“La inmortalidad se tiene que convertir en nuestra idea nacional”
Dimitri Itskov
Las élites rusas están en búsqueda de una ideología de recambio, en base a una nueva alianza entre la ciencia y la fe. Sienten que tienen a su cargo una misión cósmica y la creación del superhombre: el hombre inmortal, que no es el superhombre de Nietzsche, porque la voluntad de poder se acompaña ahora con dios, mal que le pese a Zaratustra.
Su inspirador es el filósofo “santón” Nikolai Fiodorov (1823-1903), quien postuló el culto de los ancestros. Una búsqueda espiritual y una meditación cósmica, mezcla de fe cristiana y de fe en el poder de la ciencia y la técnica. Invita a la humanidad a evolucionar hacia una nueva fase de gestión activa del universo y de mejorar la técnica de la condición humana.Se aclimata al optimismo y cientificismo de la nueva sociedad rusa, conteniendo elementos dignos de ser retenidos y englobados en su proverbial idea imperial. La filosofía de Fiodorov es una de las únicas que franquea la ruptura revolucionaria. Marginal y ascético, las extravagantes ideas de Fiodorov despertaron el interés de Dostoievsky, Tolstoi y Kandinsky (1866-1944). El sacerdote y paleontólogo francés Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) queda marcado por su pensamiento. Y posteriormente más allá de la etapa estalinista, el utopismo cosmista renace en una visión tecnicista durante el inicio de oro de la conquista espacial rusa: 1957-1961 (Juliette Faure, Le monde diplomatique, diciembre de 2018).
Fiodorov, último filósofo religioso mencionado en la Unión Soviética, y producida la implosión del Soviét es también el primero en ser vuelto a recordar y publicar a partir de los años 1970. Rusia ha recuperado interés por el cosmismo, refundando una ideología nacional con pretensiones de ser la sucesora del comunismo.
Desde la cima del Estado y de las Jerarquías ortodoxas, se consagra la defensa de los valores tradicionales para inspirar y acompañar sin reparos la promoción del progreso tecno científico. Putin promueve las “religiones tradicionales” e incluso la “sexualidad tradicional”, al mismo tiempo que llama a una hipermodernización tecnológica. En muchas Universidades rusas hay Departamentos de Teología, y en la ciudad de Sarov, lugar santo ortodoxo y el principal sitio del desarrollo del programa nuclear soviético, el Patriarca Cirilo y Serguei Kirienko, Director de la agencia nuclear Rosatom, fundaron el Centro Espiritual y Científico destinado a unificar los vínculos de investigación entre ciencia y religión, en una “interacción de beneficio para Rusia”.
Este último 11 de marzo de 2020 los diarios argentinos dan cuenta de la decisión parlamentaria de habilitar a Putin a repetir su mandato hasta el 2036. El único grupo que votó en contra fue el del Partido Comunista (obviamente laico). Con tal motivo Putin -el 007 ruso- ha declarado que para él, Rusia necesita “cambios mediante la evolución”, ya que ha vivido en su historia “bastantes revoluciones”: “Habrá un día en que el poder supremo (…) no estará vinculado a una persona específica”.
Por sobre todo este largo y peligroso periplo se adivina como hilo conductor la férrea pulsión zarista que atraviesa los siglos sin perder su impronta imperial, aspirando ahora a colonizar el cosmos y conseguir la inmortalidad, como objetivo específico de uno de sus más destacados empresarios y mecenas: Dimitri Itskow, quien funda y financia la Iniciativa 2045 (véase: www.2045.ru). En estos días, con el planeta conmovido por la acción devastadora del coronavirus, resulta cuanto menos paradojal que una de las superpotencias mundiales esté trabajando con este enfoque sobre el cosmismo y la eternidad.