Están más de moda que nunca. Son noticias falsas envueltas engañosamente para aparecer como reales. Tienen intencionalidad manifiesta. Se las usa para confundir, distraer, atacar al semejante. Tratan a hechos falsos como si fueran reales. Es decir, desinforman, desorientan, causan pánico, dañan reputaciones de personas o instituciones y tienen amplia difusión en tiempos electorales o decisivos para un país o un grupo humano.
A veces se las confunde con una broma, pero para ser “fake news” tienen que ser deliberadamente dañinas, poseer un contenido mentiroso, inventado, manipulado. Pueden destruir la imagen de un candidato político, la honra de un ciudadano o la trayectoria de una empresa. La aparición y el uso constante de las distintas redes sociales facilitan el recorrido de las noticias sin fundamento.
Han surgido en la antigüedad y tienen larga presencia en la historia de la humanidad. Se usaron para combatir las arrolladoras religiones monoteístas y para fabular acerca de determinados grupos humanos desde los tiempos remotos. Incluso motivaron guerras, destrucción, esclavitud y sufrimiento de personas adversarias a los intereses de quienes inventaban el rumor sobre un hecho que no era real. Todo el teatro griego y el de Shakespeare están impregnados de intrigas originadas en mentiras deliberadas que siempre terminaban en la muerte o directamente en la ejecución del adversario.
Ya en el siglo XX, las “fake news” formaron parte de las distintas técnicas de la comunicación de masas, al servicio de los totalitarismos. Las usaron el fascismo, los nazis y el aparato comunista en la Unión Soviética. Por ejemplo: Hitler llenó de adversarios dudosamente probados como tales los campos de concentración. Prometió a su pueblo que no habría guerra. En 1936 Stalin se dejó llevar por falsedades informativas y permitió la ejecución del Jefe del Estado Mayor, el general Tujachevsky y 100 de sus oficiales bajo la acusación de evitar un “golpe de estado militar”. Otros 10.000 altos militares fueron enviados a los campos de concentración en Siberia.
Esa historia falsa y fatal, no fundamentada, terminó mal. Porque cuando los alemanes invadieron la Unión Soviética en 1941 el Ejército de la URSS estaba sin jefatura, sin orden, sin propósitos. En cinco semanas de guerra los nazis capturaron 3 millones y medio de soldados rusos que fueron enviados a retaguardia, encerrados en campos de prisioneros y asesinados por la falta deliberada de alimentación, según decisiones de Berlín.
Siguiendo a varios historiadores, Stalin creyó que los avisos del premier inglés W.Churchill y los de sus espías en Europa y Extremo Oriente de una inminente invasión por 4 millones de soldados alemanes a su país eran inventos, rumores, todos intencionales. Se equivocó : creyó que una noticia real era un embuste, un “fake news”. Cuando tomó conciencia ya era tarde y en cinco semanas los alemanes llegaron a sitiar a Moscú. La lucha para hacerlos retroceder le costó a la URSS un millón de soldados muertos en combate.
Recientemente, en la elección presidencial que llevó a Donald Trump a la Casa Blanca las “fake news” estuvieron a la orden del día y todavía no hay conclusión definitiva en las investigaciones que señalan la complicidad de la Rusia de Putin para ayudar con “inventos” en Internet al empresario inmobiliario. Desde entonces Trump utiliza hasta el cansancio las “fake news” para calificar las críticas del periodismo, siempre fundamentadas. Todas aquellas que no le conviene que tomen cuerpo real son, dice él, “mentiras, inventos del periodismo”.
Las “fake news” se han convertido en un tema central de la actualidad. Pero en la Argentina también son antiguas. Fueron falsas, especialmente del diario Crítica contra el presidente Hipólito Yrigoyen las sospechas de corrupción y distintos enriquecimientos ilícitos. Nunca fueron comprobadas pero la campaña de mentiras concluyó con el golpe de Estado de José Evaristo Uriburu en 1930, que le dio jerarquía y lugar destacado al movimiento ultranacionalista y neo-fascista en la opinión pública.
Fueron “fake news” las que alentaron los 32 planteos militares que padeció el presidente Arturo Frondizi hasta su derrumbamiento. El presidente radical Arturo Illia sufrió un clima hostil generado por este tipo de noticias que lo desprestigiaban y minimizaban. Luego se supo que revistas semanales de interés general como Primera Plana y Confirmado operaron a favor de distintos golpes militares en la década de los años sesenta.
Entonces, las “fake news” venían con humoradas feroces, como la de aquel título del diario Crónica que tituló en una columna y en dos líneas ex-profeso una noticia sin demasiada importancia : “Illia Chacabuco”. En el lenguaje común, barrial o carcelario “chacabuco” tenía referencia a la enfermedad fatal o a los años de la ancianidad. Lo desprestigiaban por su comportamiento democrático, pausado y su pasado provinciano. En realidad Illia estaba visitando la ciudad de Chacabuco, en la provincia de Buenos Aires
En la década sangrienta de los años 70 y las que prosiguieron publicitarios, periodistas corruptos y políticos tránsfugas se valieron continuamente de las “fake news”. Aquello fue un caldero de mentiras abominables.
Dos noticias recientes son abrumantes al respecto. En Uruguay, un país con vieja tradición democrática, un candidato presidencial por el Partido Nacional (PN), Juan Sartori, nativo del país pero formado financieramente en Europa, yerno de un importante y riquísimo empresario ruso, se ha convertido en campeón de las “fake news” de sus contrincantes en el Partido que suelen ser sus principales víctimas.
El diario español El País amplió esta tergiversación de la política y puso en evidencia las campañas del candidato Sartori hace pocos días. Muchos militantes y distintos dirigentes del Partido Nacional aseguran que Sartori es un “caballo de Troya” de la izquierda y hasta acusan al adversario Frente Amplio de apañar al personaje provocador. La tranquilidad uruguaya y el respeto han perdido fuerza en el país. La Justicia no ayuda rápidamente a aclarar el motivo y la explicación de las mentira.
Las “fake news” tienen distintos rostros y facetas. Pueden no ser noticias falsas pero generan preocupación o angustia sin fundamentos. Por ejemplo: un diario de noticias económicas divulgó que se “consolida la idea de que, finalmente, el dinero en efectivo desaparecerá”.
No se sabe exactamente cómo será el procedimiento, un hecho que genera incertidumbre y desorientación ¿Cómo se efectuaría, que daños sobrevendrían?
Hay un sólo método para evitar o sortear las “fake news” procurando saber quién avala la información, si el dato ha sido rechequeado una, tres veces; si proviene de una fuente informativa reconocidamente seria. Hay diarios y distintos medios de comunicación en los que se puede confiar porque la noticia está avalada, porque se juega el prestigio del medio de comunicación. Hay que filtrar con inteligencia las supuestas noticias trasmitidas en las redes sociales, cuyo origen es oscuro, improbable. En las redes muchos creen haberse convertido en avezados periodistas, pero suelen equivocarse, salvo algunos que surgen con ayuda de los videos. La fuente informativa, la que nutre la noticia debe ser seria, tradicionalmente confiable.
Hay que tomar conciencia de todo esto en las proximidades electorales en la Argentina porque todos estamos expuestos a la mentira o al escándalo sin fundamento.
Publicado en El Auditor el 27 de junio de 2019.
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