Mientras vemos cómo volvemos a alguna normalidad, mientras discutimos cómo regresamos a la presencialidad escolar, a la “escuela física”, se extiende un nuevo mantra entre nosotros. Lo llaman “reinventar la educación”. En la superficie de ese mantra, gran parte, incluso la mayoría de sus palabras, suenan útiles y positivas. La visión de aprendizaje innovador suena muy atractiva. Nos atrae, nos persuade, nos hipnotiza: “La tecnología digital cambiará todas las formas de enseñar y de aprender”.
Hace muy poco, el 6 de mayo de este mismo año, el gobernador del estado de Nueva York, Andrew M. Cuomo sacudió al mundo educativo, firmando un acuerdo con el empresario Bill Gates para “reimaginar” la educación pública, a través de la tecnología. Durante la presentación del acuerdo Cuomo desenterró todo tipo de estereotipos anticuados e inexactos sobre “el viejo modelo escolar que se asienta en el salón de clases donde un maestro está frente de un grupo de alumnos, un modelo que se repite en toda la ciudad, en todo el estado, en todos esos edificios, en todas esas aulas físicas. ¿Por qué debería ser así con toda la tecnología que poseemos?”
Un informe publicado en el mismo mes por Microsoft, empresa que lidera Bill Gates, sobre la reinvención de la educación aporta una serie de consejos constructivos sobre cómo crear un aprendizaje significativo y proporciona advertencias sobre protecciones sanitarias y distanciamiento social para cuando los chicos regresen a las aulas. Sin embargo, su visión final es un “entorno de aprendizaje híbrido con preeminencia de la tecnología” (hoy ya estamos utilizando el término “híbrido” para definir lo que se viene) donde “…coincidirá por primera vez en la historia de la Educación, la vida real y el aprendizaje, utilizando la educación en línea. El aprendizaje ocurrirá en la escuela, en el hogar, en la comunidad y más allá”.
Este tipo de conceptualización está entusiasmando a la mayoría de los ministros de educación del mundo y algunos decisores políticos y expertos en Educación, pero también a los directores de bancos internacionales de crédito, consultores tecnológicos y organizaciones sin fines de lucro, que están ansiosos por “reimaginar un futuro mejor para las escuelas públicas”.
Gran parte de esta “educación reinventada” se orienta claramente a cómo se aprovechará el aprendizaje en un formato mixto o híbrido que esté disponible en cualquier momento y en cualquier lugar, a través de asociaciones público-privadas que involucren tecnología digital.
Sin embargo, después de años y miles de millones de dólares de inversión en tecnología digital en las escuelas, hay poca evidencia firme de que mejore sustancialmente el aprendizaje de los niños. En su libro “Slaying Goliath“, Diane Ravitch, historiadora de la educación, analista de políticas educativas y profesora de investigación en la Escuela de Cultura, Educación y Desarrollo Humano Steinhardt de la Universidad de Nueva York y ex Subsecretaria de Educación de los EE.UU, mostró que no hay evidencia que respalde la afirmación de que las mejoras en los rendimientos educativos resultan directamente como consecuencia del aprendizaje on line.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) también es muy cautelosa acerca de los beneficios de la tecnología para el aprendizaje. Su propia evidencia es que “las computadoras no mejoran los resultados de los alumnos”. El Director de Educación de la OCDE desde 2012, Andreas Schleicher, advirtió que, a pesar de algunas promesas mostradas por las opciones tecnológicas durante la pandemia de coronavirus “los sistemas educativos deben prestar mucha atención a que la tecnología no amplifique aún más las desigualdades existentes en el acceso y la calidad del aprendizaje”. “Esto no es solo una cuestión de proporcionar acceso a la tecnología y recursos de aprendizaje”, dijo Schleicher. “También requerirá mantener relaciones sociales efectivas entre familias, maestros y estudiantes, particularmente para aquellos estudiantes que carecen de la capacidad y las estrategias de aprendizaje o el compromiso para aprender por sí mismos”. Un informe de la OCDE de julio de este mismo año, sentencia además que “cualquier estrategia digital debe tener en cuenta los riesgos potenciales” de cosas como la distracción digital, “equilibrando el uso de lo digital con actividades sin pantalla”.
Antes de la pandemia, por el excesivo tiempo frente a dispositivos tecnológicos digitales y el uso de redes sociales ya existían evidencias y fuertes alertas sobre el incremento sustancial de trastornos de ansiedad en adolescentes, en especial desde de la popularización del uso de smartphones a partir de 2012, un tema bien desarrollado en el libro publicado en agosto del 2017 por la norteamericana Jean Marie Twenge, psicóloga de la Universidad Estatal de San Diego llamado “iGen: ¿Por qué los niños hiperconectados de hoy en día están creciendo menos rebeldes, más tolerantes, menos felices, y no están preparados para la edad adulta?”.
Pero la sobredosis digital también complica a los más pequeños, alejándolos de actividades al aire libre, del juego y el “cara a cara”. El mundialmente reconocido educador finlandés, Pasi Salhberg (en colaboración con el académico William Doyle), en su reciente libro “Let the Children Play: How More Play Will Save Our Schools and Help Children Thrive” (Traducción: Deje que los niños jueguen: cómo más juegos salvará nuestras escuelas y ayudará a los niños a prosperar), tras analizar más de 700 estudios de investigación educativa y realizar alrededor de 50 entrevistas a las principales autoridades educacionales mundiales concluye en la imperiosa necesidad de reenfocar las transformaciones escolares en el nivel primario a partir del poder del juego físico e intelectual y equilibrando los avances desmedidos en el uso de las tecnologías educativas en las instituciones y en la vida de los chicos.
Hay que ser justos. La necesidad es la madre de la invención. Durante la pandemia del SARS COV 2, el aprendizaje digital en el hogar ha sido un recurso invaluable para permitir que el aprendizaje de los niños se mantenga de alguna manera. Es difícil imaginar qué hubiéramos podido hacer frente a una situación similar en la era pre Internet y otras actuales tecnologías digitales. Y no hace mucho. Sólo 20 años.
Pero si la necesidad es la madre de la invención, también debemos evitar convertir virtud en necesidad. Los niños, los padres y los maestros han experimentado infinitos problemas con el aprendizaje en casa: niños que no pueden concentrarse; dispositivos que se descomponen; familias con varios hijos, un solo dispositivo y prácticamente sin espacio; falta de conexiones de banda ancha, clases desprovistas de emoción; niños pequeños escondiéndose debajo de las mesas en medio de una clase de Zoom; instrucciones insuficientes para que los padres puedan ayudar a sus hijos, plataformas educativas pensadas para “androides” y no para seres humanos…
Por otra parte, ya se habla de que los adolescentes son ahora el mayor grupo de riesgo de salud mental durante la pandemia. Los adolescentes deben ir a la escuela para estar con sus amigos, desarrollar su sentido de identidad, convertirse en ciudadanos responsables, aprender a lidiar con la intolerancia y los prejuicios (especialmente si viven con padres que pueden ser intolerantes y prejuiciosos), etc. Necesitan menos tiempo en las pantallas, no más. No debemos minimizar la importancia de las escuelas. Las escuelas físicas.
Cuando regresen a la escuela, cuando se pueda, los niños no necesitarán más estrategia “Big Tech, anywhere-anytime”. Necesitarán más apoyo cara a cara, aquí y ahora, para recuperar los hábitos de escuchar a los demás; para obtener ayuda para combatir con las tensiones postraumáticas que acompañan a desastres como el que vivimos; para ayudarlos a resolver las dificultades de aprendizaje, etc., cuestiones que no se resuelven en el hogar. Cuestiones para lo que se inventó la tecnología “Escuela”. Aprender aquí y ahora en la escuela necesitará un aprendizaje más humano y menos híbrido. Necesitará menos tecnología, o en el mejor de los casos un uso más atinado que el que la mayoría de los niños han experimentado durante este último tiempo.
Por supuesto, la tecnología puede mejorar el proceso de enseñanza-aprendizaje, al usar recursos y métodos para generar una participación interactiva de los estudiantes. Pero la tecnología no hará que los maestros sean más inspiradores, afectuosos o empáticos, más capaces de comprender y desarrollar competencias de aprendizaje globales como la colaboración o la ciudadanía, más capaces de trabajar con los prejuicios y la intimidación, o más preparados para ayudar a tus hijos, o nietos, o sobrinos a aprender y a jugar al aire libre. Podemos beneficiarnos del uso de la tecnología digital en el aprendizaje. Pero debemos hacerlo de una manera que utilice deliberadamente la tecnología de manera equilibrada (no sólo híbrida o combinada), que maximice los beneficios, al tiempo que minimice los riesgos claros de excesos y adicción digital.
Un enfoque equilibrado debe determinar en qué áreas de la enseñanza-aprendizaje proporciona algo que no puede ser ofrecido de ninguna otra manera. En el marco de ámbito empresario se habla de una “Propuesta de valor única” (UVP siglas en inglés), algo que te distingue de otro producto… En Educación, un UVP de la tecnología digital podría ser cuando los niños con necesidades especiales reciben dispositivos y programas para acceder y mejorar su aprendizaje. Otro ejemplo podría ser cuando los maestros en escuelas rurales pequeñas y remotas pueden conectarse y aprender de colegas que enseñan en otros lugares. U otro podría ser cuando se abre la posibilidad de interconectar a diferentes grupos escolares en diferentes puntos cardinales del planeta conversando y construyendo conocimientos en conjunto sobre un tema común. Estos son solo tres de los miles de UVPs que pueden darse, crearse, con el uso de la tecnología digital en las escuelas.
El aprendizaje equilibrado con el uso sensato y prudente de la tecnología es una parte esencial de las escuelas físicas que siempre necesitaremos, Pero una vez que los niños se van a casa, no dejan de aprender. ¿Qué pasa entonces?
El aprendizaje después de la escuela (la biblioteca, el club de barrio, etc) fue público, universal y hasta gratuito. Pero el aprendizaje digital en el hogar, la “nueva biblioteca pública global”, no es ni público, ni universal y ni gratuito. Una cosa que la pandemia nos ha recordado en la educación es el gigantesco abismo que es la brecha digital. Entonces, en lugar de dejar los recursos de aprendizaje digital fuera de la escuela para las fuerzas del mercado y el acceso privilegiado necesitamos crear condiciones para el aprendizaje mejorado tecnológicamente que sean universales, públicas y gratuitas para quienes lo necesiten. La tecnología relacionada con el aprendizaje fuera de la escuela debe ser un derecho, junto con la alimentación, la salud, la vivienda y la educación, que esté disponible en todas partes y siempre para todos como un derecho universal. Debe ser gratuito para quienes lo necesiten.
Si les parece un escenario exagerado, les cuento que todo ello ya existe en varios países. Entre los ejemplos incluyan a uno de los mejores países educadores del mundo de hoy en día, Estonia, donde por ejemplo todos los materiales curriculares que usa un alumno en la escuela ya estaban en línea antes de Covid-19.
Y no muy lejos de Argentina está Uruguay, que tiene su propia experiencia y en donde cada familia tiene acceso a la tecnología digital para el aprendizaje. Esto fue el resultado de una política de una computadora portátil por chico que se desarrolló desde 2007, apoyada no sólo en la distribución de dispositivos sino sobre el diseño de una política pública que a partir de una agencia de innovación financiada por el Estado ha logrado desarrollar decenas de proyectos educativos vinculados entre sí.
Por lo tanto, aún en pandemia y en cuanto podamos volver a las escuelas, debemos centrarnos en el aquí y ahora para ayudar a todos los protagonistas (docentes, alumnos, padres) a sobrellevar el estrés postraumático y otros problemas de salud mental, y restablecer las relaciones y las rutinas.
La tecnología tiene un papel importante para mejorar la enseñanza y el aprendizaje. Pero incluso como un híbrido, no debería ser el principal apalancamiento para reinventar un mejor aprendizaje en las escuelas. Lo que necesitamos no son híbridos o mezclas. Necesitamos equilibrio reflexivo que utilice la tecnología donde pueda mejorar el aprendizaje y el bienestar, evitando activamente el tiempo excesivo de pantallas que perturbaría ese equilibrio y seguir promoviendo la formación de maestros sobresalientes que enseñen cara a cara que, aunque parezca raro, todavía son el piedra angular de un sistema escolar efectivo.
Al mismo tiempo, la reinvención de la educación también debe garantizar que las oportunidades de aprendizaje adicionales en el hogar sean universales, públicas y gratuitas en todas partes y siempre, para todos aquellos que lo necesiten.
En síntesis, suficiente, pero no demasiada, tecnología digital y mucho más tranajo cara a cara para alumnos con dificultades (que seguramente serán muchos más de los que suponemos hoy). Creo sincera y humildemente que eso es lo que ahora debe incluir nuestra nueva normalidad reinventada.
Publciado en el blog de Flavio Buccino el 7 de agosto de 2020.
Link https://flavioluisbuccino.blogspot.com/2020/08/volver-la-escuela-pero-con-menos.html