Hace 132 años que los argentinos tenemos a los radicales, entre los cuales me cuento. El radicalismo no nació como un partido del poder, soñado desde un
cuartel, una estancia, o la casa de gobierno. En 1890 la primera revolución radical no pretendía un golpe de Estado, sino que luchaba contra el golpismo permanente que se manifestaba a través del fraude y la violencia.
cuartel, una estancia, o la casa de gobierno. En 1890 la primera revolución radical no pretendía un golpe de Estado, sino que luchaba contra el golpismo permanente que se manifestaba a través del fraude y la violencia.
El radicalismo es una fuerza movilizadora, y de esa capacidad de construir poder desde la gente -y no poder desde el poder- nace su fuerza política. Las gestas de 1890, 1893 y 1905 son gestos movilizadores. Esas movilizaciones fueron capaces de obtener la única concesión que le interesaba al radicalismo y a la cual dedicó veintiséis años de su historia: elecciones libres. Estas le dieron el triunfo en 1916 e inauguraron 14 años de gobiernos radicales, para luego volver al llano y pedir lo mismo.
Somos previsibles, cuando la sociedad quiere democracia y libertad, con solidaridad podemos liderar, sino, esperamos; seguimos con nuestra vida y hacemos oír nuestras voces en los cuerpos legislativos, gobernamos en los lugares que podemos. Pero no hacemos cualquier cosa para tener poder.
Y en un país que es circular, a la desilusión de un ciclo autoritario, vuelve el radicalismo a reclamar lo mismo: democracia.
Otro de los datos esenciales del radicalismo es la ética, la moralidad administrativa de los gobernantes. Alfonsín explicaba que: “El radicalismo es, antes que una ideología, una ética. La lucha contra los corruptos, contra la inmoralidad y la decadencia, es el reaseguro del protagonismo popular. Las dos cosas en realidad van juntas: no se puede luchar contra la corrupción, que está en la entraña del régimen, sino a través del protagonismo popular sin sostener una política de principios, una ética que asegure su perduración. ¿De qué serviría el protagonismo popular, de qué serviría el sufragio, si luego los gobernantes, elegidos a través del voto, se dejaran corromper por los poderosos?” […] “El sufragio tiene diversos sentidos simultáneos. Por una parte, el voto implica la posibilidad de que gobierne el pueblo y el Estado sea independiente. Por otra parte, expresa la existencia de una regla para obtener legitimidad ya que el pueblo no puede expresarse a sí mismo” […] “El radicalismo no luchó en 1890 para ser gobierno, porque eso hubiera implicado establecer como principio que el poder, como decían los guerrilleristas, estaba en la boca de los fusiles. Al gobierno no se lo podía elegir a través de un levantamiento, por popular que fuese. Los radicales lucharon para que hubiera elecciones libres”.
El radicalismo siempre se opuso a que una pequeña minoría combatiente reemplace al pueblo para elegir a los gobernantes. La vía siempre es el sufragio. El radicalismo aspira a la coexistencia de varias clases, sectores sociales, ideologías y concepciones de la vida, entiende una sociedad plural, diversa y compleja, dejándole cierto espacio a la renovación de ideas, partidos y gobiernos. Cree en una sociedad solidaria, pero no cree ni en un Estado apropiado por los dueños del dinero, ni en un Estado que sea el dueño de todo. Un Estado independiente capaz de actuar, pedía Alfonsín, sacando el concepto de independencia del Estado del radicalismo francés. Tanto Hipólito Yrigoyen como Alfonsín reivindicaban el krausismo como marco de las ideas, sus pensamientos estaban en las antípodas de los diversos modelos totalitarios.
El radicalismo es una fuerza previsible, no le cerró las puertas a la juventud, a la cual movilizó desde aquel frontón hasta los actos imponentes de la primavera alfonsinista. Hace 39 años que la Franja Morada lidera el movimiento estudiantil y que impuso su lógica reformista, que no es otra que el sufragio que se impulsó siempre también en las aulas. Es una fuerza -como decía Alfonsín- que ha sido creada desde el llano y no al calor de ninguna dictadura militar.
Construir un partido político significa aceptar tener siempre un rol activo en la política. La historia de los radicales atraviesa épocas en las que fuimos gobierno, y en otras opositores, ha dado presidentes de diversos orígenes económicos, pero, no ha podido dar nunca uno que se volviera rico en el ejercicio del poder. Sí dio – extrañas cosas de la vida- más de uno que se volvió pobre haciendo política.
La ética para administrar los bienes públicos es para nosotros la contracara de la búsqueda del poder, la democracia es el único método para llegar al poder y la honradez es la lógica de la administración, porque un gobierno deshonesto, es un gobierno siempre en beneficio propio y un presidente honesto no es un lelo, es alguien que exige lo mismo a sus funcionarios; como nuestros ex presidentes no desfilan por los juzgados penales, no sabemos lo que es tener un Ministro preso por corrupción. Las declaraciones de bienes de Arturo Illia, la honestidad a toda prueba de Alfonsín, de Yrigoyen, de Elpidio Gonzalez son la contracara de quienes buscan el poder para enriquecerse.
De niño vi luchar a los radicales para que la democracia fuera el camino para los cambios en los 70, ante la derrota de la democracia los ví firmar habeas corpus en vez de ejecutar hipotecas o justificar asesinatos.
Si algo nos caracteriza es no mirar la cara del asesino para justificar o repudiar un asesinato, eso se llama ser coherentes en defender los derechos humanos.
A mí me tocó luchar por la democracia en el 83, en ser parte de la oposición de aquellos que querían ejercer el poder para enriquecerse como Menem y los Kirchner. Otros habrán dado más batallas; no me enorgullezco de tirar gobiernos electos, ni cruzo el mundo para apoyar una dictadura, ni miro con admiración a quienes tienen entre sus opciones políticas matar, ni miro con comprensión a quienes usan el poder para enriquecerse.
La Revolución del Parque dio lugar al nacimiento de los partidos políticos modernos en la Argentina, de ella nacieron radicales, socialistas, demócratas progresistas. La siembra de esos días fue el inicio de un sistema político plural, la única forma de construir una democracia en serio.
Ayer los radicales eran los solidarios con los republicanos españoles, o los antifascistas europeos, muchas de nuestras familias fueron parte de esa tragedia europea.
Muchos radicales descendemos de los barcos, de aquellos que subimos escapando de un pogrom, de las sociedades reaccionarias europeas, de Benito Mussolini o de Francisco Franco, buscando acá libertades que no había en el viejo mundo.
El peronismo fue solidario con Francisco Franco o los derrotados en la Segunda Guerra. Somos bichos raros, creemos en la democracia, en serio, no vamos a bancar ni a Franco, ni a Maduro, ni a Stalin. Nuestros líderes no recorren el mundo elogiando dictaduras, no lloran en las tribunas internacionales por no compartir la reunión con violadores a los derechos humanos, ni concurren a los foros internacionales para evitar que las condenen.
Alfonsín o Yrigoyen -en sus tiempos- eran reconocidos en el mundo por llevar la bandera de la democracia, por homenajear a la bandera dominicana (en vez de a Trujillo), no exportamos violencia, sino vientos de libertad. Hace unos días los ediles de todas las fuerzas políticas de Montevideo homenajearon a Alfonsín por sus esfuerzos para la democracia, en Uruguay. Tampoco toleramos que nuestros dirigentes vivan del soborno, ni nos sentimos cómodos con los corruptos. Por eso lloramos a Alfonsín en una tumba prestada, (con una cruz y una menorah, símbolo de una sociedad plural), porque para que nuestros dirigentes sean grandes no necesitan grandes monumentos funerarios, solo que nuevos vientos agiten viejas banderas. Nuestro mundo es otro, somos radicales, y marchamos para gobernar el año que viene, queremos un presidente radical, con los principios de siempre, una vez más.