Según diarios internacionales el consumo de fentanilo, uno de los narcóticos más adictivos y mortíferos, es cada vez más común en la frontera norte de México y en el tráfico hacia Estados Unidos.
Se trata de un opioide sintético, una droga potente, similar a la morfina, pero entre 50 y 100 veces más fuerte, que puede crear dependencia.
Hay falta de control mundial. Se lo receta a pacientes con dolores muy intensos y crónicos, en general después de las operaciones quirúrgicas. Cuando lo sugiere un médico se lo puede administrar de manera inyectable, con el uso de un parche sobre la piel o en forma de pastillas para disolver en la boca.
En el mercado legal se lo conoce con marcas como Actiq o Duragesic. En los últimos tiempos hubo laboratorios medicinales millonarios en Estados Unidos que producían remedios con psicoestimulantes. Las mismas empresas que recibieron odio y quejas por adicción así como reclamos de altas sumas de dinero por parte de las familias de las víctimas.
En la ilegalidad se lo conoce como “China Girl”, “Jack Pot” o “Tango&Cash”, entre muchas denominaciones más.
El país presidido por Trump está presenciando, en mayor escala que otros territorios, un auge de drogas pesadas como la heroína y opiodes sintéticos. Las principales víctimas son gente joven, generalmente adolescentes. Se señala que este incremento mortífero tiene una relación directa con la situación interna de Estados Unidos, con las insatisfacciones de un mundo consumista y globalizado, una frustración educativa en crecimiento y un desgaste depresivo porque comprenden que no alcanzarán los logros de la generación de sus padres, que son hijos o nietos de los nacidos con el boom después de la Segunda Guerra Mundial, cuando los soldados volvieron a sus hogares.
Es una epidemia que allí está dejando más de 200 muertes por sobredosis por día. Los enfermos de adicción mezclan el fentanilo con heroína, con efectos que ponen en peligro sus vidas.
El consumo aumentó un 50%, según registros médicos y policiales entre 2017 y 2018. Solo en 2017 este opiáceo fue parte del 60% de las muertes relacionadas con ese tipo de estupefacientes. Se vende ilegalmente en forma de polvo, gotas para los ojos, rociadores nasales o en pastillas. La posibilidad de una sobredosis es cercana y muy posible.
Entre los efectos nocivos del fentanilo ilegal está el aletargamiento, naúseas, confusión cerebral extrema, sedación peligrosa, problemas de oxigenación y pérdida de conocimiento.
Según la agencia antidroga norteamericana (DEA) dicho narcótico se comercializa bajos las mismas marcas que la heroína, pero es de 50 a 100 veces más potente. Además es más barato y ofrece mayor rentabilidad sus traficantes.
El negocio de los comerciantes de sustancias tóxicas llegaba a 600.000 millones de dólares en 2017 contando la producción, comercialización y consumo. Quizás es el más rentable del mundo, en el borde de las mismas áreas de trabajo y producción de laboratorios medicinales de prestigio.
Las políticas de control actuales no son suficientemente efectivas. Para los institutos médicos es decisivo tener un inmediato acceso a la naloxona, el mejor antídoto, hasta ahora, contra la sobredosis.
En el mundo hay dos grupos en pugna: los permisivos con algunas drogas y los prohibicionistas. El resultado obtenido por unos y otros es relativo. Un ejemplo cercano: en Uruguay se registró en 2018 una caída del tráfico de marihuana después de su legalización. A otras naciones no les fue tan bien.
Es un formidable tema para la polémica entre especialistas. Hace varias décadas se intenta erradicar el consumo, pero no se logró. Según los criterios excesivamente realistas es imposible, hasta el momento, eliminar ciertas drogas o su tráfico.
Hay expertos que señalan que el modo de vida actual, en acelerada crisis, aumenta la utilización de todo tipo de sustancias en todas las clases sociales. Durante años se combatió las psicoactivas, pero sin mayores éxitos.
La historia enseña que desde hace siglos los narcóticos fueron usados irresponsablemente por las sociedades. En la antigua Grecia se utilizaba el opión (jugo) primero como medicamento y después con “destinos recreativos”.
En la Edad Media el opio tenía como propósito eliminar el insomnio, solucionar problemas gástricos y también como anelgésico.
Por su parte, el laúdano fue un producto muy usado por poetas, pintores y músicos de moda entre el siglo XVII y el XIX. Es larga la lista de usuarios.
Por ejemplo, se dice y nunca fue desmentido, el músico francés Héctor Berlioz, despechado en el amor, pasó tres días encerrado en una “adormidera”, como se decía a los sitios colectivos donde circulaba el opio. Cuando salió escribió febrilmente su entrañable Sinfonía Fantástica.
En 1806, Forsedrich Sertürner obtuvo la morfina, de uso médico, como un alcaloide del opio. La llamó “principum somníferum” y luego “morphium”, surgido el nombre de Morfeo, el Dios griego del sueño.
Publicado en El Auditor el 26 de diciembre de 2019.
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