jueves 26 de diciembre de 2024
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El regreso de Keynes

Los paquetes de ayuda económica a las familias y los planes de obra pública para reavivar la economía están en marcha. ¿Keynes revive en el siglo XXI?

El Congreso norteamericano aprobó, ajustadamente, por 220 a 211 votos, un paquete de estímulo de casi dos billones de dólares, la mayor inyección de efectivo – en una economía en crecimiento – en la historia de ese país. Por si no alcanzara, Joe Biden pretende otros tres billones más para financiar un ambicioso proyecto de infraestructura y desarrollo de energías renovables para impulsar aún más la economía, reducir la desigualdad y elevar su figura a la estatura de Franklin D. Roosevelt.

La ortodoxia económica – sobre todo los republicanos – advierte sobre los efectos inflacionarios de semejante inyección de liquidez que se sumaría al dinero que ya se estuvo acumulando en los bolsillos de las familias durante la pandemia. Los consumidores de las economías más grandes del mundo también cuentan con casi tres billones en efectivo acumulados por “ahorro forzoso”, lo que en este caso significaría una fuerte demanda de productos y servicios. El pronóstico de inflación es, entonces, mundial.

La confianza de los CEO está por las nubes y se estima que para fin de año los efectos de la pandemia habrán dejado de influir sobre el normal funcionamiento de la economía en la que millones de estadounidenses pronto recibirán miles de dólares, junto con beneficios de desempleo expandidos, una enorme expansión de los créditos fiscales para niños, subsidios de atención médica mucho más generosos y alivio específico para negocios más pequeños.

La nación sigue estando cerca de 11 millones por debajo de la cantidad de trabajos que hubieran existido sin la pandemia y la tasa de desempleo permanece elevada en 6,2 por ciento y estaría más cerca del 10 por ciento si se incluyera a los millones – en su mayoría mujeres – que perdieron su trabajo durante 2020.

Ciertamente existe la posibilidad de que el estímulo sea demasiado grande, dicen, y podría conducir a fuertes picos de precios y alzas más rápidas de las tasas de interés de la Fed. Las acciones tecnológicas y los activos criptográficos – y las burbujas especulativas en general – podrían verse afectados. Pero eso podría no ser necesariamente algo malo si las burbujas se desinflan lentamente y no todas a la vez.

La otra pata de la historia es cómo se financiará el paquete y eso remite a la otra parte del New Deal: la creación o aumento de impuestos para terminar con la desigualdad o la emisión de deuda pública que es una forma de posponer los problemas y trasladarlos al futuro.

En el primer caso las apuntadas son las grandes empresas y de ellas, las tecnológicas. Como en la década del 20 del siglo pasado los monopolios son responsables de parte de la crisis, por lo que sus impuestos aumentarán –hoy pagan una miseria respecto de su facturación – y su desmebramiento como una forma de introducir competencia en un sector altamente monopolizado. Biden propone elevar los impuestos sobre los ingresos medios y altos de forma considerable, gravando los ingresos superiores a los 400.000 dólares anuales con el 39,6 por ciento en concepto de impuesto sobre la renta, tal y como regía antes de los recortes de Trump.

Lo mismo ocurriría con el gravamen sobre las ganancias de capital, que subiría casi un 20 por ciento, ubicándolo en valores anteriores al último gobierno republicano.

Las empresas deberán enfrentar el mayor golpe de las reformas. En concreto, se propone aumentar la tasa para las ganancias corporativas anuales hasta el 28 por ciento.

Ninguna de las dos opciones – aumento de impuestos, desmonopolización – se logrará sin una fuerte resistencia de los interesados en mantener el statu quo.

El problema sigue siendo el mismo que vio Keynes en aquella década del 20, el mercado debe servir al hombre y no al revés. “Crecer” en un sentido económico ya no es una meta sustentable, o implica caos, inestabilidad política, el surgimiento de regímenes políticos tóxicos y daño al medio ambiente. Tampoco el control del Estado garantiza un cambio de lógica, a lo sumo la hace más fastidiosa y encarnada en una persona o partido.

Hoy hay euforia porque el barril de petróleo cuesta 70 dólares, lo que es bueno para los mercados ¿Pero es bueno para los humanos?

Hoy, como ayer, Keynes sería escéptico sobre la posibilidad de volver a crecer a tasas exorbitantes, aumentando los riesgos sistémicos del capitalismo. Una de las lecciones más importante de Keynes, no es respecto de la economía per se, sino de la economía política: recuperar la dimensión humana. Por eso una de sus enseñanzas más importantes es la de dejar de lado las ideas heredadas e intentar pensar algo nuevo. Joe Biden podría ser un inesperado líder para recorrer ese camino.

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