga la globalización, la interconexión, el resurgimiento del islam, en todas sus formas, no sólo Al Qaeda, del mundo islámico que estaba sojuzgado y vuelve con fuerza.
Entonces, en este contexto, datos, hechos, situaciones que eran inamovibles se acabaron. Sí. Se acabó la Unión Soviética, si, se desintegró Yugoeslavia… mire, yo estaba en Checoslovaquia como Presidente de la Cámara de Diputados de Chile y nos dijeron “mire, no van a reunirse con el parlamento sino solo con el parlamento checo”. Y eso fue en paz.
Nada me extraña. No me extraña que cosas que eran tan inamovibles como la Unión Europea entren en esta dinámica de incertidumbre, cambio y angustia.
Algunos analistas entienden que la globalización no sólo explica lo que ocurre, sino que determina el resultado, algo así como que el resultado está cantado. Las economías se integran, las finanzas en particular imponen sus propias reglas, el mundo de la producción se concentra y se organiza con poca mano de obra… el Estado deviene impotente.
Sin duda nos toca vivir en un mundo que nos puede sorprender, pero atención: ya nos globalizamos también en la guerra fría, pero era una globalización “ordenada”. A uno le podía gustar o no ese orden. Pero existía y entenderlo era útil a la hora de poder insertarse en ese mundo. Hoy en día ese orden se está reconfigurando y por eso nos cuesta tanto delinear estrategias de acción.
Ahora bien, es evidente que la globalización sin duda disminuye las capacidades regulatorias, pero no sólo las estatales sino las de los organismo internacionales. La ONU muchas veces también es impotente. Sin embargo, insisto: periodos inciertos de este tipo han existido muchas veces en la historia. No se trata del fin de la historia. Ni tampoco tiene el final cantado. Estoy leyendo la historia de Roma. Imagínese la invasión de los barbaros… cómo la civilización se refugia en Constantinopla o en el norte de África. Yo soy optimista y espero que en la construcción del nuevo orden las sociedades mantengan los suficientes poderes para preservar algunos valores que, considero, son un haber para la humanidad.
¿Y Donald Trump?
Creo que a pesar de que Obama ha hecho una buena Presidencia, la gente está desconcertada y no existe una solución fácil. Cuando gobierne Trump vamos a ver. El hecho de que haya anunciado recortes en el presupuesto de la OTAN, el retiro del tratado comercial con Asia, el TPP, es fuerte. Vamos a ver.
¿Cómo impacta en América Latina?
Yo creo que el impacto es menor al que se teme. El nuestro es hoy un continente de paz y no es el foco principal de atención. Fíjese que el último libro de Kissinger, World Order, del año pasado, ni siquiera menciona a América Latina. Por supuesto, ocurren hechos, hechos muy importantes, a veces cargados de simbolismo, por ejemplo, la muerte de Fidel Castro, imagínese, pero no es decisivo para el devenir de América Latina.
Creo que, en general, América Latina no es relevante geo estratégicamente en el orden mundial. Obviamente, para México en particular la cuestión de la frontera y el narcotráfico es sensible y problemático con los Estados Unidos. Pero fíjese Ud. atentamente: semejante crisis de gobernabilidad como la que padece Venezuela y Estados Unidos indiferente. No pareciera ser un problema. Eso no quiere decir que no tengamos problemas, pero quiero decir que no alcanzan dimensión global.
Con toda razón: hablemos de nuestros problemas ¿Cómo vamos a lidiar con la caída del precio de las commodities? ¿Qué rol para el Mercosur y la Alianza del Pacífico?
Creo que es indispensable caminar, hasta donde podamos, hacia una América del Sur que hable con una voz coordinada. Esto significa terminar con eso de que hay una América Latina del Pacifico y una América Latina del Atlántico.
En segundo lugar, creo, puedo estar equivocado, y a pesar de todo lo que nos tocará vivir en el próximo periodo (la globalización y sus respuestas en forma de proteccionismo) que si se afianzan las posturas proteccionistas en los países desarrollados, esto puede provocar en los países emergentes mayor unidad para luchar contra la ola proteccionista. Tal vez los que marquen el rumbo en los Estados Unidos, si son extremadamente nacionalistas y proteccionistas, generen la unificación de un discurso y una postura internacional en nuestros países transversalmente ideológica de revalorización de un mundo más multilateral y abierto.
Y, oficialmente, como diplomático chileno, le puedo comentar que el Gobierno de mi país considera una gran posibilidad, un rumbo beneficioso, el acercamiento de Argentina a la Alianza del Pacífico en general. En particular, nosotros quisiéramos renegociar los tratados que quedaron un poco atrás como lo hicimos con Uruguay y para ello vamos a seguir trabajando en el marco de nuestras reuniones bilaterales. En la medida en que el Mercosur se flexibilice se hará más sencillo colaborar con la Alianza del Pacifico.
Quisiera preguntarle por dos cuestiones específicas de la relación bilateral Chile-Argentina: las inversiones chilenas en Argentina (que supieron ser importantes) y la propuesta que realizó aquí Ricardo Lagos de utilizar los acuerdos con la Unión Europea, si es que Mercosur lo firma, como una especie de bolsa común de concesiones. Es decir, si Chile tuviera una cuota que no puede cumplir, se podría derivar a la Argentina.
Las inversiones chilenas no son lo que eran antes, llegan a 18.000 millones de dólares en Argentina mientras que las argentinas en Chile no llegan a 900 millones… Las inversiones se detuvieron, el comercio venía bajando y no sé si este año se recupera. Ha habido anuncios de inversiones pero nosotros no tenemos el catastro. Sí me parece interesante e importante que algunos empresarios argentinos, tanto grandes como medianos de algunas provincias, comienzan a mirar con interés la salida al pacifico. Muchos gobernadores fueron a Chile, participaron de rondas de negocios y de alguna manera se está “perforando” la Cordillera: inversiones en los pasos, más cantidad de vuelos, los puentes que se están haciendo. Algo está ocurriendo, nuestras sociedades se están moviendo.
Luego, la propuesta de Lagos se basa en un estudio que hizo Osvaldo Rosales. La idea, yo creo, es un buen horizonte y parte de una visión para cooperar más. Operativamente, en el corto plazo, es difícil. Por supuesto, yo no conozco los detalles del Acuerdo Unión Europea-Mercosur así que mal podría evaluar su contenido, pero lo que importa es la idea de fondo: mecanismos que lleven a maximizar las concesiones comerciales conseguidas.
Permítame llevarlo ahora a uno de los hechos políticos de su país que más cobertura recibieron en la Argentina: las marchas de los estudiantes (que empezaron en el primer gobierno de Bachelet y tuvieron su pico en el gobierno de Piñera) y a la reforma de la educación en Chile. Por un lado, entonces, en qué consistió técnicamente la reforma y por otro lado, cómo fue la dinámica política de la reforma.
El primer gobierno de Bachelet hizo un primer gran paso: derogó la ley orgánica de educación del gobierno de Pinochet. Es una ley consensuada y es una ley marco. Para mi gusto, pasó inadvertida, pero esa ley fue importante porque fue la ley madre del sistema educativo no universitario. Se creó la Agencia de Calidad y la Superintendencia de Educación para supervisar los recursos estatales que se invierten en la educación. El segundo gobierno de Bachelet a eso le agregó la reforma del sistema inicial. No sólo en cobertura sino en lo que hace a la reforma de los planes de estudio. Eso quedará como un legado de esta Presidencia. La reforma del sistema primario y secundario, en cambio, fue controversial. Se aprobó una ley que entra en vigor forma progresiva y que pretende favorecer la inclusión evitando la segregación. Esta ley terminó con el co-pago (instrumento que la misma Concertación había puesto en marcha) y cuya implementación podía leerse como promotora de mayor segregación social. Respecto a la educación universitaria, allí estamos recién empezando. Se ha logrado hasta ahora garantizar los recursos para fomentar la gratuidad. Pero, se trata de una cuestión que no ha podido saldarse aún en el debate político ni llegarse a una solución de consenso.
En relación a la dinámica política de la reforma: en el caso del primer gobierno, el impulso fue de los muchachos y muchachas y el gobierno encauzó ese reclamo y se logró un consenso muy grande que dio lugar a la primera ley, la ley marco. La segunda ley, en cambio, provocó una discusión muy grande que todavía no se ha saldado en términos de generar una visión compartida por una amplia mayoría de cómo seguimos.
Muchas gracias embajador por su tiempo y la generosidad con que compartió sus ideas.